OCHO

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Tony Stark caminó de un extremo a otro, intentando frenar las inmensas ganas que tenía de hacer un chiste sobre lo que Steve le había contado. Se estaba esforzando porque le había prometido a su amigo supersoldado no burlarse. Juntó sus manos y las puso bajo su mentón.

―Tony... ¿Por qué demoras tanto en responder? ―Steve se impacientó.

―Es algo difícil cumplir con la primera parte de lo que me toca, la de no utilizar lo que hablamos aquí para decir alguna frase inteligente y graciosa. Ya se me ocurrieron diez formas diferentes de tomarte el pelo y estoy tratando de controlarme.

El capitán asintió y abandonó su postura recta en el sofá, recostándose contra el respaldo, intentando no ponerse más nervioso de lo que estaba.

―Ya ―dijo el castaño después de unos minutos―. Ahora ¿al decir que no estás haciendo las cosas bien te refieres a que no puedes erguir el mástil? ―cerró su puño derecho con toda su fuerza para infringirse dolor y evitar soltar una carcajada.

Rogers tardó unos segundos en comprender la pregunta. Negó con la cabeza rápidamente, intentando mirarlo lo menos posible a los ojos. Esperaba que faltara mucho para que su compañero lo abandonara en alguna expedición.

―Se me ha hecho saber que mi técnica en la intimidad no es muy buena ―pasó una mano por sus cabellos rubios, sin lograr relajarse siquiera un poco―. Creí que había cosas que no se practicaban, pero me equivoqué.

Stark le dio la espalda por unos segundos para poder sonreír abiertamente. Era demasiado difícil permanecer serio, pero quería ayudar a su amigo. Y aunque no lo admitiera, se consideraba afortunado de que Steve hubiera recurrido a él para tratar un tema tan privado.

―¿Cuál es tu objetivo?

―No comprendo, Tony.

―Dependiendo de tu respuesta, puedo pensar en la mejor forma de ayudarte. Verás, podemos usar la analogía de la niña gorda, con frenos y lentes a la que rechazan por su apariencia y, que regresa bella y empoderada al baile de graduación, buscando su turno de vengarse de los que alguna vez la hicieron sentir mal.

―No busco ninguna clase de venganza.

La expresión del hombre en su sofá le hizo rodar los ojos.

―¿No? Es la opción que elegiría.

―Solamente busco mejorar. Estoy agradecido con la mujer que me habló del tema. Sé que no fue sencillo. Quizá no habría sabido la verdad si ella no hubiese estado bajo la influencia del alcohol.

―Bien. Tienes la opción uno, contrataremos a una linda señorita que te enseñará con lujo de detalles como se satisface a una mujer ¿no era ese el objetivo de los padres al llevar a sus hijos a los burdeles? ―se preguntó en voz alta―. La opción dos consiste en explicarte lo que debes hacer con la ayuda de J. A. R. V. I. S.

―Me sentiría más cómodo con la segunda opción. Planeo seguir buscando a una mujer especial que aspire a lo mismo que yo.

―Está bien. Ya escuchaste J. A. R. V. I. S., prepara material para comenzar con mi clase. Quiero la proyección de cuerpo completo de un maniquí de mujer para hablar con el pudoroso capitán. Lección uno: zonas erógenas. 

Steve tragó grueso.

~<>~

El siguiente viernes, Hill insistió en que Natasha la acompañara al bar. La pelirroja no había podido participar en la competencia de lucha en el ring por estar encerrada en una oficina, perfeccionando un polígrafo con uno de los técnicos especialistas en ese tipo de artefactos. Ya casi habían terminado, después tendrían que testear el resultado con Fury.

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