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Era un lindo día soleado. Mis hermanas corrían como caballos en prado, nadie en la casa podía esconder su emoción, todos menos yo. Parecía un maldito Grinch playero en tanga.

Teníamos una salida en familia que al parecer era obligatoria, iríamos a la playa a festejar el nuevo cargo de mi padrastro. Mi mamá se veía tan feliz que yo no podía dejar que mi mal ánimo la afectara. Por eso debía mantener mi sonrisa hipócrita así me doliera el rostro después.

Odiaba todo acerca de la playa. El horrible picor en los ojos por el agua marina, el sol insoportable, la mala señal y la arena que se te metía hasta donde no llegaba el sol. Mi cuerpo quedaba como brocheta rostizada y mis ganas de moverme morían siempre que salíamos a la playa, quería solo volver a casa y encerrarme en mi cuarto a escuchar música en la penumbra.

–¡Mira Han! – Gritaba eufórica Eli viendo como ya se podía ver la barrera de olas, ya estábamos muy cerca de llegar.

Ella también era parte del viaje y eso me hacía sentir peor, mis hermanas la adoraban y no podían esperar por jugar con ella dentro del agua. Yo me sentía como un cobarde mientras hacía ver como que todo era color de miel.

Pude ver como mi padrastro giraba un poco el espejo retrovisor solo para enfocarme en este, yo solo le di una sonrisa chueca. Él no me caía para nada mal, ni siquiera me molestaba que estuviera con mi mamá. Por el contrario, él la hacía muy feliz y para mí eso bastaba. Lo único que me traía de nervios con él era que me vigilaba de sobremanera, siempre al pendiente de mi como si me fuera a desvanecer de la nada.

Tal vez mi inmadura manera de tratarlo hace varios años contribuyó a eso, pero ya muy poco me importaba. Él me caía bien y cuidaba de mi mamá, mientras todo siguiera así no tenía razones para romperle su gringo rostro.



El susurro de un destino escrito | HunHanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora