➤ Epílogo

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Después de haber pasado tanto tiempo en esa cancha universitaria, Yoongi miraba a los cuatro jugadores que decidieron quedarse practicando. Algunos otros estaban de camino a los vestidores, otros ordenaban los balones esparcidos por ahí. Todos ya disfrutaban los últimos días del semestre.

Para Yoongi era imposible verlos jugar sin sentirse nostálgico por las veces que él también se quedó practicando hasta que se hizo tan tarde como ahora. 

Recordaba las veces que salió de entrenamientos para encontrarse con la oscuridad del cielo ya encima de él, acompañándolo en su silenciosa y placentera caminata de vuelta a los dormitorios con el ruido de la ciudad haciéndole compañía a sus pensamientos.

—No se queden hasta muy tarde sin comer —les dijo con las manos en los bolsillos, cerca de la entrada, listo para partir.

El nuevo capitán del equipo sonrió y negó. —Los cuidaré bien, Yoongi. No te preocupes.

—Ya sé. 

Yoongi estaba en proceso de irse, estaba abrigado para protegerse del frío del invierno, con su bolso colgando a un costado. A pesar de todo, estaba feliz de poder decirle adiós al lugar donde practicó tanto. Se sacrificó y lloró más de una vez en esa cancha, soltó sus buenas carcajadas, ayudó para que todos los que se esforzaban por dedicar sus vidas al baloncesto se lucieran en los juegos y tuvieran al menos una oportunidad de entrar al deporte profesional. 

Fueron buenos sus años ahí.

También les hicieron una buena despedida a todos los que egresaban, Yoongi se aguantó apenas las lágrimas. 

—Los iré a ver en algún juego, no les avisaré. Así que más les vale que jueguen bien siempre. 

Con sonrisas y muecas entretenidas, Yoongi movió la mano en el aire para despedirse una última vez. Los demás le dijeron que volviera seguro a casa, que se vieran pronto en algún juego callejero. Yoongi asintió, sabía que sería así. Ahora que estaba enfocado en Jimin y el contrato que estaba por firmar con Eternal era definitivo, podía planear mejor sus tiempos.

—¡Yoongi!

El alfa sintió las orejas de su lobo erguirse con emoción, girándose para ver a Jimin acercándose corriendo desde uno de los edificios del campus. Venía con una bufanda blanca, guantes y un gorrito azul. 

—¿Oh? —exclamó contento, sonriendo cuando pudo rodearle el cuerpo en un abrazo—. ¿Qué haces, ángel? Pensé que seguías en clases.

—Sabía que estarías aquí, salí antes —Tomó una honda bocanada de aire para regular su respiración, sus brazos alrededor de sus hombros, y le dejó un beso en la mejilla en forma de saludo—. Es el último día que vienes, no quería que te fueras solo al departamento. Me lo imaginé y se me apretó el corazón. 

Yoongi juntó las cejas y sonrió. —No es que la clase haya estado aburrida.

—Esa solo fue una pequeña parte. 

—Por supuesto —murmuró, acercándose a su rostro para sentir su nariz fría con la suya—. Pues gracias por preocuparte por mí.

—Cuando quieras.

Sonriendo, el alfa soltó su cintura para echar una mirada a los pocos que seguían jugando en la cancha, feliz de verlos divertirse. Recibió con alegría los dedos de Jimin enredándose con los suyos antes de comenzar al fin su camino. 

—Ah, y ya que estamos aquí. Deberíamos pasar a comprar la arena de Vinci. 

—Le compré una ayer, la dejé en el baño. 

FREE HUGS || YM || ~MilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora