[xxiv] P u n i s h m e n t

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–Siéntate. –el chico obedeció una vez se hubo marchado su amigo.– Eso que has hecho ha sido una tontería. Si no te conociera...

–Ha sido un impulso muy estúpido. Mucho. Profesora, yo...

-Sí, Black, lo fue. Algo que he descubierto estos años contigo, es que primero actúas y luego piensas. Bueno, a veces piensas. No miras nunca las consecuencias que pueden tener tus actos, y eso no te va a llevar por un buen camino. De no ser por Potter, ahora mismo estarías recogiendo tus cosas esperando al tren para volver a casa. Perderás 50 puntos por esto. Y dos semanas viniendo todas las tardes a las cinco a mi despacho. Al señor Potter lo castigaré también. No, Sirius, no os voy a poner el mismo castigo. –aclaró al ver la mirada de éste.

La noticia de que no iba a ser expulsado le tranquilizó muchísimo. Pero por primera vez sentía la necesidad de disculparse por lo que había hecho. No se conformó únicamente con la buena noticia.

– Profesora, lo siento mucho, yo no pretendía, fue un reflejo.

– No todo el mundo tiene el valor para disculparse de manera sincera, tragarse el orgullo y admitir la culpa. Pero aun así entenderás que no te perdone el castigo.

La profesora se quedó mirándolo a los ojos. Sirius pudo alcanzar a ver una sonrisa.

–Sirius, no creo que el sombrero se haya equivocado contigo. En Hogwarts sabemos más de lo que tú crees que sabemos. Cualquier problema ven y avísame. Puedes contar conmigo. –el chico le devolvió la sonrisa–. Y ahora, creo que deberías irte a dormir, son las dos de la mañana y a primera hora tienes transformaciones conmigo. Y seguro que Potter está esperándote en la sala común.

El muchacho se levantó sonriendo aún. De repente, de su boca salieron palabras que no había pensado.

-Profesora, ¿me puede dar un abrazo?

No hizo falta que lo dijese dos veces. La bruja se acercó y le envolvió con sus brazos. Por fin se sintió como en casa.

–A la cama, va. No quiero que llegues tarde. Por cierto, ¿has visto que tu prima Bellatrix es premio anual?

–No me importa, profesora.

Sin pensar mucho hacia dónde iba, llegó a la sala común, encontrándose a su amigo, que le estaba esperando despierto. Nada más lo vio entrar, James se levantó. Daba la impresión de estar intentando disimular que estaba preocupado.

–Me quedo.

Ante esa declaración, James sonrió muy amplio. Toda sombra de preocupación se había esfumado por completo.

–Bienvenido a Hogwarts otra vez.

Ambos chicos subieron a acostarse. Nada más tocar la cama, Sirius cayó rendido.

A Sirius le encantaba dormir. Le gustaba más dormir que cualquier otra cosa en el mundo. Esa mañana fue distinta. James y Remus le corrieron las cortinas para que entrara luz, pero no se despertaba. No había manera.

–Sirius, hay clase con McGonagall –gritó Remus, desesperado.

"McGonagall" pensó Sirius, adormilado. Abrió los ojos de repente.

–McGonagall. Oh no, no puedo llegar tarde, hoy no. –de un salto, se levantó de la cama y empezó a preparar todos los libros para ese día. Tenía diez minutos para que le diese tiempo a desayunar tranquilo.

–Y ahora, James y tu me vais a contar qué pasó ayer.

–¿Tú como te has enterado? –preguntó extrañado James mientras con la mirada recorría toda la habitación. Frank Longbottom y Peter se habían ido a desayunar.

–Me despertasteis los dos cuando llegasteis a vuestras camas a la coherente hora de las dos y cuarto de la mañana. No hay que ser tampoco muy listo, Sirius, no hace falta que me mires así.

El muchacho indicó, apresurado mientras se vestía, que mejor lo contaban con Peter delante. Y así lo hicieron, cuando se encontraron con él se lo contaron. Al acabar el relato, la cara de Remus era un cuadro. Peter sin embargo mostraba admiración. Fue a abrir la boca pero sus ojos se posaron en algo detrás de los dos chicos.

–Esperaba que os expulsaran –declaró una voz detrás de ellos.

Los muchachos se giraron a la vez. Severus Snape estaba plantado al lado de Lily Evans, la chica pelirroja, que en ese momento no sabía dónde meterse.

–Pero bueno, Quejicus, ¿crees que es momento para interrumpir? ¿Tan de buena mañana? –preguntó James mientras se desordenaba el pelo. Sirius entornó los ojos.

–Cállate, Potter. Contigo no hablo. ¿Qué pasa, Black? ¿La mamá McGonagall no quiere perder al único Black de Gryffindor? Sería una pérdida muy trágica. El único Black inútil.

–No hables si no quieres que haya consecuencias, Snape. –zanjó Potter.

Sirius estuvo a punto de reprocharle algo a Severus, pero la voz (y el codazo) de su amigo Remus le paró.

–Sirius, es lo que está buscando. No se lo concedas. –el muchacho asintió y se calló, pero con una sonrisa enigmática dibujada en el rostro. Rápidamente, Snape apartó su mirada de él. ¿Tenía miedo?

– Es suficiente, Sev. Gracias por acompañarme. –se dieron un abrazo frío y sin dejar de mirarlos, se marchó. Lily se fue un poco más lejos, con Marlene McKinnon, para no estar junto a ellos.

Terminaron su desayuno y fueron corriendo a clase de la profesora McGonagall, la cual compartían, para desgracia de los chicos, con Slytherin.

–No me digas que tengo que verle la enorme nariz durante una hora bien de mañana. –se quejó James al darse cuenta.

Entraron en el aula y no estaba la profesora. En su lugar, había un gato.

–¡Será posible! Por una vez que soy completamente puntual y aún no llega. –dijo Sirius mientras se sentaba al lado de James y terminaba de comer una tostada que no se había acabado. Hablaron durante unos minutos hasta que todo el mundo hubo llegado. Cuando la puerta se cerró, todos se callaron.

De repente, el gato empezó a crecer increíblemente, hasta que Sirius se dio cuenta que ese gato era su profesora. Todos empezaron a aplaudir y a vitorear. La mujer sonrió satisfecha.

–Me alegro que os haya gustado este mini espectáculo. Supongo que ha sido una buena introducción para el tema teórico que trataremos este trimestre: la animagia. A ver, ¿alguien me puede decir qué es un animago y en que se diferencia uno de un hombre lobo? ¿Y de un metamorfomago?

Sirius pensó que aquel era su momento estelar, puesto que había estado leyendo todo el verano sobre los animagos, y por consecuencia de los metamorfomagos, y a pesar de no tener tantos conocimientos sobre los hombres lobo, podría improvisar. Levantó la mano, y la profesora se sorprendió.

–¿Black? Adelante

Explicó todo lo que sabía. Todo que se le había quedado retenido de todos los libros que había leído en casa de sus padres aquel verano. Cuando acabó la explicación hubo unos segundos de silencio.

–Impecable. Diez puntos para Gryffindor. Parece que alguien ha decidido estudiar.

James le pegó un codazo por debajo de la mesa y ambos se miraron cómplices, riendo. Al acabar la clase, McGonagall habló con James sobre su castigo. No pudo ir a Hogsmeade aquel curso, y aunque a Sirius le sabía mal por su amigo, ya no se sentía tan mal, porque se iban a quedar juntos en el colegio. Por lo menos no le habían quitado el Quidditch.

–Ya iremos el año que viene, así iremos juntos.

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UNDER PRESSURE ● Marauders.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora