epoch | dongjunchan

✦. XXIX

—Vamos a dormir aquí —anuncia Donghun una vez que observa la señal de un motel en la distancia.

—No deberíamos de parar —murmura Junhee, quien no se ha movido del hombro de Chan en todo el trayecto.

—Vamos a detenernos —repite el pelinegro—. Chan necesita sanar y tú necesitas descansar, así que, lo haremos.

Antes de que Jun pueda protestar, Chan habla.

—Tiene razón, no podemos seguir conduciendo, es casi de madrugada y tenemos que descansar.

—Bien —Junhee suspira.

Lee conduce hacia el estacionamiento y consigue un puesto vacío, así que, deja el auto y apaga el motor.

—Bien, ustedes salgan, nos reservaré una habitación —ordena abriendo la puerta, para después salir.

Donghun mira a su alrededor mientras camina hacia la oficina. El exterior del motel no luce mal, hay una gran señal de neón en la entrada, justo sobre el nombre del lugar. Está en inglés: "Blue Swallow". Donghun se reiría si no estuviera tan estresado.

Entra en la oficina, un viejo ventilador gira perezosamente y un anciano se encuentra detrás del mostrador. Sus ojos se pasan sobre una maldita muñeca hawaiana justo al lado de una computadora.

—Hola —dice el hombre sonriendo—. ¿Cómo puedo ayudarle?

—Necesito una habitación para tres, si le es posible con una cama individual grande —responde el pelinegro.

—¿Por cuántas horas?

—Mejor por una noche. Tal vez más, no estoy seguro.

El hombre asiente.

—Bien, necesito un documento. Al final de su estadía le pediré el pago.

Donghun afirma, buscando en los bolsillos de sus jeans y saca su identificación falsa, dándosela al hombre que procede a imprimirla.

—Estas son sus llaves —le da un puñado de llaves: un llavero de un ave azul con el número de la habitación—. Disfrute su estadía.

—Gracias.

Lee se inclina en una reverencia mientras toma sus documentos y las llaves y vuelve al auto.

—¿Entonces? —el menor de los tres le pregunta apenas le ve, están parados fuera del auto y Jun aún está inclinado sobre el chico.

—Tenemos una habitación, tomaré el equipaje. —Donghun le da las llaves a Yuchan y abre el compartimiento trasero del auto, poniéndolas en sus hombros.

—¿No te pidieron un documento?

—Tengo uno falso —responde Lee—. Es uno bueno, no habrá problemas. Vámonos.

La habitación no está tan mal como esperaba. Está limpia. Hay una cama pequeña de un lado y una grande del otro, una mesita contra la pared e incluso un pequeño sillón. No huele a grasa ni nada asqueroso, solo a detergente barato. Desde las ventanas las luces eléctricas de la señal de neón reflejan colores en el suelo, iluminándolo en cerúleo.