cinco

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No iba a caer en los jueguitos del chamuyero éste. Aparte, ni siquiera me conocía y me andaba bardeando, ¿ahora se cree que me lo voy a comer? Puta pero no tarada, dijera Cazzu.

Me salí del huequito en el que me tenía acorralada y le sonreí forzadamente.

—Tengo que encontrar a mi amiga Paulina —le dije.

Me miró, levantando una ceja, y asintió.

—Te ayudo.

Qué denso. Más vale que me ayude en serio, porque si intenta volver a comerme la boca, lo re cago a mangos, pensé.

Me agarró de la mano y empezó a caminar por la sala, buscando a Pau entre cada rinconcito del living. Como no la veíamos allí, me preguntó si estaría en la cocina.

Negué. Había estado allí hacia unos segundos, y no la ví entrar devuelta.

Me llevó a un pasillo que tenia un montón de puertas. Me dijo que abriera una puerta y él abriría la otra. Todas las puertas eran iguales. Blancas y lisas.

Abrí la primer puerta y me encontré con un cuarto de limpieza oscuro, no había nadie adentro. Cerré la puerta. Miré a Mateo y en la otra puerta tampoco había nada. Abrí la siguiente y para mí mala suerte, había una pareja besándose. Me disculpé y rápidamente cerré la puerta.

—¿Había alguien? —me preguntó Trueno al ver mi reacción.

Asentí.

—¿Era Pau?

—No, no. Eran dos hombres.

Trueno asintió y se dispuso a abrir la otra puerta que quedaba. Al abrir, nos encontramos con Paulina acostada como una bebé en una cama de lo que supuse sería el cuarto de invitados. Rápidamente me acerqué a ella, preocupada.

—¡Pau, te estaba buscando!

Se despertó y me miró con el ceño fruncido, rascándose el ojo con sueño.

—Estoy re cansada, Marita —me dijo con voz somnolienta—. Le pedí a Nicki que me dejara dormir y me metí acá.

Me levanté y le dije que en un rato cuando nos fuéramos la despertaba, y la dejé allí durmiendo.

Al cerrar la puerta, me reí. Trueno me miró y se puso a reír el también.

—Vos toda preocupada y tu amiga echándose una siesta en el cuarto de invitados —me dijo, riéndose—. Yo pensaba que estaría garchando.

Me reí más fuerte y le dí la razón. Yo también pensé lo mismo, pero Pau era Pau. Nunca se podía esperar nada de ella.

Despues de reírnos por un rato, nos quedamos en silencio y se me quedó viendo. Lo miré como preguntándole que qué miraba y me sonrió. Me agarró de la mano y me dijo:

—Vení, te quiero mostrar algo.

Lo seguí y caminamos entre la gente del living, pasamos por la cocina, y salimos hacia una puerta de vidrio que daba a un balcón. Abrió la puerta y me dejó pasar para después pasar él. Cerró la puerta de vidrio y sacó un faso de su bolsillo.

Me apoyé en una pared y lo miré atentamente mientras prendía su faso con un encendedor blanco.

Se me hacía tan atractiva la gente cuando armaba un faso o lo encendía. Me volvía loca, por alguna razón. Aunque no sabía si era por Trueno o porque me gustaba cuando hacían eso.

Encendió el faso, le dio un par de caladas y me lo dió. Se lo acepté con una sonrisa y le dí yo unas cuantas pitadas. Casi casi que le pongo nombre, pero el ortiva me lo sacó de la boca.

𝙏𝙍𝘼𝙋𝙋𝙀𝙍; 𝘵𝘳𝘶𝘦𝘯𝘰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora