DOS

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La segunda vez que Wanda volvió a caer ante Barnes, Natalia detuvo el entrenamiento. La charla del día anterior no había servido de nada. La castaña seguía sin querer lastimar al hombre. Sus débiles intentos comenzaban a fastidiar a la pelirroja.

―Wanda, quiero que lo golpees como si fuera una bolsa de box. Usa toda tu fuerza, Barnes. Vamos, de nuevo.

Se cruzó de brazos y caminó alrededor de ellos mientras observaba el encuentro.

―Es suficiente. Hoy entrenarás conmigo. Puedes irte, Barnes.

―Lo intenté ―se disculpó la castaña, una vez que se quedaron solas.

Natalia la observó con reprobación. Tendría que enseñarle una lección a la sokoviana.

―Si un requerimiento impuesto por Strucker no fuera que tengas que vencer a Barnes, lo quitaría para siempre de los entrenamientos. No me gusta perder el tiempo y parece que todavía sigues con esa idea de que estás enamorada de él.

―¿Tan difícil te parece creer que lo quiero?

―Sí, no lo conoces. No han hablado en todo este tiempo. 

―No puedes saber eso.

―Por supuesto que sí, niña. He charlado con él, no me dijo gran cosa sobre ti.

Maximoff frunció el entrecejo.

―No soy una niña.

―Actúas como una. Si entendieras lo que trato de mostrarte, todo será más fácil en el futuro.

―Somos muy diferentes ―replicó.

La pelirroja soltó una risa irónica.

―Yo he visto el mundo y tú parece que has leído demasiados libros de cuentos de hadas ―suspiró pensando en otra estrategia más sutil―. Si será beneficioso para tu entrenamiento, puedo ayudarte a conseguir a Barnes. Caerá ante ti si haces exactamente lo que te diga.

Wanda pareció pensarlo unos segundos antes de negar con la cabeza.

―No lo conoces.

―Es hombre, no puede ser tan diferente a los demás.

―No creo que salga nada bueno de eso.

―Entonces le insinuaré que te invite a tomar algo ―caminó en dirección a la salida.

Se detuvo al sentir algo extraño en su muñeca derecha. Wanda la había detenido con sus poderes, rodeándola por encima de la mano con el humo escarlata para impedir que fuera más lejos. La presión cedió en un minuto.

―Todavía no lo controlo bien ―se encogió de hombros.

Natalia hizo una mueca.

―Déjame entender esto. No quieres invitarlo a salir y tampoco quieres que yo le hable de ti.

―¿Por qué no puedes dejar todo como está? ―inquirió molesta.

―Porque estoy aquí para entrenarte y no podré hacer bien mi trabajo si no abres los ojos.

~<>~

Romanova observó su atuendo en el espejo. El vestido negro que había elegido no era demasiado escotado ni muy corto. Se puso algo de labial rojo y salió de su habitación. No podía abandonar las instalaciones hasta que llegara su primer día libre, así que tenía que ingeniárselas.

Buscó a Barnes en su habitación, pero no había nadie allí. Entonces fue hasta la sala que estaba acondicionada para que cualquiera pudiera usar las computadoras sofisticadas y otros equipos electrónicos. La pelirroja se recostó contra el marco de la puerta cuando lo vio concentrado en la pantalla.

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