Capítulo XI. La prueba de Tiempo.

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Al abrir los ojos, se encontró con un espacio de oscuridad, roto por el reflejo de centenares de espejos. Todos estaban ordenados en diagonal y eran de cuerpo completo. Xue Yang sintió un resplandor detrás de él y vio un espejo diferente a los otros, un espejo negro con detalles plata con la superficie distorsionada.

—En ese espejo— empezó a decir una voz grave, la cual asustó a Xue Yang y se puso en guardia, trató de sacar a JiangZai, pero no halló la espada en su manga Qiankun—, verás tu vida pasada, una anterior y diferente a está. Tu espada te será devuelta si superas esta prueba— dijo con amenaza.

Xue Yang bufó, no confiaba en ese ser, pero debía de obedecer pese a todo. Primero la sorpresa que la anciana, a quien le había tomado algo de cariño, era una diosa de negro y ahora estaba ahí, no sabía que iba a sucederle, pero sería algo muy malo lo que sucedería, según su instinto de supervivencia.

—Atraviesa el espejo— ordenó la voz—. Descuida, no te hará nada— dijo, al notar que el joven dudaba en acercarse al dicho objeto.

Con un suspiro, atravesó el espejo, quien lo cegó de una luz muy brillante. Al enfocar mejor su vista, se dio cuenta que estaba en un lugar, que le pareció conocido. Era la taberna donde conoció el hombre. Quería pararse e ir a darle una lección. ¡Que gran oportunidad! Pensó. Pero su felicidad se vio interrumpida por el llamamiento del hombre y él empezó a moverse hacia él con ingenua expresión. Quiso retroceder, pero su alma estaba ligada a la de su yo niño, solo para sentir el mismo dolor de los golpes de ambos hombres y el mesero. Cuando siguió al hombre, el padre de Chang Ping, no paraba de gritar.

¡Vuelve, idiota! ¡No te dará dulces! ¡Es un impostor!— gritó con desesperación, no quería sentir el dolor ni la sensación de estar perdiendo un miembro de su cuerpo.

Al pasar por el episodio en donde el niño Xue Yang era aplastado en la mano por la rueda del carruaje, Xue Yang empezó a llorar. Estaba doliendo e incluso quedó sordo por el grito estruendoso de su pequeño yo. Luego, le seguían donde los hombres de Jin GuangYao lo golpeaban con el propósito de matarlo, le siguió el cruel final de su vida, cuando HanGuang-Jun lo apuñaló al corazón y era arrebatado de ahí, dejando el recuerdo más dulce y bondadoso de su vida solo para que viera, como la cinta de una película pasaba frente a él sus días hermosos y llenos de felicidad genuina junto a su estúpido ciego.

No has cambiado nada— pensó, sonriendo cómo un tonto, para luego volver a su expresión burlesca y sarcástica.

Al final, vio a su yo joven contándole su historia a Xiao XingChen, pero éste sólo quería hacerle entrar en razón, el otro solo renegaba. Hasta que oyó del propio XingChen decir:

—Xue Yang... Tu eres realmente... Realmente repugnante...

Xue Yang joven y el Xue Yang que miraba a través de él sintieron dolor, pero más Xue Yang omega, quien sintió su corazón hundirse cuando oyó la risa de su yo joven. Oyó cada palabra, cada risa y para terminar, las palabras dolorosas de Daozhang al saber que, quien enfrentaba ahora, era a su amigo hecho un cadáver feroz. Eso no lo conmovió en absoluto y sonrió. Al fin, el estúpido Daozhang negro había pagado lo que hizo y no dejaría que lo arrebatará de él. Él es mío, pensó con una sonrisa divertida y sádica. Pero su expresión se congeló al ver cómo Xiao XingChen cogía su espada. Oh, no.

—¡Estúpido!— grito al momento en que quería detener a Xiao XingChen—. ¡No lo hagas!

Iba a quitarle la espada, pero sólo su mano derecha traspasó la espada como una mano fantasma. Vio somo la colocaba en su cuello, donde estaba la aorta.

—¡Daozhang! ¡No!— gritó, como si con ello lo detendría.

Solo vio como dio vuelta la espada en su cuello y la sangre brotaba del mismo y caía al suelo. La risa del joven Xue Yang se detuvo y se acercó para mirarlo. Xue Yang sólo vio como su joven yo trataba de revivirlo con los conjuros demoníacos aprendidos por el Patriarca Yilling. Ya sabía que eso era en vano. No lo lograría.

Esto también era observado por el espíritu de Xiao XingChen, quien miraba a ambos Xue Yang, uno gritando mientras destruía la casa de ataúdes mientras el otro, solo observaba en silencio pero con la mirada pérdida. Xiao XingChen se miró a sí mismo, muerto y el joven Xue Yang llevándolo en su espalda, para atrapar los fragmentos de su alma. Luego vio a Xue Yang, el omega de quien se había enamorado y el que no le mintió cuando podía haber pasado todo eso.

—¿Qué opina de esto, Xiao XingChen?— preguntó el hombre de plomo, quien tenía un reloj de arena en su mano y usaba unos anteojos.

—Si tan sólo lo hubiera comprendido, no hubiera pasado esto...— dijo con tristeza y dolor.

Quizo tocar a su Xue Yang. Sí, su Xue Yang, pues sólo él podía hacer que amará, que sintiera la tristeza y crueldad del mundo y, al mismo tiempo, la felicidad infantil de sus bromas y chistes. No cometería esos errores, ya no. Tiempo sólo suspiró, no podía creer lo torpe e ingenuo que era ese joven taoísta.

—Los humanos son realmente impredecibles e ingenuos a la vez— dijo con una mano en la frente— pero también crueles y amables.

Xiao XingChen lo miró, solo deseaba que esto acabará. Todo lo que tenía que sufrir el chico ya lo tuvo, ahora sólo quería estar en la casa de ataúdes, oír a A-Qing gritar "Daozhang, Daozhang", que peleará con Xue Yang y que éste le permita dormir juntos en la estrecha cama de madera. Solo deseaba ser feliz con su pequeña familia. Si tan sólo pudiera incluir a Song Lan al panorama...

—Yo lo haré— dijo con decisión.

Tiempo lo volteó a ver, incrédulo.

—Lo que me propusó cuando llegué aquí, lo haré— dijo con una sonrisa.

—¿Por qué se empeña tanto en ayudar a este delincuente?— preguntó cómo si mirará a un loco.

—Porque...— sonrió de forma gentil—. Lo amo.

—Bien.

Tiempo solo asintió hacia Amor y esta entendió. La prueba final estaba por ser puesta en la mesa como carta de poker en medio de un juego, uno donde se jugaba la vida o muerte del chico.

Volviendo a ti para corregir mi errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora