Capítulo IV. Primer contacto íntimo.

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Cadáveres de un grupo de cultivadores blancos yacían en el suelo mientras Jiangzai dejaba caer gotas de sangre a lo largo de ella. Xue Yang los había visto llegar a ese pueblo y los asesinó cuando se dirigían hacia la casa de ataúdes. Llevaban el uniforme de la flor que chispea en medio de la nieve. Una peonía blanca adornaba el pecho de las tunicas ahora teñidas de sangre. Los dejó en el camino que conducía hacia al pueblo. Sabía que estos, con la ayuda del Amuleto de Tigre Estigio, los convirtió en marionetas, estos se movían en todas partes. Xue Yang, luego de haberse lavado y aseado, volvió al hogar de ataúdes. Encontró que ellos ya habían almorzado y se fue a la habitación. Sacó una de las pastillas y un vaso de agua, que había llevado desde la cocina, y tomó el efervescente. Cuando salió, ya había oscurecido, así que salió de la habitación y vio a A-Qing acomodando los platos de comida en la mesa y el Daozhang estaba en la cocina. La joven, al ver a Xue Yang, solo lo ignoró y fue ayudar al ciego. Al delincuente no le importó la actitud de la joven, se sentó y espero a que los otros también estuvieran en la mesa.

—Viniste— dijo el cultivador blanco, trayendo con él un plato de rebanadas de manzana—. ¿Dónde estabas?

Xue Yang pensaba que las rebanadas estarían mejor si tuvieran la forma de conejos, así como en sus recuerdos.

—¿El Daozhang se preocupa por mí?— dijo con picaría—. Me siento halagado.

—No mal entiendas la situación— habló, teniendo un leve rubor en las mejillas—. Lo pregunto porque eres mi prisionero.

Xue Yang solo rodó los ojos.

—Si prisionero es que esté caminando por el pueblo y te acompañe de cacería nocturna, que rara es tu definición de prisionero.

Lo había dicho con sarcasmo, pero Xiao XingChen le ignoró. Llamó a A-Qing y comieron. Xue Yang, con su cuchillo, empezó a hacer la forma de conejo en sus rebanadas de manzana.

—¿Qué haces?— preguntó el ciego.

—No pienso comer esta manzana sin forma— le dijo con sorna, para luego señalar el cuchillo hacia Xiao XingChen—. Además, le falta creatividad, Daozhang, no es acaso un alfa, ¿verdad?

Xiao XingChen solo apretó los labios. A-Qing quería arrojarle los palillos con los que comía fideos, pero Xiao XingChen habló.

—Si, lo soy— dijo, serio—. ¿Qué género eres, Xue Yang?

—Beta, por supuesto— mintió.

Eso le daría ventaja, además, no quería que se enterará que era omega, eso sería aplastar su orgullo.

—Entonces, ¿qué era lo que tomabas hace rato?— preguntó A-Qing, comiendo una rebanada de manzana.

Xue Yang quería sacarle los ojos y la lengua para que dejará de entrometerse en donde no le conviene.

—No puedo tomar agua, ¿verdad, mocosa?— dijo, enfadado.

A-Qing solo calló y siguió comiendo.

—Hoy irás de cacería nocturna, ¿cierto?— preguntó, desviando el tema.

—Sí, ¿irás conmigo?

—Sí.

Esa noche, salieron ambos, dejando a A-Qing al cuidado de la casa. Xue Yang puso un talismán de protección, bajo la autoridad del ciego, había dejado el Amuleto de Tigre Estigio en el cuarto junto a su caja de ropa. Lo había olvidado por completo. Al llegar a la entrada del pueblo, se dispusieron a ver la señal de Shuanghua. La vibración de la espada era demasiada, como si estuvieran rodeados de energía demoníaca.

Volviendo a ti para corregir mi errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora