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chapter nineteen

El sol, caliente sobre la piel desnuda de mi espalda, me despertó al día siguiente

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El sol, caliente sobre la piel desnuda de mi espalda, me despertó al día siguiente. Era tarde, quizá casi mediodía, no estaba segura.

No abrí los ojos. Me sentía demasiado feliz para cambiar algo, sin importar lo poco que fuera. Los únicos sonidos que me gustaba oír en estos momentos eran el de nuestras respiraciones y el latir de nuestros corazones...

Acostada, atravesada sobre su pecho cálido, ceñida apretadamente por sus brazos, me sentía muy a gusto, muy natural.

Sus dedos recorrían suavemente el contorno de mi columna, y supe que se había dado cuenta de que estaba despierta. Mantuve los ojos cerrados y cerré aún más los brazos en torno a su cuello, apretándome para acercarme más a él.

No dijo nada; sus dedos seguían deslizándose arriba y abajo por mi espalda, rozándola apenas mientras trazaba delicados dibujos sobre mi piel.

Me habría sentido completamente feliz si hubiera podido quedarme aquí para siempre, sin perturbar para nada el momento, aunque mi cuerpo tenía otras ideas. Me eché a reír al escuchar a mi estómago impaciente. Parecía prosaico tener hambre después de todo lo que había sucedido la noche anterior. Era como si te vieras obligado a aterrizar luego de haber estado a una gran altura.

— ¿Qué te resulta tan divertido?— murmuró él, todavía acariciando mi espalda. El sonido de su voz, seria y hosca, me trajo de nuevo un diluvio de recuerdos de la noche y sentí cómo se me enrojecía el rostro y el cuello.

Mi estómago gruñó, como queriendo contestar la pregunta y yo me eché a reír de nuevo.

— Parece que no se puede escapar mucho rato del hecho de ser humano.

Derek se rió, con una risa un poco forzada. Levanté un poco el rostro para encontrarme con el suyo y me encontré con unos ojos llenos de un extraño sentimiento.

— ¿Sucede algo?— pregunté con voz preocupada, quise enderezarme pero sus brazos alrededor de mi cuerpo no me lo permitieron.

— No— respondió secamente.

Ahora a mí me inundó un miedo, miedo a que no haya sido la noche anterior lo que él esperaba, miedo a que yo me haya comportado excesivamente desesperada o poco inocente, y también me llené de vergüenza.

— Derek— me detuve para tomar aire—. Creo que mi comportamiento anoche fue muy, ¿cómo decirlo?, exagerado y no sé, quizá te incomodé pero no sé qué me pasó...

— Shhh— me calló poniendo su dedo índice sobre mis labios—. ¿Crees que estoy molesto o incómodo por lo de anoche?— asentí y el soltó un suspiro—. Yo estaba preocupado porque tú lo estuvieras conmigo.

Eso me sorprendió.

— ¿Por qué habría de estarlo?— le pregunté aún con su dedo estorbando.

En la boca del LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora