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Un canadiense alterado por la noticia entra en escena tirando las llaves del auto bruscamente en la mesa, por detrás le sigue el argentino tratando de explicarle la situación.

—¿Y que tiene si tengo hijos o no?, ¿Acaso es un impedimento para vos?.— gritó el argentino abrazándose así mismo.—

El canadiense río sarcástico ante la idea de dos pequeñas viviendo junto a ellos.

— ¿Creés que es un "impedimento" para mí, matarlas?.— aclaró en un tono demandante.—

Al argento parecieron darle escalofríos sus palabras, porque sabía, aunque se negaba, que Canadá podía hacerlo.
Si tenía que alejarse de ese hombre de ensueño para proteger a sus hijas, sin ningúna duda lo haría.

— Entonces lo nuestro se terminó acá, no aceptas a mis hijas, no me aceptas a mí.— habló el latino tratando de sonar autoritario, dándose medía vuelta con destino a salir de aquellas casa manchada de tonos "invisibles" carmesí.—

Sintió una mano rodearle la muñeca, giró su cara y contempló con sorpresa la expresión ajena.

Los ojos color cielo parecieron atravesarle, aquellos que daban la apariencia de estar arrepentido.

— No te vayas ¿sí?.....por favor, no me dejes, no tú.— habló implorante el norteamericano.—

Esa expresión era sincera, era una de las únicas veces en dónde Argentina pudo contemplar algo sincero en la persona que conformaba a su pareja, "no tú" ¿Que significaba éso?, Alguien le había dejado anteriormente, ¿Y por qué se veía tan lastimado?,el sudaco no lo sabía.
De un momento a otro sintió cómo lo levantaban, algo que lo exaltó debido a que estaba perdido en sus pensamientos.

Canadá suspiró mirándolo.

— Con hijos o sin hijos, aún te amo.— sonrió tranquilo mientras cargaba al latinoamericano en sus brazos para luego sentarlo en una de las sillas de la barra de la cocina.— Ahora, ¿Que quieres cenar?.—

Y así volviendo a empezar, compartieron una cena entre pequeños repartos de mimos y genuinas sonrisas.