cincuenta y cinco.

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Salí del baño con la playera de
Tomás que me cubría gran parte del
cuerpo y caminé descalza hasta la habitación, donde Tomás se encontrabasemidesnudo viendo la televisión.

Me recargué en el marco de la puerta
y crucé mis brazos por sobre mi
pecho mientras alargaba un suspiro y
admiraba la belleza de Tomás.

- ¿Te ha ido bien? Tardaste un poco. –
dijo Tomás dirigiendo su mirada a mí y bajándole el volumen a la película que veía.

Reí un poco y caminé hacía la
cama para sentarme en la orilla. Volví mi cabeza para verlo y me encontré con su cuerpo aún más cerca del mío. Llegó el momento en el que sus piernas rodearon mi cuerpo por
detrás y empezó a bajar la manga de
la playera para dejar mi hombro al
descubierto. Lo acarició con su mano
para después lamerlo y besarlo lenta y sensualmente. Cerré mis ojos y sentí un cosquilleo ardiente en la parte baja de mi estómago.

- Eres lo único que veo, pienso y
sueño todo el tiempo, ____ eternamente. – pronunció Tomás pegado a mi hombro.

-Te quiero, ___.

Sonreí y giré mi cuerpo para
enfrentarme al suyo. Subí mis piernas
a sus muslos y él llevó sus manos a mi
espalda baja para sostenerme.

- Te amo, Campos.

- Te amo, ___. ¿Podemos callarnos y besarnos de una vez? – dijo

– Soy toda tuya, no lo desperdicies.-
Tomás aferró sus manos a mi espalda y empezó a acercarse cada vez más a mí, eliminando los pocos centímetros que nos mantenían separados. Me atrapó en un beso fugaz y estremecedor.

Movió todos mis sentidos haciéndome vulnerable de nuevo, a pensar que no tenía nada de malo decirle lo que estaba pasando, que tendría un hijo y ese hijo sería el fruto de nuestro amor.

Quería escupirle la verdad mientras
me seguía amando, pero tuve que subir mis barreras de nuevo y pensar en la voz de mis amigas decían que era injusto lo que iba a hacer, pero siempre me apoyarían.

Me concentré en mi futuro con mi bebé, me vi llevándolo a la escuela y a mi trabajo para que todos lo conocieran. Él era mi única razón para dejar al amor de mi vida y darle lo mejor...

- Entonces... ¿eres mía? – preguntó
Tomás con tono seductor.

- Lo fui desde el día uno.- Tomás hizo de lado un mechón travieso
que se interponía en mi rostro y lo puso detrás de mi oreja. Acarició mi mejilla y me miró con ternura.

- ¿Quieres que te haga mía ahora? – me preguntó travieso.

-Lo hiciste hace mucho tiempo, Tomás.

- No quiero hacer algo contra tu
voluntad, ____.

- Hazlo. Bésame como si fuera la última vez que lo harás, acaríciame como si mañana no existiera. Hazme tuya como jamás lo has hecho. – le pedí casi con tono suplicante y desesperado.

-____.

- Por favor.

Tomás tragó saliva y volvió a besarme
tiernamente, pero no sentía la pasión
que sentía cada que íbamos a tener
sexo.

- No puedo. – se rindió separándose de mi rostro. – No quiero que solo sea un acostón más, no quiero que seas con la que me acuesto todas las noches, quiero que seas con la que me
despierte todas las mañanas, con la que pueda dormir y aferrarme a su cuerpo en las noches. No quiero que lo nuestro sea solo por eso.

Sonreí agradecida de que ya no me quería solo por el sexo que teníamos
casi todos los días, sino que de verdad
me amaba y estaba dispuesto a dejar
de ser el hombre hambriento de sexo
que conocí.

- Te amo.

- Te amo más.

Cuando terminamos de ver "Me before you" en el televisor, Tomás
apagó el DVD y comenzamos a platicar acerca de muchas cosas que nos pasaron en el pasado.

- Nadie me llevó al baile de graduación en la secundaria. – dije recordando el momento en el que me quedé en casa comiendo palomitas y viendo películas de miedo mientras lloraba porque nadie había invitado a la señorita Medina al baile de graduación.

