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Al mes ya estaba en Corea compartiendo con mis primos, ellos eran dos y tres años mayores que yo, pero igualmente nos entendíamos a nuestra rara y ortodoxa manera. En la casa de mi tía se hablaba fluidamente en chino y coreano, pero más en coreano por mi tío quien era coreano por nacimiento, por lo cual tenía que jugármela con los idiomas.

Mi padre me había regalado por mi cumpleaños número trece unas clases de coreano a petición mía y mi mamá había estado más que de acuerdo porque era un buen aprendizaje para mi futuro, ahora eso me servía de mucho estando aquí.

A veces me perdía un poco en lo que decían porque mi nivel no era tan alto, pero poco a poco les agarraba el hilo de lo que decían. Si no lo hacía rápidamente mi tía me explicaba en chino que decían o hacían, debo decir que los chistes y el humor coreano es algo raro, tal vez desabrido al principio, pero después te acostumbras. En esa casa se vivía a base de chistes en la cena y yo parecía un pequeño ventilador tratando de entender algunas cosas. Sería difícil acostumbrarme a eso, pero haría el intento.



El susurro de un destino escrito | HunHanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora