CINCO

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Natasha se acercó a la zona de las bicicletas estáticas del gimnasio cargando dos botellas de agua.

―Creí que tendrías algo de sed ―le arrojó la botella a la mujer de cabello negro que estaba ejercitándose en una de las máquinas.

―Gracias ―Hill aceptó el agua y se quitó los auriculares―. ¿No deberías estar en una misión? Oí que te fue bien la semana pasada.

La pelirroja se subió a la bicicleta y acomodó su botella en el compartimiento delantero.

―Me fue bien, pero hice algo que el capitán América desaprobó ―rodó los ojos―. Aunque no me han dicho nada oficial sobre el tema... Estoy segura de que recomendó que me dejaran un tiempo sin misiones.

―¿Por qué lo dices?

―Por sus aires de grandeza. Lo estuve observando cuando vino al edificio.

―Es otro hombre cuando está trabajando ―comentó María―. Es atractivo y varias agentes aquí quieren salir con él.

―¿También tú?

Hill hizo una mueca.

―¡Ya lo hiciste! ―asumió la pelirroja―. ¿Cómo es en la cama?

―Pues he tenido mejores experiencias, si soy sincera.

―Es una pena. Dime ¿qué hacen para divertirse cuando no hay misiones?

―Hay un bar a unos minutos de aquí. Los viernes está repleto de agentes. Suelen hacer apuestas en el ring a la mañana y luego el perdedor paga las bebidas.

―Tal vez vaya algún día de estos.

Natasha y María habían coincidido varias veces en el gimnasio. No eran amigas, pero la pasaban bien en compañía de la otra.

―¿Puedo darte un consejo? ―inquirió la agente de cabello negro.

―Adelante.

―Habla con Fury. Menciona que estás lista para otra misión. Le gusta que sus agentes tomen la iniciativa.

―Te lo agradezco. Esta misma tarde iré.

―Está de buen humor después de su café de las una.

~<>~

Natasha acomodó bien su blazer antes de que la voz artificial del elevador anunciara que llegó al piso que deseaba. Quizá estaba vestida muy formal al llevar un vestido blanco y un saco marrón encima. Quería dar una buena impresión. Se suponía que tenía que estar cerca del capitán América para cumplir con su misión de vigilarlo.

Cuando descendió del elevador, se topó con la figura del supersoldado, quien estaba esperando para bajar. Natasha lo saludó con un simple asentimiento mientras que él se limitó a pronunciar su apellido. Ninguno amagó a intentar iniciar una conversación.

La mujer reconoció en sus adentros que el hombre olía bastante bien. Tampoco podía negar el atractivo del supersoldado. Sus manos eran grandes y tenía musculosos brazos que podrían permitirle cargarla y soportar más de una posición convencional en la cama. Era una lástima que el rubio no fuera muy habilidoso en ese aspecto.

Sacudió la cabeza y se acercó al escritorio de la derecha. La secretaria de Fury le informó que el jefe ya la estaba esperando.

―Buenas tardes, señor.

―Agente Romanoff, ¿qué necesita? ―Con un ademán le indicó que podía sentarse.

―Ha pasado una semana sin que se me asignara una misión. Con todo respeto, merezco saber si estoy siendo castigada por algo.

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