cuatro

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El Uber frenó frente a un edificio enorme y cheto de Palermo. Con Pau nos miramos medio sorprendidas y bajamos del auto, después de agradecerle al conductor.

Desde la vereda se podía escuchar la música y el barullo del penthouse del edificio, donde suponíamos era la fiesta. Sólo esperaba que los vecinos no llamaran a la policía por el ruido.

Entramos al lobby del edificio después de que el portero nos dejara pasar, y le mandé mensaje a Nicki, preguntándole cuál era el apartamento y en qué piso estaba. Me contestó unos largos minutos después, y subimos hasta arriba de todo, porque en efecto, la fiesta era en el penthouse del lujoso edificio.

Apretamos el boton amarillo del ascensor, que nos llevaba al penthouse y esperamos. El viaje en el ascensor sería largo, porque el edificio tenía 32 pisos. Me miré en las paredes espejadas de la caja metálica en movimiento, y acomodé mi pelo.

Me había puesto una pollera negra ajustadísima, y un top negro en conjunto. Me sentía muy básica cuando me puse la ropa en nuestro departamento, entonces me puse un buzo mal cortado arriba y si me daba calor me lo sacaría. No hacía la diferencia el buzo mal cortado, pero al menos no me veía como una pobre básica que quería verse como todos los demás. Aunque me veía básica igual.

Paula al verme mirándome en las paredes espejadas, me sonrió y sacó su celular para sacarnos una foto.

Pau iba re diosa como siempre, con su pelo oscuro alisado y un vestido rojo ajustado con las tiras finitas, de esos vestidos que se ven solo en Instagram y que querés tener pero nunca conseguís o pensás que te quedarán mal. Tenía una riñonera negra cruzándole el pecho, para darle el toque, y unos lentes blancos, también para darle el toque.

Nos sacamos cuarenta millones de fotos hasta que el ascensor hizo un sonido y nos dimos cuenta que habíamos llegado al piso del Penthouse. Al salir del ascensor, lo único que había en el último piso era una puerta de metal enorme, que supusimos que sería la del Penthouse.

—Tocá —le dije a Pau.

Me miró como si estuviera loca y me empujó suavecito.

—Tocá vos, estúpida.

Nos empezamos a pelear por quién iba a tocar la puerta, cuando la abrieron y un Trueno sonriente apareció.

—Apaaaaa, las más lindas llegaron —dijo con la sonrisa de oreja a oreja todavía en su cara—. No sabía que iban a venir.

Se acercó a mí para saludarme, pero frenó justo al lado de mi cachete, a la altura de mi oreja.

—Que lindo es verte devuelta —me susurró, y dejó un beso mojado en mi cachete.

Después miró a Pau y le dió un rápido beso en su cachete. Nos miró y pasó por entremedio de nosotras para meterse dentro del ascensor abierto.

—Ahora nos vemos, voy a buscar a unos amigos.

Paulina asintió y con una sonrisa, lo saludó con la mano mientras las puertas del ascensor se cerraban. Yo solo miraba a la tonta de mi amiga.

Cuando las puertas se cerraron, la miré incrédula, sin disimular y le pegué en el brazo levantado para que dejara de ser tan idiota.

—Te re quiere garchar, Mara.

La empujé hacia la puerta del Penthouse abierta y le dije que se callara. Una vez adentro, cerramos la puerta del Penthouse y miramos hacia nuestro alrededor con la esperanza de encontrarnos con alguien conocido.

Lo que parecía ser la enorme sala de estar, estaba repleta de gente bailando y tomando y hablando y haciendo ruido en general. No podía reconocer ni la mitad de las caras que estaban ahí, así que le agarré el brazo a Pau y me dirigí hacia lo que pensé que sería la cocina.

𝙏𝙍𝘼𝙋𝙋𝙀𝙍; 𝘵𝘳𝘶𝘦𝘯𝘰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora