Capítulo VIII. ¿Inicios de familia?

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Xiao XingChen se despidió de la anciana, quien pasó una semana en la casa de ataúdes, enseñando a la niña a cocinar y lavar, todo lo que debía saber una señorita de su edad. A-Qing era tres años menor que Xue Yang, lo que la convertía en una señorita. Xiao XingChen aún recordaba lo que le había dicho Xue Yang después de decirle que lo había marcado.

*****

—Yang Yang, cálmate— pidió la anciana, pues no quería que su querido nieto se descontrolará.

—No sabes las ganas que tengo de asesinarte— dijo con crueldad—, mereces pudrirte en una bolsa atrapa espíritus o nunca haber encarnado— saco todo su odio que guardaba, no sólo al mayor, sino a todos los que conocía—. ¡Te odio! ¡Muérete y nunca reencarnes!

El ciego sólo escucho los pasos apresurados del menor hasta que se perdieron en un portazo de la puerta principal.

*****

Nunca pensó que el menor fuera capaz de decir todo eso, pero lo que más le sorprendió fue que esas palabras crueles afectaron su ánimo. Estaba en la puerta de la casa de ataúdes, esperando por él menor, quien no había pisado la casa desde esa discusión y se preocupaba por alguna noticia homicida del chico. Añoraba al joven, aunque la marca lo hacía que siguiera a Xue Yang, no pudo hacerlo por la privacidad del chico. Quería enmendar lo que había hecho y disculparse con el joven. Tan sumergido estaba en su mente que no escuchó a la niña llamándole.

—¡Daozhang!— llamó la niña una vez más, sacando al ciego de sus pensamientos.

—Si, A-Qing— volteó la cabeza hacia el origen de la voz.

—La comida está lista— dijo desde la cocina.

Se dirigió a la mesa y tomó asiento, A-Qing estaba por servir el tufu que había preparado cuando Xiao XingChen captó los pasos del joven. Se levantó del asiento y fue hacia el origen de los pasos, quedando frente al delincuente.

—Xiao XingChen— dijo con frialdad.

El ciego se congeló, nunca había escuchado a Xue Yang llamarlo por su nombre de nacimiento ni de esa forma tan... ¿Ostil? Sonrió lo mejor que pudo, pero se borró de inmediato al oír al menor.

—Ahórrate esa sonrisa falsa y estúpida, suficiente tengo de ella— dijo, restándole importancia y se sentó frente la mesa.

Xiao XingChen hizo lo mismo, A-Qing les sirvió la comida y luego ella. Comieron en un silencio sepulcral e incómodo, tanto que se oía como los palillos capturaban la comida y el sorbo que se escuchaba de parte del menor. Al terminar, A-Qing recogió los platos y los lavó, mientras Xue Yang trasteaba la comida.

—Muy buena la comida de hoy, mentirosa— la halagó por primera vez, la chica sólo afirmó su halagó con un gruñido—. La anciana te extraña y quiere que vayas a aprender a cocinar con los demás aldeanos...

—No le hablarás al Daozhang, ¿cierto?— dijo, triste.

El chico se congeló por un instante pero su rostro reveló un matiz rojo en sus mejillas, se enfureció e iba a gritarle a la joven, pero ella lo interrumpió.

—Me cuesta aceptar que el Daozhang sienta algo por usted, está triste y muy callado, él no es así— dijo con pesar y miró a Xue Yang—. Haz algo, por favor.

Volviendo a ti para corregir mi errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora