dieciocho

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Mateo empezó a acercarse a mí, después de haber tirado semejante declaración.

Yo en cambio, no sabía dónde meterme. ¿Por qué carajo le había dicho eso? No estaba segura de qué sentía por él, siendo completamente sincera. Pero no lo conocía en lo absoluto. No podía decir que me gustaba si ni siquiera lo conocía.

Empecé a alejarme, tratando de evitar lo que sea que Mateo estuviera intentando hacer, cuando un grito ahogado nos interrumpió.

⎯ ¡Ahí está Trueno!

Y un grupo de nenas (más grande que el que se nos había aparecido antes), corrió hacia nosotros con las cámaras de sus celulares apuntando a nosotros.

No teníamos escapatoria, teníamos que recibir a las chicas y poner nuestras mejores caras, ya que técnicamente les debíamos al menos una foto.

Bueno yo no, porque no estaban ahí por mí.

Cuando las chicas se posicionaron al rededor del morocho para sacarse fotos, aproveché para escaparme y meterme dentro del edificio.

Mi cabeza era un torbellino de emociones y pensamientos confusos, no sabía cómo asimilar las palabras de Trueno.

"Me parece que me gustas mucho, Mara".

Esas palabras se repetían una y otra vez, mientras caminaba por los pasillos de la discográfica en busca de Paulina. Ella era la única que podía ayudarme a solucionar mis problemas.

La encontré en la cafetería jugando al Free Fire, como siempre, y me senté a su lado, moviendo mis piernas de arriba hacia abajo impacientemente. Era cuestión de tiempo de que Trueno se diera cuenta de que me había ido y comenzara a buscarme y para ese entonces, tendría que estar ya lejos del edificio, en dirección a mi casa donde nadie me molestaría.

Mi amiga se dió cuenta de mi presencia y bajó el celular de su cara.

⎯ ¿Qué te pasa que te movés tanto? ⎯me preguntó mirándome fastidiada.

⎯ Vámonos a casa y te cuento.

Me levanté del asiento de la cafetería y la agarré del brazo para levantarla a ella también, no podíamos perder tiempo.

⎯ Paraaa, loca desquiciada ⎯ se quejó sacándome la mano de su brazo, caminando a la par mía⎯ . Oficialmente te volviste psiquiátrica.

Rodé los ojos y seguí caminando con velocidad hacia la sala de grabación en la que habíamos pasado gran parte de la mañana. Se encontraba vacía, com nuestros abrigos tirados en un sillón. Agarré mi campera y la de Pau, y finalmente nos fuimos del edificio, subiéndonos a un Uber que habíamos pedido momentos atrás.

Abrí la puerta del auto negro, y subí un pie cuando escuché mi nombre.

Giré mi cuerpo, temiendo que fuera justo esa persona a la que estaba evitando.

Mi morochito lindo. Mateo.

Y lo era. Era él.

Estaba caminando agitado hacia mí, con cara de preocupación como si algo malo hubiera pasado.

Me dije a mi misma que si seguía mirándolo, me terminaría dando pena y me quedaría con él para decirle que a mi tambien me gustaba mucho

Pero eso no era cierto. No sabía lo que quería, y por alguna razon yo había sido la que le había preguntado eso.

Subí al auto y le pedí al conductor que arrancara para mi departamento, haciendo el trayecto dolorosamente silencioso. Ni siquiera Paulina se había atrevido a preguntarme acerca de por qué la había sacado casi arrastras de la discográfica. Y en mi cabeza no paraba de recordar la imágen de Mateo corriendo hacia mi con esa carita de miedo, y sus palabras resonando por mi cabeza.

Mateo Palacios sería mi muerte.

Llegamos un rato después a nuestro edificio, y lo primero que hice al llegar fue tirarme en el sillón rendida.

El cielo se había nublado tanto como mi ánimo, y no me apetecía hacer nada que no fuera dormir, comer o mirar películas.

Levanté mi cabeza del sillón y miré a Paulina, que me observaba callada desde la punta del sillón. Bastó solo una mirada para que comprendiera que necesitaba helado y una peli en la tele. Me saqué mi abrigo y fui rápidamente a mi habitación a ponerme mi pijama.

Al volver a la sala, Pau me esperaba con dos potes de helado de dulce de leche granizado y Moana en la tele. Salté emocionada hacia ella y nos acomodamos para disfrutar de esos pequeños placeres de la vida.

A media película y casi un pote de 4 litros terminado, Pau me llamó. Pausó la película y dejó el helado sobre la mesita.

⎯ ¿Me vas a decir qué pasa?

Su voz siempre era fuerte y parecía que siempre estaba enojada, pero esa vez era suave y me daban ganas de llorar por alguna razón. La miré a los ojos y un suspiro tembloroso salió de mi boca.

⎯ Mateo dice que le gusto, Pau ⎯ le dije angustiada.

Alzó una ceja.

⎯ ¿Y eso es algo malo?

Volví a suspirar y mordí mi labio, encogiéndome de hombros.

⎯ La verdad no sé ⎯ me sinceré con ella. Subí mis piernas al sofá y las abracé mientras seguía hablando⎯ . No sé qué es lo que siento. No sé si siento algo.

Una sonrisa cruzó por su cara ovalada y me asusté. Paulina sonriendo en el medio de una charla sentimental, no significaba nada bueno.

⎯ ¿Qué? ¿Por qué sonreís así? ¿Que sos, el Guasón?

Nos reímos las dos, para después mirarnos serias.

⎯Mara, no podés ser tan mentirosa ⎯ me dijo sonriendo⎯ . Te morís por el pibe, pero no lo querés admitir porque tenés miedo de que te lastime como ya sabés quién...

La miré, apoyando mi pera en mis rodillas. A pesar de que no pensaba lo mismo, sabía que Paulina no decía las cosas por decir. Si Paulina Pons decía Misa era porque Misa era, y eso era una regla universal que debía ser respetada.

Además, ella siempre tenía las respuestas para todo y siempre terminaban siendo ciertas. No podía pretender que no tenía razón.

⎯ Pero si apenas lo conozco, no me puede gustar ⎯ le dije, mordiéndome las uñas de lo nerviosa que me ponía darme cuenta de que quizás Pau tenía razón.

Se encogió de hombros y agarró una cucharada del helado.

⎯ No necesitas conocer a alguien para que te guste. Y me parece que a ti él te gusta mucho.

𝙏𝙍𝘼𝙋𝙋𝙀𝙍; 𝘵𝘳𝘶𝘦𝘯𝘰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora