Capítulo XVII. Historias dolorosas.

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Xue Yang se sentó otra vez en su asiento y picó la fogata con una vara. Miró el fuego mientras hablaba.

—Había una vez un niño que le gustaba comer cosas dulces, pero como no tenía padres ni dinero, no podía comerlos todos los días.   Un día, igual como todos los demás, estaba sentado en un tramo de unas escaleras perdido en sus pensamientos. En oposición a las escaleras, había una tienda de licor. Un hombre estaba sentado en una mesa dentro. Cuando vió al niño, le hizo un gesto para que fuera.

Xiao XingChen apretó sus labios. Era la historia que le había contado en el pasado y ahora la sacaba en la pelea con Song Lan. Esto no iba acabar bien y no quería que se descontrolará, tenía que detenerlo.

—Xue Yang— le llamó, tratando de detenerlo.

—Desconcertado e inocente, fue hacia donde le indicaban, pues no tenía nada que hacer. Ese alguien le apuntó un plato de pastelillos y le dijo: "¿Los quieres?" Por supuesto que los quería. Asintió tan rápido como pudo, así que el hombre le dió al niño un pedazo de papel y dijo "si los quieres, lleva esto a una cierta habitación en un cierto lugar. Te los daré después de que entregues el papel". El niño estaba muy feliz. Iba a poder tener un plato de pastelitos si entregaba el recado, y se lo iba a ganar por sí mismo. No sabía leer, así que solo tomó el papel y fue al lugar. Después de que abrieron la puerta, un enorme y musculoso hombre salió. Tomó el papel y lo miró, le dió al niño una cachetada tan fuerte que su nariz empezó a sangrar. El hombre tiró del pelo  del niño y preguntó "¿Quién te dijo que trajeras esta cosa?"

Xiao XingChen escuchaba, era exactamente lo que les había contado a él y A-Qing en su vida pasada. Song Lan escuchaba el relato mientras que apretaba los puños, no le pareció aquello muy propio de un hombre, más bien de un cobarde. A-Qing escuchaba muy atenta, sus ojos se enfocaba en Xue Yang y sus manos se apretaba con la zafrada de algodón que la cubría.

—Sintió miedo y apuntó la dirección. El hombre fue a la tienda de licor junto con el niño a quien tiraba de los cabellos. Sin embargo, el otro hombre ya se había ido. Y los pastelitos sobrantes también habían sido llevados por los meseros. El hombre estaba tan enojado que volteó algunas  mesas antes de irse furioso.

—Pobre niño— murmuró la niña, sin interrumpir el relato.

Xue Yang sonrió mientras echaba otra rama al fuego.

—El niño estaba realmente frustrado. Había llevado un recado para alguien, le dieron una paliza y fue tironeado del cabello de regreso. Casi le arrancan el cuero cabelludo. Por supuesto, no iba a dejar ir asunto sin sus pastelitos. Así que, le preguntó al mesero con lágrimas en sus ojos "¿Dónde están mis pasteles? ¿Dónde están los pasteles que dijo que iban a ser míos?". La tienda era un desastre y el mesero se estaba sintiendo bastante molesto. Cacheteó al niño unas cuantas veces tan fuerte que incluso sus oídos zumbaban y luego lo persiguió hasta la puerta para ahuyentarlo. Se levantó arrastras y caminó por un rato. ¿Y adivina qué? Coincidentemente, se topó de nuevo con el hombre que le había hecho entregar la carta.

A-Qing se había metido en la historia y Xue Yang pausó, pues estaba temblando de furia.

—Xue Yang— dijo Xiao XingChen, quien lo miraba con tristeza—. ¿Qué pasó después?

Xue Yang apretó los dientes y tiró una piedra que había en su pie, a la fogata, haciendo que de está salieran las pequeñas brasas de la leña.

—Hubieron más golpes y patadas...

—¿Eras tú, verdad?— preguntó Song Lan, quien miraba la fogata sin una pizca de emoción.

—Hmm— murmuró, mientras dibujaba algo en el suelo.

Volviendo a ti para corregir mi errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora