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³²|ɪɴ ʏᴏᴜʀ ᴍɪɴᴅ|

- Nos vemos mañana love- se despidió Canadá tratando de darle un beso al argentino pero esté se aparto rápidamente-

Canadá suspiró y entrando devuelta en su auto desapareció de la vista del argentino.

¿Argentina había tomado una mala opción?
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Al día siguiente asomó su cabeza de entre las sabanas con el ceño fruncido ante las punzadas en su cabeza, migraña otra vez.

Puteo a todo lo viviente, incluyéndose, para ir a tomar un refrescante baño en su bañera.

Todo estaba silencioso, hasta que sintió como la puerta de entrada de abría, nadie tenía una llave de su departamento más que él.

Se desesperó por el miedo y se hundió bajo el agua con la esperanza de que aquel personaje que haya entrado a su casa no le vea.
Escuchó pasos cerca de el y...

-Hola- saludó de repente el canadiense de cuclillas en frente de la bañera-

Argentina sacó su parte superior de agua para poder respirar y a continuación insultar a Canadá por asustarle.

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Los dos se encontraban en la cocina desayunando cuando Argentina preguntó.

- ¿Me podés decir cómo mierda entraste?-

A lo que Canadá respondió.

- La recepcionista-

"Lo que la gente hace por una cara bonita", pensó el argentino.

Esa tarde fue pacífica, miraron películas y el argentino por fin permitió que Canadá lo besará, respetando el tiempo que Argentina quería.

Rieron y hablaron entre sí, sin toques o roces sexuales, solo palabras lindas y besos tiernos.

Argentina pensó "¿esté es el Canadá que conocía?".

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En la noche, ambos cenaron juntos en un restaurante lujoso, a pedido de Canadá, y luego al llegar otra vez a el departamento de Argentina, tomaron una pequeña taza de café amargo mientras compartían algunas anécdotas sobre sus vidas, se veían realmente como una pareja que disfrutaba de su tiempo a solas, reían sinceros a sus sentimientos y los expresaban libremente.

Ya llegaba la hora de despedirse para el canadiense, el cual no se quería ir, hacía pucheros tiernos con sus labios y bufaba diciendo "un ratito más" tratando de imitar el acento argentino.
Argentina accedía porque no se podía negar ante las súplicas de su nuevo novio.

Jugaron videojuegos juntos y hablaron otro rato más hasta que el reloj marco la 1:00 am, ya era tarde y ambos tenían que dormir.

Canadá se dirigió con pasó lento hacía la salida y se iban a despedir con un beso pero al portador de la hoja se le ocurrió una idea.

-¿Puedo dormir contigo?-

Le pregunto sosteniendolo por los hombros con una sonrisa de oreja a oreja.