Capítulo I. Sueño.

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Habiendo despertado, se encontró con un rostro que podía reconocer a distancia. Su enemigo Xiao XingChen. Ese al que destruiría lentamente. Se mantuvo alerta. Xiao XingChen le dijo que no temiera, que él lo salvaría y, siendo eso ventajoso, le agradeció. Cuando estuvo vendado, el sueño le invadió. No pudiendo contenerlo, se durmió cuando Xiao XingChen le llevaba comida.

En su sueño, se vio así mismo sonreír frente a un espejo. Se veía como el niño de siete años antes de perder su inocencia que le arrebataron en el día en que el carro pasó encima de su mano... Su mano... Miró su mano izquierda, descubriendo un caramelo duro. Feliz, quiso desenvolverlo y chupar su dulce sabor, pero antes de meterlo en su boca, miró de nuevo el espejo. Estaba llorando. No sabía la razón y le resto importancia.

Xue Yang

Esa voz. Se mantuvo alerta y sacó a Jiangzai de sus mangas y le apuntó. El Daozhang blanco sacó una bolsa de sus mangas y sacó de ésta, un caramelo.

Eres muy tímido, amigo— dijo, sonriendo con gentileza. Xue Yang desconfiaba que clase de truco quería conseguir con darle un caramelo—. No te preocupes, estas a salvo conmigo. Nos tienes a nosotros— señaló atrás de él.

Xue Yang miró esa dirección. Él vio a A-Qing con las mejillas manchadas de lágrimas de sangre, a Song Lan lo vio echo un cadáver feroz y luego miró a Daozhang. Este se sorprendió por la vista. Xiao XingChen tenía sus vendaje manchados de sangre mientras fluía sangre de su cuello. Le estaba suplicando.

Xue Yang, ¿por qué lo hiciste?— dijo, llorando aún más—. Te di todo de mí, hasta mi cariño y mi vida, estuvieron en tus manos y así pagas lo que te ofrecí.

Xue Yang estaba asustado, no entendía la razón. En vez de reír, sentía que las lágrimas caían de sus mejillas mientras el caramelo que tenía en su mano se tornaba negro y se deshacía.

Tú eres el culpable... Tú eres... Realmente repugnante— dijo con desprecio el ciego, quien le hundía Shuanghua en el pecho.

—Basta...— susurró, tapándose los oídos—. ¡BASTA!

De sus memorias pasadas, vio los días felices que pasó con Xiao XingChen y la pequeña ciega. Iban al mercado, hablaban durante sus noches de fogata, Daozhang les daba dulces e incluso, algo que le llamó la atención fue cuando, una noche, llegaba herido a la casa del ataúd. Olía a sangre y Xiao XingChen lo curó con vendajes y agua caliente, luego, lo abrazó con cariño mientras le susurraba "Todo estará bien, no te asustes".

—Si quieres que vuelvan esos recuerdos, no lo decepciones— le dijo una voz cálida.

Luego escuchó los insultos de A-Qing, diciéndole que por su culpa, murió Xiao XingChen. Aunque le sorprendió saber que la “pequeña ciega” en realidad no lo era. A lo último, vio como Xiao XingChen se suicidaba enfrente de él, cortando su cuello con Shanghua.

—¡Xiao XingChen!— gritó, despertandose y moviéndose de la cama, para luego gemir de dolor por las heridas.

El Daozhang blanco salió de su cuarto, tenía su espada en la espalda. Se le veía tranquilo. Avanzó al chico que salvó.

—¿Qué sucede?— preguntó, preocupado—. ¿Estas bien? ¿Tuviste una pesadilla?

El menor se sentó con sus manos abrazando sus piernas. Estaba asustado, pero por alguna razón, al ver al mayor lo hizo sentir bien.

—Nada... Solo...— trató de excusarse.

—¿Cómo supiste mi nombre?— preguntó el de blanco, interrumpiendolo.

Volviendo a ti para corregir mi errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora