treinta

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Abrir la puerta de mi casa fue probablemente una de las cosas más tristes de todo.

No podía dejar de recordar todos los momentos en los que llegaba al departamento y me lo encontraba en mi sillón, esperándome con galletitas para merendar. O cuando llegábamos del estudio con comida para compartir con Paulina, y después se quedaba a dormir y me hacía cosquillas en mi cama hasta dormirnos.

Se me partía el alma.

Aguanté un angustiado sollozo en mi garganta y entré silenciosamente al apartamento, con Paulina atrás.

⎯ ¿Estás bien, Marita?

Asentí, aún parada en la sala, con una mano acariciando el respaldo del sofá, tratando de no enojarme conmigo misma por haberme enamorado tanto de un gil.

No fue capaz de escribirme ni siquiera rogarme por perdón o lo que sea que hacen los infieles.

Con ese enojo creciendo de a poco en mi pecho, sustituyendo mi tristeza, fui derecho a mi cuarto y agarré mi computadora y mi cuaderno, y empecé a escribir, algo que había dejado de hacer tiempo atrás por culpa de la pavada en mi cabeza.

Pasé las dos semanas libres que tenía del tour encerrada en mi cuarto. Y en esas dos semanas lo que hice fue escribirle canciones y llorar, ni siquiera probé un bocado de comida a menos que Paulina me obligara a comer.

Podría haber pasado mucho más tiempo lamentándome como había hecho, pero un día Paulina y mi publicista Mario aparecieron en mi cuarto, se sentaron en mi cama y me miraron con pena.

⎯ Mara, tenés que alegrarte y seguir con el tour ⎯ me dijo Pau con voz suave, como si le hablara a un nene.

Mario asintió de acuerdo y se inclinó para agarrarme de las manos.

⎯ Sabemos que la estás pasando mal, pero tenés que seguir adelante con este proyecto porque si lo cancelas perderemos mucha plata.

⎯ Siempre podés cancelarlo, igual ⎯ rápidamente dijo mi amiga, tratando de hacerme sentir mejor.

Asentí distraídamente. No sabía qué hacer. Tenía el corazón agujereado, y la energía que había tenido en las primeras fechas de mi tour ya no existía más.
No podía sacar fuerzas de ningún lado si estaba tan triste y reventada, y no quería dar shows sin ganas y llorando en el escenario como una loca desquiciada, que era justo en lo que me había convertido.

Me tiré hacia atrás en la cama, y miré el techo por lo que parecieron siglos, mientras escuchaba la conversación en susurros que tenían Mario y Paulina sobre mí.

⎯ Paulina, no podemos dejar que cancele. Pusimos mucha plata en este proyecto, nos vamos a la ruina si abandona todo.

⎯ Pero Mario mírala como está, ¿qué querés que haga? Qué se suba al escenario así? Pensá las cosas.

⎯ La vida personal no tendría que interferir con el trabajo y lo sabés mejor que nadie. Todos tenemos problemas y laburamos igual.

Y con esas palabras, me levanté de mi cama y comencé a vestirme.

⎯ ¿Vamos al estudio, Pau? ⎯ le pregunté a mi amiga, ignorando la conversación anterior.

La morocha asintió confundida y comenzó a levantarse de la cama, Mario levantándose también.

Cuando salimos los tres del apartamento, Mario me frenó en mitad del pasillo agarrandome del brazo, y antes de irse por el ascensor me dijo:

⎯ Sea lo que sea que decidas hacer con el tour, recuerda la razón por la que lo hicimos en primer lugar. Ningun noviecito vale más que tu amor por la música.

𝙏𝙍𝘼𝙋𝙋𝙀𝙍; 𝘵𝘳𝘶𝘦𝘯𝘰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora