Capítulo IX. Durmiendo con Daozhang.

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Xiao XingChen ya había remendado las ropas de ambos miembros de la casa cuando le entró el sueño y bostezó.

—¿Ya con sueño, Daozhang?— preguntó, divertido el chico.

—¿Ya tienes sueño?— preguntó el hombre de blanca túnica.

—Quería dormir con Daozhang, si es que quiere dormir— bromeó con crueldad.

Xiao XingChen, lejos de avergonzarse, se levantó de donde estaba sentado, dobló las ropas y las puso en la canasta que tenía a lado y camino hasta estar frente al joven y extendió su mano a él.

—Vamos a dormir, Xue Yang— dijo con naturalidad.

Xue Yang por poco y se iba de espaldas. No había hablado en serio.

—¿Por qué siempre caes en mis bromas?— trató de reír—. No me hagas caso, es sólo... ¡Te dije que no, imbécil!

Xiao XingChen lo había arrastrado hasta su cuarto. Lo empujó a la cama, el menor sólo lo miró con desprecio. El mayor se quito la túnica exterior quedando sólo en ropa interior.

—Daozhang, ¿Qué carajos quiere hacer conmigo?— dijo con odio aunque se notaba un poco de miedo en su voz.

—Sólo quiero dormir contigo— dijo, neutral.

Se acercó a la cama y se sentó. Su espalda blanca era manchada por la magnífica cabellera que caía de sus hombros como cascada y se soltó la venda de los ojos. Sus párpados estaban fuertemente cerrados y sus largas pestañas contrastaban bien con su blanco perfil de jade magnífico que se mostraba en la oscuridad de esa tormentosa noche.

—¿Así duermes con tu túnica puesta?— preguntó, curioso.

El delincuente le ignoró y se quitó la túnica y su ropa interior, quedando sólo en pantalón negro. Los dejó caer al suelo y se acostó en el lado izquierdo, dándole la espalda al mayor. Escuchó como el hombre mayor recogió su ropa y la dobló para dejarla en la mesa de dormir y se acomodó en su lado, queriendo abrazarlo.

—Daozhang— llamó con hartazo—. Dejé dormir en paz.

Pero sólo consiguió que el mayor pasará su brazo por su cintura y se le acercará en el cuello.

—Xue Yang— llamó en un suspiro.

El delincuente volteó, encontrándose con la cara del ciego. Estaba sonrojado y su frente estaba aperlada de sudor.

—¿Qué demo...?— exclamó.

Se vio interrumpido por el beso del mayor. Un simple roce, pero lo suficiente para hacerlo delirar. Xiao XingChen levantó el torso de la cama, sentándose en ella.

—Xue Yang, ven— llamó.

El omega obedeció, no es que fuera la marca que lo hacía, sino el hecho de que quería estar cerca de él. Lo abrazó y lo besó con necesidad. Xiao XingChen abrazó aún más fuerte a Xue Yang, provocando que ambos cayeran en la cama, Xiao XingChen estaba encima de Xue Yang. Xue Yang veía como el Daozhang era un desastre por el abrazo y besó una vez más los labios sonrojados del Daozhang. Xiao XingChen se dejó llevar por la emoción del momento. Su mano viajó por toda la espalda de Xue Yang, mientras la otra recorría cada cicatriz del joven delincuente. Se detuvo en las piernas del menor para luego, descender sus labios por todo lo que había tocado del pecho y torso del joven, quien gemía gustoso. Abrió las piernas y le dio pase al mayor hacia su entrada. El mayor sólo besó ambas piernas del chico y subió sus labios a los del delincuente para embriagarse de ellos. Las manos de Xue Yang rasguñaban la espalda de Xiao XingChen, sus uñas, siendo largas y afiladas como un gato, causaron heridas de rasguños en la espalda blanca y tersa del Daozhang.

—Mmm, Daozhang— gimió.

Xiao XingChen estaba a una gota de perder su postura, pero se compuso cuando Xue Yang arrimaba su cadera a la mano de él, quien tenía acariciando las piernas del joven. Estaba empezando a tener espasmos y ya tenía una erección en los pantalones. Xiao XingChen no sabía que hacer y no quería hacerle nada al joven, y él igual ya tenía una erección entre las piernas.

—Xue Yang, ya hay que detenernos— pidió, acariciando la mejilla del joven.

—Daozhang~— le llamó con voz cantarina—. Hágase responsable de sus acciones~.

Solo tuvo una idea, que implicaba no desvirginar al menor que tenía delante de él. Aún seguían abrazados y pegados como sanguijuelas.

—Xue Yang, no te tocaré— aclaró, temeroso—. Pero acércate aún más a mí.

Xue Yang obedeció y se sentó en la erección del Daozhang, aún estando en pantalones. Le molestó e iba a quitárselos pero sintió la mano del mayor, impidiendo su hazaña.

—Así está bien— dijo con dificultad.

Empezó a embestir con la ropa puesta al menor, haciendo que éste se autopenetrará y sólo se sostenía de la espalda del mayor. Gemía sin control, pero Xiao XingChen ahogaba esos gritos de placer en su mano.

—Despertarás a A-Qing— le regaño, aún no dejando de ayudarlo a subir y bajar de su erección.

Ya estaba mojado y no dejaba de besar los pezones del menor.

—¡A la mierda la mentirosa!— exclamó entre la mano del Daozhang—. ¡Ah! ¡Mierda!

Cerró los ojos, no quería ver el desastre en que estaba. Cuando paró, estaba cansado y con el pantalón mojado por el semen eyaculado y un dolor en la cadera por no tener el nudo después del sexo. Xiao XingChen solo respiraba con dificultad.

—Debemos bañarnos— dijo, calmando su respiración errática.

Lo bueno de tener un cuarto era que había un baño para sólo la persona que lo habitaba. Se bañaron juntos y no hubo una reanudación de los hechos pasados. Se vistieron y fueron a dormir. Xue Yang veía como Xiao XingChen dormía, abrazándolo de la cintura y con su brazo derecho siendo de almohada para su cabeza. Le agarró un mechón de cabello y lo olfateó, olía igual a como lo recordaba en su vida pasada, aunque no recordaba que fuera en este mundo sino en otro. No le dio importancia y se detuvo a mirar el pacífico rostro del mayor frente a él.

—Después de esto, no creo poder aguantar más— dijo, aún sabiendo que el otro no lo escucharía—. Te mataré cuando sea el momento, no deseo entregarme a ti ni a nadie.

Sonrió con demencia.

—Sólo tu puedes hacerme perder el control y no voy a permitir que me destroces...— dijo con voz lástimera—. No más...

Y cayó en un sueño profundo mientras era observado por los tres dioses, quienes habían estado observándolos desde el principio.

—Te lo dije— dijo Tiempo, quien miraba decepcionado a Xue Yang—. No cambiará ni siquiera con la dichosa prueba que quieres hacer.

—Funcionará, Tiempo— dijo Amor, quien miraba con lástima y dolor al menor—. Sólo está asustado y desesperado, siente que lo abandonará en cualquier momento...

—Yo ya tengo lista mi prueba— exclamó con entusiasmo Muerte.

—Yo igual, espero y funcioné— dijo con cansancio el dios de plomo—. Sino, su alma será quemada sin posibilidad de reencarnar— amenazó.

—Espero que sea una apuesta, si es así— dijo con diversión la diosa roja—, el que pierda tendrá que organizar, ya sea boda o funeral de los miembros de la casa de ataúdes.

—Hecho— dijeron ambos dioses, Tiempo y Muerte.

Mientras tanto, en el camino a la casa de ataúdes, un grupo de cultivadores blancos, conducidos por Su She, avanzaban para hacer regresar a Xue Yang o, en el peor de los casos, acabar con él juntos a los demás testigos, miembros del hogar de ataúdes.

Volviendo a ti para corregir mi errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora