Capítulo XXVII. Paternidad.

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Ya era el noveno mes, Xue Yang estaba ansioso, pues ya estaba en unos días de dar a luz y tenía mucho miedo. Xiao XingChen iba y venía del mercado y lo abrazaba en las noches, pues Xue Yang aún no podía dormir, por el movimiento del bebé y por algunas contracciones pequeñas que sufría, y lo acompañaba.

Al tercer día, Xue Yang y Xiao XingChen volvían luego de caminar un rato al río y el omega se sentó a descansar, mientras Xiao XingChen le llevaba un poco de agua y le quitaba los zapatos, para tallarle los pies, como hacía desde el tercer mes del embarazo.

—Iré al mercado— dijo, tallando con cuidado los pies hinchados de Xue Yang, eran finos que parecían de mujer—. ¿Quieres que te traiga algo?— preguntó, sonriéndole con calidez.

—Quiero arroz glutinoso— dijo, emocionado.

—Bien— se apartó de su omega y fue por la canasta de la compra, Song Lan estaba esperándolo, pues tenía que entregar algunas cosas a una tienda—. Ya me voy— se acercó a Xue Yang y le dio un beso en los labios, el omega lo abrazó del cuello, queriendo más de ese beso—. Ya vuelvo, A-Yang.

Xue Yang despidió a su esposo y fue a sentarse en el comedor, dibujando algo con un cuchillo que tenía en su mano.

—No puede ser que aún seas tan cachondo— dijo la niña, horrorizada.

—Ja, ya verás que así serás con el amigo de mi Daozhang— dijo, riendo con travesura.

Ella se sonrojó, preparaba un poco de ensalada con los vegetales que tenía.

—No es cierto— dijo, roja de vergüenza.

—Ya lo veremos— dijo, riendo de lado.

—Deja de decírmelo, idiota— dijo, enfadada—. Procrea a ese niño, espero y no se parezca a ti, por si es así— rodó los ojos—, pobre del pequeño...

—Mi bebé será lindo— replicó el omega—. Estás celosa porque tendré un bebé y tú no.

—No es cierto— dijo, aventando una zanahoria al joven.

Xue Yang la esquivó con suerte y la recogió, partiéndola a la mitad.

—Song Daozhang, quiero un hijo— jugó con las mitades de las zanahorias, uno más grande que el otro, como si fueran pareja—. A-Qing, esposa mía, te la meteré si me súplicas...

A-Qing estaba hasta colorada de furia y golpeó en la costilla a Xue Yang, haciendo que esté riera por ello. Pero se vio interrumpido por una contracción.

—¡Ah!— gritó, tomando con sus manos su vientre abultado—. ¡AH!

A-Qing rodó los ojos, pensando que era otra contracción pequeña, pero al revisar donde estaba el omega, vio cómo un charco de agua o, lo que sea aquello, se formaba en el suelo. Iba a nacer el bebé.

—Xue Yang— dijo, asustada.

—Ah, ¡Ah!— dijo, sosteniéndose de la mesa, queriendo llorar—. Daozhang, Daozhang— murmuró—. ¡DAOZHANG!

—Xue Yang, cálmate— trató de decir la niña pero fue sujetada de su muñeca—. ¡Ah! ¡Me lastimas!

—Me muero, no resisto— dijo, respirando con dificultad, estaba pálido.

Xiao XingChen iba por el camino de regreso a la casa de ataúdes y Song Lan hablaba sobre como podría avanzar con su relación con A-Qing, de la manera más atenta y dulce, aunque suene raro en él. Xiao XingChen le aconsejaba, mientras llevaba verduras y frutas en la canasta que sostenía con cuidado. Sintió una inquietud de repente, una ansiedad y un sudor frío le recorrió la espalda.

Volviendo a ti para corregir mi errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora