dos

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—Mirá wacha ando re caliente hoy. Ya ví que te anduvieron mencionando en mi tweet y ¿sabes que? sí, fué para vos. No te conozco ni nada y no te lo tomés personal, pero me revienta que le den tanta atención a chetitos que no tienen calle y juran hip hop y trap. Nada, eso. Cuidate, linda.

Me empecé a reír mientras volvíamos a escuchar el audio que me había mandando el tal Trueno anoche. Cuando lo escuché por primera vez, me quedé sin palabras.

¿Cómo le podes tener tanta bronca a alguien a quién no conoces? No me entraba en la cabeza.

Pero no le iba a dar importancia. Si él tenía un problema conmigo, tendría que dejar que lo resolviera solo, porque yo no tenía problema con nadie. Y tampoco quería empezar mi carrera con bardo ya, eso no es lo que soy.

Le contesté con un corazón y seguí con mi estresante día, que consistía en un par de entrevistas y una sesión de fotos. Estaba agradecida de trabajar, pero qué ganas de dormirme un día entero, che.

Me levanté y fui a mi cuarto a vestirme y a maquillarme un poco, así ya quedaba pronta para todo. Cuando estuve lista, esperé a Pau en la sala, y me puse a revisar mis dm's de la gente que me andaba descubriendo de a poquito.

Qué agradecida que estaba de que me estuviera yendo tan bien. Deseé tanto ese momento. Desde que era chiquita quería hacer música y triunfar y hacer las cosas que podía hacer ahora. Obvio, todavía me faltaban cosas por hacer y experimentar, pero lo poquito que estaba viviendo de ésta nueva vida de artista conocida me hacía inmensamente feliz.

—Estoy prontaaaa —dijo Paulina dando vueltas por la sala—. ¿Cómo me veo? Re linda, sí, ya sabía.

Me reí y agarre mis cosas para salir del apartamento.

El día pasó con suavidad y risas, gente linda de un lado al otro incluyéndome un poquito más en todo este mundo impresionante.
Cuando la sesión de fotos concluyó, y me quedé totalmente libre de responsabilidades por el día, le rogué a Pau para comer una hamburguesita en algún carro de comida e ir al estudio a romper un poco las bolas.

—Pero nena, ¡tenés que comer sano! ¿No te dije yo ya que tenés que dejar de comer comida de por ahí? —me retó Pau mientras caminaba hacia un carro que nos habíamos encontrado a la salida de la sesión—. Uno y nos vamos, ¿sí?

Me reí y asentí.

—Sí, ma.

Al llegar al estudio, saludé a la recepcionista del edificio y le pedí acceso a una de las salas de grabación y contenta fui dando saltitos hasta la salita donde empecé a hacer mis temas.

Tantos estudios de grabación en los que estuve y nunca me sentí completamente cómoda, más que en esa salita. Los productores de mi discográfica eran gente copadísima, que me dejaban experimentar y probar cosas nuevas, me escuchaban y sobre todo: eran lo suficientemente pacientes para aguantar mis boludeces.

Porque, como soy toda una artista, me dan arranques de creatividad a cualquier hora y los pobres me bancan en todas siempre.

Pero, a pesar de trabajar con gente excelente todito el tiempo, muchas veces me gustaba ir sola al estudio y grabar cosas por mi cuenta.
Para agarrarle la mano, más que nada, y también para hacer canciones íntimas que me da cosita grabar con otra gente en la sala.

Entramos con Pau a mi salita preferida, que estaba en una esquinita al final del pasillo lleno de salas de grabaciones.
Mi manager y amiga, ya sabía cómo era todo y sabía que se aburriría un montón, entonces sacó un cargador larguísimo de su cartera y cargó su celular para acostarse en el sillón que había, comenzando a jugar al Free Fire.

Me reí en cuánto la ví y me empecé a desabrigar y a deshacerme de cualquier cosa que me hiciera sentir pesada o incómoda. Estábamos en época de frío, pero en el estudio siempre me acaloraba muchísimo. Probablemente era la emoción y adrenalina que sentía siempre.

Toqué un par de cosas en la compu, y activé el micrófono para encerrarme en el cuartito de grabación. No tenía ninguna letra o base en la que basarme, entonces empecé a improvisar a acapella y esperar que algo saliera bien. Estuve un rato larguísimo, que pareció millones de horas pero cuando me trabé, supe que era hora de cortar esa grabación y escucharla.

Salí del cuartito e inmediatamente me senté en la silla frente a la compu y le dí play a la pista que había grabado. Mi voz retumbó por los parlantes del estudio y tuve que rápidamente bajarle un poco el volúmen o me echarían del estudio.

—Paaaaa, está buenísimo —dijo Pau soltando el celular—. ¿Lo escribiste?

—No, lo improvisé —dije sin mirarla, y tocando un par de ajustes en la compu.

—¿Así que la chetita improvisa también?

Me dí la vuelta, sin parar la pista y miré hacía la puerta, que estaba abierta y en el marco, un chico muy familiar estaba apoyado. Mi voz se escuchaba todavía por los parlantes, y yo seguía sin pararla o responderle a lo que habia dicho. Me quedé medio paralizada, hasta que Paulina me hizo reaccionar levantándose del sillón. Paré la grabación y me giré completamente en la silla, sin levantarme aún.

—Hola —dije.

El famoso Trueno me sonrió y se metió adentro de la habitación, dejando la puerta abierta.

—Hola, linda.

Pau se quedó de pie, mirándome a mí y al extraño, aunque no tan extraño, que había entrado hacía unos segundos y se había invitado solo. Se sentó en el sillón donde Paulina había estado segundos atrás.

—¿En tu tiempo libre te apareces en sesiones de grabación y las interrumpís? —le pregunté sonriendo.

Se rió y se inclinó hacia adelante, apoyando sus codos en sus rodillas. Me sonrió grande y se acomodó la gorra.

—No. Aunque, a veces, ando bardeando y tirando indirectas y tengo que aparecerme en persona a disculparme, porque no está bueno eso, ¿viste?

Asentí, aún sonriendo. Ésta situación se me hacía muy graciosa.

Acerqué la silla hacía él, y me crucé de brazos. Paulina lentamente, agarraba sus cosas y se pasaba al otro sillón de la habitación, no queriendo interrumpir nuestra tranquila y pacífica confrontación.

—¿Te mandaron a hacerlo?

Se volvió a reír, ésta vez, mas ruidosamente y sacó un faso armado del bolsillo. Me lo mostró, como preguntando si podía encenderlo y asentí. Sacó un encendedor negro que tenia un pegotín de una hoja de marihuana violeta, y encendió el faso, que se lo había puesto en la boca. Le pegó un par de caladas mientras lo encendía, y  se lo sacó de la boca para dejar salir el humo.

Toda esa visual, me había dejado distraída. Era lindo el muy tarado. Bardero, pero lindo. Sonreí.

—No me mandó nadie —me dijo, y se volvió a poner el faso en la boca, pegó una calada y lo sacó—. Yo también vengo acá a grabar temitas cuando ando por Buenos Aires, y justo me tiraron la data de que mi enemiga andaba por acá y pasé a saludarte.

Me reí en cuanto la palabra enemiga salió de su boca. Me invitó a una seca, y se la acepté. No fumaba muy seguido, pero de vez en cuando lo hacía.

—Si te sirve de algo, lo de ser enemigos lo empezaste vos solito —le dije, echándole el humo en la cara con una sonrisa grande.

A mí no me joden y esperan que me quede sin hacer o decir nada. Yo no tengo mala sangre con nadie y no me gusta andar en bardos, pero si te metes conmigo algo te voy a decir.

Me sonrió devuelta, y me sacó el faso de los dedos para meterselo en la boca.

—Sí, es cierto. Pero en mi defensa, andaba re caliente ese día y justo ví tu vídeo en Youtube y leí los comentarios y me re calenté. Detesto que los chetos juren calle y se lo festejen.

Se recostó en el sillón negro y siguió dándole pitadas al faso y yo subí una pierna a mi silla, apoyando mi barbilla en la rodilla.

—¿Y quién dijo que yo soy una cheta que jura calle?

𝙏𝙍𝘼𝙋𝙋𝙀𝙍; 𝘵𝘳𝘶𝘦𝘯𝘰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora