Capítulo VII. Instinto.

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Después de lo que pasó, Xue Yang solo comía cuando Xiao XingChen le llevaba la comida y éste se quedaba para que la comiera sin ataduras. Xiao XingChen solo escuchaba cuando Xue Yang comía o hacía algún comentario sobre el sabor de la comida, aunque había ocasiones que el omega tentaba al alfa con palabras sucias o los gemidos propios de un omega, pero el alfa sólo lo ignoraba aunque Xue Yang veía como se reprimía apretando los puños de sus muñecas mientras su rostro no mostraba nada de sus sentimientos. Mientras tanto, A-Qing se encargaba de vigilar la puerta de Xue Yang cada que no estaba el Daozhang, o iba hacer cualquier mandado o recado que pidiera el ciego.

Un día, no soportando más el cautiverio y Xue Yang empezó hablar.

—¿Irás de cacería nocturna?— preguntó, comiendo el tofu que le llevó A-Qing mientras Xiao XingChen remendaba las ropas de Xue Yang.

—¿Qué planeas?— preguntó, después de lanzar un suspiro de cansancio.

—¿Siempre piensas que es para que escapé?— preguntó, divertido.

—Xue Yang...— dijo, su mano viajo hacia el mentón de Xue Yang para acercarlo a él.

El omega se dejó llevar, quería tenerlo cerca pero también era muy terco para aceptar que sentía extrañas cosas cada que el ciego lo tocaba de esa manera y también se reprimía de desearlo tanto.

—Regresaré cansado, así que te cuidará A-Qing en mi ausencia— dijo al cortar el hilo de la túnica del delincuente.

Se retiró mientras Xue Yang maldecía al ciego y hacía berrinche. Al anochecer, Xiao XingChen fue al cuarto de Xue Yang, pero al llegar a la puerta, sintió dolor de cabeza muy fuerte que hizo que lo derribará antes de abrir la puerta. Su celo había empezado y era extraño, pues nunca lo tenía tan pronto, aún faltaba para ello. Se le había delantado y todo por...

—Xue Yang— susurró mientras abría la puerta, donde el joven omega estaba acostado con las piernas abiertas.

Xue Yang, al verlo, sonrió con amargura.

—¿No que iba de cacería nocturna? A-Qing iba a vigilarme, ¿lo olvidó?— preguntó con los brazos cruzados—. Y ahora está aquí, el Daozhang no sabe que es palabra.

Pero el alfa no lo escuchaba, se acercó a él, sólo la cama los separaba. Olfateaba el aroma del omega, dulce, y sus oídos captaban la ansiosa respiración del mismo.

—Daozhang.

Xue Yang no supo que pasó en el siguiente segundo, sólo para verse presionado en la cama con el Daozhang encima y oliendo su cuello. Al notar el olor que desprendía el mayor, supo que este no estaba en sus cabales, estaba en celo.

—Daozhang~— gimió con una sonrisa maliciosa—. ¿Qué quiere el Daozhang de este humilde prisionero?

Xue Yang movió una de sus piernas causando un roce en la entrepierna del mayor. El mayor gruñó ante el toque.

—Xue Yang...— gimió, envuelto en el aroma dulce y empalagoso del menor.

Rió con malicia el chico.

—Daozhang... ¡Auch!— exclamó, abriendo en grande sus ojos.

El alfa lo había mordido, lo estaba marcando como suyo. Se le había salido de las manos la situación, definitivamente no debía de acabar así. Una vez que el lazo o la marca de parte del alfa esté en el omega, estos formarían una familia y no se separarían nunca. Empezó a empujarlo, pero el mayor solo presionó aún más la mordida sobre la aorta del omega.

—¡Ah! ¡Maldito!— grito, furioso—. ¡Déjame! ¡Imbécil!

El Daozhang solo lo presionó aún más sobre la cama. Levantó la cabeza y frunció el ceño y sus labios se mostraron con una sonrisa, no las gentiles que daba, sino una parecida a las que le daba Xue Yang a los mercaderes. El joven sólo gimió en  debilidad, no podía contra la fuerza de ese alfa. Xiao XingChen estaba a punto de quitarle el pantalón y tomarlo ahí mismo.

Volviendo a ti para corregir mi errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora