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Sus oscuros ojos se posaban sobre mi mientras me traía el vaso de agua que esperé por una eternidad, según yo. Ya no éramos unos niños pequeños que se comunicaban por señas, ahora debíamos tratar de hablar como dos personas civilizadas y no como gorilas lanza popó, por lo cual ahora estaba en el pórtico de la casa de SeHun estudiando con él.

Repite después de mí, Hyung – Se sentía raro que un niño dos años menor que yo me estuviera enseñando un idioma en vez de ser al revés, pero no decía nada porque la verdad era hasta relajante ya que no me regañaba por equivocarme. – Mal

Mal – Repetí después de tomar agua.

Jae.

Jae. – Su sonrisa se ensanchó y anotó algo en una hojita de papel.

Jwo.

Jwo.

Volvió a anotar algo en lo que a mi parecer era una muy fea caligrafía y se volteó hacia mí. Yo aún no entendía muy bien el hangul por lo que no podía hacer mucho para saber que estaba escribiendo él. Mi lado chismoso se retorcía dentro de mi cada vez que no podía leer esos papelitos, y no se lo preguntaba a él porque sabía que no me respondería.

Bien, todo junto ahora – Lo escuché a medias y solo asentí – Malhaejwo.

Malhaechwo – La sonrisa en la cara de SeHun se derrumbó – ¿Esta mal?

Naaah...Ni tan mal. Podemos mejorar.

Siempre decía que todo podía mejorar, nada para él estaba mal, solo le faltaba práctica.



El susurro de un destino escrito | HunHanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora