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Los dos muchachos se miraron en silencio.

–¿Qué os pasa? ¿Se os ha comido la lengua el gato? Voy a llamar a mi gran amigo Filch a ver si puede...

–¡No! –exclamó James mientras Sirius estornudaba. Sacó su varita y apuntó a su amigo–. ¡Silencio! –y los estornudos por fin cesaron.

–¡Pero bueno! ¡Potter y Black! Si vosotros me caéis bien, los profesores a veces hablan mal de vosotros. Y si los profesores hablan mal de un alumno automáticamente ese alumno de convierte en mi aliado.

–Fantástico, Peeves. –James parecía nervioso–. ¿Podemos irnos?

–Pero yo quiero participar en lo que sea que estéis haciendo.

–Estamos podando una planta, tampoco es muy interesante.

Mientras el poltergeist y James se gritaban cosas, Sirius pudo escuchar un rumor que venía de fuera del invernadero. Eran pasos. Intentó hacerle señas a James para que se callase, pero el muchacho no hacía caso.

Le dejó de parecer gracioso el no poder hablar, porque cada vez se estaban acercando más los pasos, y ellos aún no se habían dado cuenta.

Le cogió del brazo y le obligó a mirarlo. Le hizo señas indicando que escuchase. James al fin se calló y Sirius aprovechó para ponerse los dos la capa de invisibilidad.

–Peeves, cúbrenos, por favor.

–¿Puedo hacer ruido?

–Haz lo que te de la gana, pero cúbrenos.

–¡A sus órdenes! –chilló haciendo una reverencia.

–¡PEEVES! –gritó una voz muy familiar. Era Filch. El hombre entró con la señora Norris en brazos al invernadero. La dejó en el suelo y la gata se quedó mirando en su dirección–. ¿Con quién estabas hablando?

–¡Filchie! Hola. Pues te lo diré... –James estaba entrando en pánico, entre que Peeves quería traicionarlos y que la señora Norris los estaba mirando. Tanto que el propio Sirius, aún bajo el hechizo silenciador, tuvo que taparle la boca para que no hiciese ningún ruido– pero solo con una condición.

–Dímelo.

–¿Estás seguro? Yo no lo estaría... júrame que estás seguro de que quieres saber con quien hablaba...

–Que sí que quiero saberlo. Dímelo o te vas a enterar...

–¿Estás listo?

–¡Que hables ya! –la vena de la frente del hombre parecía a punto de explotar.

–Vale, vale. Voy a necesitar redoble de tambores. Ayúdame, Filch. –tras un suspiro y un gruñido sonoro, el conserje empezó a dar palmas en sus pantorrillas. Los dos chicos intentaban contener la risa. Se pasó los siguientes treinta segundos dándose palmas en los muslos–. Perfecto. Estaba hablando con... ¡nadie! Tacháaan. ¡Já! ¿Te ha gustado? Nos veremos en el próximo show del gran maestro Peeves. ¡Hasta pronto!

El poltergeist salió volando, y con él, Filch a las espaldas gritando toda clase de improperios.

–¡Tú, sucio fantasma estropeado, vuelve aquí ahora mismo o tendré que matarte!

De repente, los pasillos se inundaron de ruido de muebles y armaduras cayendo e impactando contra el suelo y de gritos de Filch y de otros fantasmas que habían aparecido asustados.

James y Sirius, aún bajo la capa, echaron a correr hacia la torre de Gryffindor, con sus seis hojas de mandrágora en la mano. No les importó que se les viesen un poco los pies. Corrieron como si no hubiese un mañana. Pararon, jadeantes, en la esquina antes de verse con el retrato de la señora gorda. James pronunció el contrahechizo del silencio de Sirius y por fin pudo hablar.

UNDER PRESSURE ● Marauders.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora