🍁챕터 32🍁

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La sonrisa sádica no desaparecía por ningún instante del rostro del demonio. Sus pasos eran firmes y seguros, mientras se deleitaba con los gritos de sufrimiento emitidos por las victimas de los nefastos y crueles espectros de la oscuridad, los cuales a su vez se alimentaban de las almas más podridas de todo el nauseabundo lugar.

No podía dejar de pensar en el pequeño Jisung. No solamente por el hecho de por fin haberse apoderado de su alma, sino también por todo el insaciable martirio por el que tuvo que pasar el menor y del cual él era culpable. Cada grito, cada sollozo, cada lagrima provocaba que su corazón se llenara de jubilo y regocijo; sonreía aún más con sólo pensar en todo aquel tormento del pobre niño que había perdido su pureza.

Sin embargo ahora tenia que atender otros asuntos, los cuales tenían que ver con Chenle quien presumía se encontraba en el templo infernal. Después de conseguir su alma, reuniría a su ejercito de demonios y se encaminaría con ellos hacia la tierra, para de esta forma finalmente apoderarse de ella y sumirla en el pecado. Estaba consciente también de que los molestos ángeles interferirían en su camino, así que en ese caso destruiría el reino celestial, convirtiéndose de esta forma en el dueño absoluto de todo.

Todo estaba listo y fríamente calculado. Lo único que hacia falta era la personificación del ultimo pecado capital y quizás el más importante de todos: la envidia. Estaba seguro de que Renjun no daría su brazo a torcer fácilmente, pero ya tenia otros planes con respecto al valiente joven, que le recordaba mucho a si mismo pero que sobre todo le causaba mucha admiración como para tener las agallas para enfrentar a alguien como el Demonio Blanco, entre otras palabras, él mismo.

Se detuvo repentinamente al percatarse de que ya había llegado a su destino. Las colosales puertas del templo eran custodiadas por archidemonios muy bien armados, quienes al ver a su amo se inclinaron ante su presencia y por consiguiente abrieron dichas puertas, permitiéndole de esta forma el acceso a una de las mas grandes salas del alcázar de las tinieblas.

Chenle estaba casi al final del sitio, jadeando de dolor mientras que aquel fuego de tonalidad verdosa permanecía quemando su cuerpo y calcinando su pura y joven alma. La avaricia ingresaba lentamente a su cuerpo y se aferraba a el como si de un parásito se tratase.

—Ma-Maldito infeliz... ¿Dó-Dónde está Jisung?— preguntó a duras penas el menor, entre gemidos de dolor.

—Él está bien. No tienes nada de qué preocuparte— contestó el demonio, mientras observaba las estatuas de oro, joyas y montañas de dinero que adornaban todo el templo y conducirían todo ser humano a su perdición. 

—Mi-Mientes, sé que le hiciste algo— contradijo el menor a las palabras del contrario.

—Está bien, no quería herir tus sentimientos pero si tanto deseas saber la verdad eso obtendrás— replicó el Demonio de los Espejos —Digamos que "jugué" un rato con su lindo cuerpo. ¡Y debo admitir que desde hace mucho no había experimentado algo tan placentero como lo de hoy!— admitió la bestia, con un tono malicioso reflejado en su voz.

Dichas palabras provocaron una irracional ira en el corazón de Chenle, el cual desapareció rápidamente al volver a sentir el fervor del fuego demoníaco. Tenia unas intensas ganas de partirle la cara, pero con la situación actual sabía que no era una buena idea y menos tratándose del ser más poderoso de todo el lúgubre lugar.

—Pa-Pagarás por to-todo lo que has hecho. Ren-Renjun te destrozara a ti y a tu imperio de terror, en nombre de todos los niños que asesinaste y cuyos cuerpos trans-transformaste en mu-muñecos ¿O-O crees que no nos percatamos de eso?— interrogó el menor entrecortado, mientras se sentía cada vez más entumecido y como si fuera a desfallecer en cualquier momento.

ֆɛʋɛռ ֆօʊʟֆ [NCT Dream]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora