VEINTIOCHO

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Steve despertó al escuchar movimiento en la casa. Natasha seguía dormida a su lado, así que debía tratarse de su hija. Al mirar por la ventana vio que ya era de día. Decidió levantarse de inmediato al no querer dejar a una niña de dos años haciendo de las suyas en la casa. Tomó sus pantalones y su remera del piso, se los puso antes de salir de la habitación.

Zoe estaba yendo de habitación en habitación, arrastrando un juguete que se había atascado entre los cabellos de la muñeca que sostenía.

―Buenos días, ¿a qué se debe tanto alboroto?

―¡Papi! ―corrió hacia él―. Estoy buscando a mami.

―Ella está dormida en la habitación de atrás ―explicó notando que la niña estaba descalza.

―¿Por qué?

―Fue a dormir conmigo porque tenía frío ―respondió mientras la niña jugaba tocándole la barba.

―Mamá dijo que no dormían juntos porque ella patea.

―Sí, eso también pasa.

Steve la cargó en brazos para llevarla hasta su habitación y ponerle las pantuflas.

―¿Tienes hambre, hija?

Zoe asintió.

―¿Qué te parece si me ayudas a preparar el desayuno y se lo llevamos a tu mamá?

―¡Sí!

Steve la sentó en la mesada de la cocina para lavarle las manos. Luego, acercó todos los ingredientes necesarios para hacer la masa de panqueques y los puso en recipientes más pequeños para que su hija las fuera agregando en el bol de vidrio más grande. De esa forma, la hizo sentir que estaba ayudando en la cocina.

Natasha despertó varios minutos después. El sonido de las risas de Zoe y Steve llegaron hasta ella. Se sentó en la cama, buscando con su mirada su vestido y su ropa interior. Decidió que sería mejor usar una sábana para ir hasta su habitación. Tomó la que la cubría y la pasó encima de sus hombros hasta tener los bordes a los lados y unirnos por delante suyo.

Al abrir la puerta, el aroma a panqueques hizo que se le antojara desayunar.

―Buenos días ―saludó al pasar cerca de la cocina.

Zoe se acercó todavía en pijama.

―Buenos días, mami. ¿Todavía tienes frío? ―inquirió al verla cubierta con la sábana.

Natasha la observó con expresión confundida.

―¿Frío?

―Papi dijo que fuiste a dormir con él porque tenías frío.

―Claro, la cama de papá es calentita.

Miró el reloj colgado en la pared. Faltaban pocos minutos para que tuviera que llevar a Zoe a la guardería.

―Nos tardamos más de lo que planeé ―comentó Steve aproximándose en busca de la niña―. Vamos Zoe, regresa a comer todo tu desayuno.

―Sí, papi.

La rusa fue hasta el dormitorio de su hija para apartar la ropa que utilizaría ese día. Escogió algo rápido y lo dejó extendido en la cama. Steve se asomó a ver lo que hacía.

―Tardaré unos minutos en prepararme ―señaló al ver que la observaba.

―No te preocupes, yo la llevaré a la guardería. Tú puedes desayunar lo que cocinamos.

―Eso me ayudaría mucho, gracias.

El hombre regresó rápidamente hasta el comedor para vigilar que Zoe estuviera comiendo el desayuno sin problemas. La silla alta para niños hecho de madera era muy práctica. Natasha le había enseñado que podía transformarse en una silla baja con una mesa en frente a su nivel. Para esa mañana, él había preferido esa opción más simple para que Zoe pudiera sentarse sin que él la subiera.

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