- ¿Es enserio? - preguntó Tomás algo
sorprendido.

- Sí. – dije algo triste.

- No puedo creerlo.

Se levantó de la cama y se quedó
viendo el exterior.

- Si yo hubiera sido alguien que te
hubiera conocido en la secundaria,
te hubiera llevado una rosa frente a
todas tus amigas, te hubiera buscado
en los pasillos hasta encontrarte. – Se
acercó a mí. – te hubiera tomado de la
mano discretamente. – tomó mi mano
con lentitud. – hubiera mirado tus
ojos aguamarina y te hubiera dicho
que eres la mujer más hermosa que
haya pisado este planeta. Te hubiera
dado un beso en la mejilla y te hubiera preguntado... - me levantó de la cama poniéndome cerca de él, como si fuéramos a bailar. – ¿Me harías el grandísimo honor de acompañarme en el baile de graduación?

Tragué saliva y casi solté una lágrima,
pero la retuve en mi lagrimal.

- Yo te hubiera contestado: sería un
placer.

Tomás  sonrió abiertamente y me besó en los labios delicadamente.

- Pero aún no puedo creer que no
hayas ido a tu baile de secundaria.
Nadie merece estar solo en un evento
tan importante.

Alcé los hombros y fingí indiferencia.
Después de un rato, nos acostamos en
la cama y nos acurrucamos tan juntos
que el palpitar de nuestros corazones
latía al unísono.

Tomás  se quedó profundamente
dormido y yo no pude dormir. Me
dieron las tres de la mañana y seguía
completamente despierta, estaba
pensando en una manera de dejarlo
son dejar nada que pudiera recordarle a mí, a la estúpida que le había puesto alas y se las cortaría en menos tiempo de lo imaginado.

Mientras pensaba, Tomás dejó de
abrazarme para darse la vuelta y
seguir durmiendo como un bebé, y
entonces... me levanté de la cama
cautelosamente y me dirigí al estudio
que había descubierto unos momentos antes cuando estaba cambiándome en el baño.

Cuando llegué, tomé papel y pluma y
me senté en la silla que se encontraba
detrás de un escritorio de madera. Me
tomé un minuto para pensar en lo que plasmaría en ese estúpido e insulso pedazo de papel. Quería que cada letra fuera sincera, que cada fracción del papel estuviera lleno con lo que diría si lo tuviera frente a mí y fuera el adiós.

Tomé la pluma y la pegué al papel.
Empecé a deslizar mi mano al compás
de las palabras que inundaban mi
mente y mi corazón, que salían
disipadas por el movimiento de mi
mano desplazándose a lo largo del
papel. Escribí tanto tiempo que empecé a sentir como mi mano empezó a adormecerse.

Empecé a llorar y a implorar que todo
acabara pronto, pidiéndole perdón
mentalmente a Tomás, mandándole una rosa imaginaria a través de mi mente, esperando que nunca olvidara que lo amaba, gue todo lo que hacía era por su bien. Cuando terminė de escribir, me solté en un llanto incesable, en un llanto que acallé tan rápido como pude. Tomé las 5 hojas de papel que había logrado escribir y las doblé en un rectángulo perfecto para después meterlas en un sobre. Lo cerré y lo puse en mi corazón.

- No me odies. – susurré entre sollozos.

Salí del estudio y me encaminé a la
sala para dejar la carta en la bolsa
que había llenado de mi ropa sucia,
la que había usado todo el día antes
de ponerme la playera de Tomás. Me
levanté y escondí mi vientre entres
mis frágiles manos. Cerré los ojos y
suspiré para alejar todo el dolor que se apoderaba de mí y concentrarme en el amor que había acogido al ser que estaba creciendo dentro de mí.

Levanté la mandíbula y me puse rígida. Miré el reloj que estaba pegado en la pared de la cocina. 4:30 a.m.

Fui lentamente a la habitación y me
recosté a un lado de Tomás. Tomé
su brazo y me lo hice abrazarme, y y
aunque estuviera dormido, sentía
su calor y su amor llenándome
nuevamente.

- Perdóname, Tomás. – dije en un hilo de voz.

Le besé la mano y me quedé
profundamente dormida.

Sex Instructor | C.R.O | TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora