Capítulo V. Destinados.

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Desde esa noche, Xiao XingChen evitaba a Xue Yang, cada que estos dos cruzaban miradas o se acercaban un poco, algo dentro de ellos quería unirlos. Xiao XingChen meditaba todos los días, para poder controlarse y pensar mejor. Xue Yang no salió para nada de la casa de ataúdes, pensando que esa misma sensación le recordó el día en que conoció a Xiao XingChen.

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Estaban en LanLing, Xue Yang había destruido un puesto y le reclamaban sobre ello. Sin embargo, al querer destruirlo por completo, apareció un cultivador negro, quien le hizo frente. Sin saber cómo, en medio de la pelea, sintió como sus sentidos empezaban a fallar debido a un aroma que le inundaba los sentidos. Si no hubiera sido por Jin GuangYao, quien lo defendió de ello, estaría con heridas más graves.

—Él tiene una personalidad excéntrica y aún es bastante joven. Excúselo, por favor— dijo, tratando de calmar la ira de Song Lan.

—En efecto, es bastante joven— dijo un cultivador blanco, quien se filtro a la conversación a pasos elegantes y silenciosos, para defender al mayor.

Aunque nadie lo hubiese notado, Xue Yang miraba que había en este cultivador algo que lo hacía temblar de emoción, algo que nunca le había pasado con alguien. Hilos de colores, los mismo que vio durante la pelea, señalaron al mayor de blanco, con su batidor de cola de caballo y su espada en la espalda. Sus gentiles ojos nunca se desviaron de los ojos gatunos de Xue Yang cuando hablaba. Por parte del menor, los ojos de Xiao XingChen lo debilitaba, como el poder de un dios contra la vida de un ser humano, lo hacía sentir muy débil, pero no lo demostraría. Para colmo, el maldito Daozhang frente a él, era un alfa de sangre pura, los últimos especímenes del género alfa. Por su parte, Xue Yang también era un omega de sangre pura. Lo que más odiaba de ser omega, era la debilidad que sentía cada vez que miraba a un alfa.

Me dices que soy joven, pero, ¿Qué tan joven eres tú?— dijo con hostilidad.

No importaba que lo mirará de una forma gentil, todos los malditos alfas son iguales. Cuando se hubieron marchado, los miro con desprecio.

—No importa que haga este cultivador de mierda, haré que pague igual que los otros que maté, sufrirá lo mismo— se dijo así mismo, mientras caminaba hacia el lado opuesto que tomó Jin GuangYao—. ¡Haré que su temple que tanto presume, se vaya a la mierda! Cuando lo encuentre... ¡No tendrá escapatoria!

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Sin embargo, ahora había pasado dos años desde que se conocieron. Aún reaccionaba a ese Daozhang blanco, y peor aún, esa sensación que le causó el beso de esa noche, aún seguía ardiendole, como si los labios de Xiao XingChen lo invitarán a probarlos de nuevo. Ya había tomado los supresores, pero aún seguía esa sensación. Odiaba sentirse así, débil y accesible hacia cualquier estúpido alfa. Lo más que le convendría era estar lejos del maldito Daozhang.

Con ese plan en mente, empacó sus cosas. Esa noche, la pequeña mentirosa y el Daozhang estúpido dormían, no fue a cacería nocturna y se quedó con ellos en la cena y acomodaron algunas cosas en la casa de ataúdes. Ya hecho esto, Xue Yang decidió que sería la mejor manera de despedirse, así que llamó a Xiao XingChen a su habitación.

—¿Para qué me llamaste, Xue...?— dijo, cuando entraba pero el menor lo sorprendió con un beso en la mejilla.

—Adiós, Daozhang— dijo, aún sus labios contra la mejilla del mayor.

Volviendo a ti para corregir mi errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora