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Argentina le miró cansado.
-Cana.... No estoy para eso- dijo el oji-marron volviendo a ocultar su cabeza entre sus brazos-
Canadá apretó los labios torciendolos hacía un costado pensando, y se dió cuenta de que no a todas las personas les anima el sexo.
- Está bien-tiró las bolsas hacía un costado sin importancia y se dirigió hacía en sillón en dónde estaba su novio- ¿Qué pasá?-
Al no recibir respuesta levantó con sus manos la cabeza argentina y comenzó a repartir cortos y rápidos besos por toda su cara, sacándole risas al sudaco.
Luego de esa sesión de risas y caricias reconfortadoras a Canadá se le ocurrió otra idea.
- ¡Tengo una idea!- dijo repentinamente el norteamericano sonriendo-
- No voy a coger con vos- contestó rápido Argentina, cambiando su semblante a uno serio-
- ¿Qué? ¡No!- respondió para luego comenzar con todo un drama fingiendo estar indignado, hasta qué aún sonriente le dijo- ¡Cocinemos juntos!-
Argentina se sorprendió, pero rápidamente su semblante cambió a uno más suave y en su cara se formó una tierna sonrisa.
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- ¡Nene quédate quieto!- gritó Argentina riendo mientras era agredido con harina-
La cocina estaba hecha un desastre, y más nuestros dos protagonistas, estaban cubiertos con harina y huevos, algunas veces llegaban a resbalarse con alguna yema de huevo en el piso y luego se burlaban uno del otro.
-¡Mirá como dejamos la cocina!- le dijo el sudaco entre risas-
Canadá sonrió enternecido, ver a su pequeño novio reírse luego de un mal momento le producía un sentimientos cálido y hermoso. Se acercó hasta el y lo rodeó por la cintura con sus brazos.
Los ojos de su amante captaron los suyos y sus sonrisas llegaban a complementarse al ver la del otro.
Ahora Argentina rodeó con sus brazos la cintura canadiense y este último acarició con sus dos manos las mejillas argentinas, con cuidado y con cariño.
- Sonríe mas seguido- declaró Canadá-
Argentina quedó embobado en esa sonrisa y en esos ojos, en esa cara, aunque estuviera cubierta de harina. Y cumpliendo la petición del portador de la hoja sonrió de la forma más sincera que su ser podía llegar a lograr.
- Me encantas-le dijo el canadiense depositando un beso en su frente para luego apegarlo a su pecho en un gran abrazo-
Argentina se descargó un su pecho, soltó su ser y dejó surgir las lágrimas, necesitaba un abrazo así.
