[xxxiv] i n g r e d i e n t s

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Ni siquiera necesitaron los libros, ya se sabían los ingredientes de memoria.

–Una cuchara de plata para recoger rocío, una hoja de mandrágora que tendremos que llevar en la boca un mes...

–¡Un mes! ¿Hay que aguantar un mes con una hoja en la boca sin tragársela sin querer? ¡Es imposible! ¿Cómo vas a comer o beber con una hoja en la boca sin tragártela?

–Peter tiene razón.

–Remus no estás ayudando. –James se ajustó las gafas antes de mirar otra vez a Peter–. Algo pensaremos, que no te atormente mucho. No es imposible.

–Además, otros lo han conseguido antes que nosotros. –complementó Sirius.

–Siete este siglo, concretamente.

–La profesora McGonagall entre ellas.

–No sé a vosotros dos, pero a mi me sigue sin tranquilizar la idea de que la profesora McGonagall haya sido capaz de llevar en la boca una maldita hoja de mandrágora durante un maldito mes.

–En realidad, James y Sirius tienen razón. No es imposible... –James lo cortó.

–Ahora sí que ayudas, Remus...

–No, no ha terminado. Espera...

–Y qué gracioso se verá desde fuera.

–Ahí está. –Sirius le dio un codazo, riendo–. Que te den.

–Va, calla y sigue. –dijo Remus después de soltar una risotada.

– Una crisálida de polilla esfinge, un pelo nuestro, pero eso ya más tarde, y un frasco de cristal.

–Genial. –suspiró Peter, cediendo al fin– ¿Por donde empezamos?

–Es obvio, ¿no? –James los miraba a todos con una gran sonrisa en la cara–. La polilla es mucho más complicada de conseguir. Para empezar, ¿cómo es?

–Vamos a la biblioteca. –sugirió Remus. Era una cosa que debían aplicarse todos: cuando hay dudas hay que ir a la biblioteca, no copiarse de los deberes de Remus.

–Qué va, mucho más fácil. –dijo al final James con una sonrisa enorme.

A sabiendas del amor que tenía Hagrid por las criaturas, los bichos y los animales, fueron a visitarlo al acabar su última clase del día siguiente: historia de la magia. El hombre, enorme como siempre, con su barba y pelo largos y enmarañados, les abrió la puerta, con un delantal puesto.

–¡Mira a quién tenemos aquí! ¿Que os trae por esta casa? Estoy haciendo tarta. ¿Queréis?

–Claro. –dijeron todos al unísono. Pasaron dentro. La casita era acogedora. Había un sofá enorme en el que cabían los cuatro fácilmente, pero solo se sentaron Remus y Peter. En cambio, James y Sirius se quedaron de píe recostados uno a cada lado de la gran entrada al salón–. ¿Qué tal ha ido todo, Hagrid?

–Pues igual que siempre, James. Aunque he conseguido nuevos bichitos... son escarbatos y estoy...

–¡No me digas! –exclamó Sirius. ¿Tener un escarbato no estaba contra las normas?

UNDER PRESSURE ● Marauders.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora