cincuenta.

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Se me estaban acabando los días con
Tomás, las horas que compartiría con él sin ningún rechazo. Al penúltimo día de nuestra estancia en el puerto decidimos quedarnos él y yo solos todo el día en la cabaña que nos habían donado sus amigos y sus hermanos. En la mañana él me cocinó unos panqueques con moras y unos huevos acompañados con un delicioso jugo de fresa con naranja. Cuando estaba metiéndome el
último pedazo de panqueque a la boca noté que me miraba de una manera diferente.

- ¿Por qué me miras así? – lo aseché
con la mirada.

- Te miro de la manera en que miraría
a una obra de arte – murmuró. – Parece que te gustaron los panqueques - movió su cabeza dirigiéndose a mi plato vacío y sonrió abiertamente mientras se llevaba la taza de café a la boca.

- ¿Una obra de arte? – dudé. – Una obra de arte se mira con fascinación...

- Exactamente, mi adorada señorita
Medina. La miro con fascinación y amor. No hay otra manera en la cual pueda mirarla – su voz sonaba melancólica, pero no presté atención a esos factores y solo sonreí delicadamente.

Tomás se estiró detrás de mí y alcanzó el detergente sin dificultad. Lo puso frente a mi rostro para que lo tomara y lo roseara en el lavatrastos.

Me acerqué a él y puse mi mano en
su nuca mientras pasaba su cabello
entre mis dedos y me aferraba a la
mirada de sus ojos miel. Me acerqué
lo suficiente para después ponerme de puntillas y hacer que nuestros rostros se juntaran por medio de nuestras narices. Tomás me rodeó por la espalda y depositó un beso delicado en mi mejilla. Después yo subí mis labios a su mentón para después juntarlos con los suyos.
Una de sus manos me tomó por el
rostro y la otra se mantuvo en mi
cintura. Sus labios se movieron
exquisitamente sobre los míos,
haciéndome desear su cuerpo como
nunca, haciéndome delirar y quererlo
desnudo justo en ese momento, pero
tenía que pensar en el bebé.
La mano de Tomás que se situaba en mi cintura, bajó hasta mi trasero y empezó a sobarlo y pellizcarlo de esa manera que solo él sabía.
Me tomó solo unos segundos para
descifrar la mente de Tomás: estaba
caliente y quería follar.

- Hey – musité con dificultad sobre los
labios de Tomás. – Creo que no es buena idea hacerlo hoy.

- ¿Qué? – dijo prestándome atención
mientras se separaba de mi rostro y me miraba con duda.

- Es que me ha llegado el turno.

- ¿El qué?

- Tú sabes... El turno. Cada mes me
pasa – jugueteé.

Sus ojos se abrieron un poco más de lo normal y asintió mientras me regalaba otro beso corto y delicioso, de esos que a todas nos deja con más qué pedir.

- Bueno, entonces tendremos que ir
a rentar unas películas para pasar el
rato, ¿no crees?

Me guiñó un ojo para después alejarme gentilmente y darle oportunidad de alcanzar las llaves de su auto. Cuando las tuvo en su mano me tomó de la cintura y me llevó hasta la salida. Titubeé en salir unos momentos pero luego cedí y bajé las escaleras junto a él.

Tomás manejó hasta el centro del
puerto donde había muchas personas
vendiendo artesanías y cosas por el
estilo. Íbamos caminando cuando vi a
una pareia como de la edad de Tomás comprando algo así que estábamos
detenidos en el puesto mientras él
convencía al vendedor de darle una
vasija a menor precio. Cuando vi, el
bebé iba en dirección mía. Me puse en
cuclillas para alcanzarlo y lo tomé de
las manos para luego sonreírle.

- Hola, mi amor – lo saludé con una
sonrisa en el rostro.

El niño tocó mi mejilla y me sonrió
gentilmente mientras balbuceaba cosas que no pude descifrar. A un lado de mí había una canasta llena de flores que el niño señaló. Me asomé para verlas.

- ¿Quieres una flor? – le pregunté con
ese tono que toda la gente hace cuando hablan con un bebé.

El niño asintió con la cabeza. Yo estiré
mi brazo y alcancé una color morado.
Se la di y él la tomó con una sonrisa
enorme en el rostro.

- ¿Cómo te llamas, cariño? – le
pregunté.

- Timothée – alcanzó a decir.

- Hola, Timothée. Yo me llamo
le informé. El niño me ofreció la rosa. – ¿Es para mí? – asintió y se rio.

- ¡Timothée! – gritaron detrás del niño.

Eran sus padres. Subí la mirada y
cargué al niño en mis brazos para
caminar hacía la pareja y entregarles al niño.

- Perdónanos. Es un niño muy travieso - dijo la madre, que era castaña de ojos oscuros y el padre la tenía abrazada por la cintura.
La chica extendió sus brazos
recibiendo a su hijo y le sonreí.

- No te preocupes, asi me voy
acostumbrando – musité casi entre
dientes.

- ¿Eres mamá? – preguntó el chico.
– No, pero pronto lo seré – sonreí y me llevé las manos al vientre. – Claro, pero el padre aún no lo sabe – les guiñé el ojo.

Ambos se rieron y besaron la mejilla de su hijo.

- ¿Cuántos años tiene?

- Va a cumplir 3 el mes que viene –
anunció el padre.

Asentí.

- ¿Y vas a decirle? – me preguntó la
chica.

Dudé un poco, pero al final negué con la cabeza.

- ¿Por qué? - dijo la chica aún más
interesada.

- Es algo difícil de explicar.

La chica movió la cabeza dándome
a entender que estaba de acuerdo
conmigo.

- Peter, lleva al niño a ver juguetes.
Iré con esta chica a dar una vuelta –
anunció la chica mientras le entregaba a su esposo a Timothée. – Me llamo Jessica. – extendió su mano– y yo ____– la tomé con seguridad

- ¿Crees que tu novio me dé permiso
de llevarte a dar una vuelta? – me
preguntó.

Miré a mis espaldas donde estaba
Tomás pagando al fin por la artesanía
que había comprado. Regresé mi
mirada a Jessica y le sonreí.

- Creo que no se molestará.

Sex Instructor | C.R.O | TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora