NUEVE

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Tres días después, Romanoff vio que le asignaron otra misión con Steve como líder de equipo. No tenía ganas de verlo, pero no podía alejarse demasiado. Respiró hondo y fue a buscarlo hasta la sala de entrenamientos. Tenía que saber que tan difícil sería manipularlo.

Al llegar al gimnasio, tres agentes observaban desde lejos como el supersoldado golpeaba la bolsa de boxeo especialmente diseñada para su uso. Todas lucían perfectas, dejando en evidencia que no estaban allí para ejercitarse, sino para aprovechar la ventaja visual de sus ajustados conjuntos para entrenar.

―¿Hay algo bueno que ver? ―preguntó fingiendo no haber deducido sus intenciones.

―Holly dijo que salió con Rogers y le dio la mejor noche de su vida ―comentó una de las agentes.

―¿Rogers? ―inquirió incrédula.

―Eso dijo ―contestó otra.

―Necesito hablar con él sobre una misión ¿me permiten unos minutos?

Las agentes se retiraron, dejando a la pelirroja acercarse al supersoldado. Se veía realmente atractivo con el sudor corriendo por sus musculosos brazos. Frunció el entrecejo. Que él se viera bien no la haría olvidar que había arruinado su noche de viernes. Si bien era cierto que Steve no había provocado la discusión que había tenido con Rumlow, esta se hubiera evitado si hubiesen obtenido lo que querían en la camioneta.

El rubio detuvo sus golpes cuando la vio mirarlo con los brazos cruzados y una expresión bastante seria.

―Romanoff, la reunión será en unas horas.

―Necesito hablar contigo ―espetó.

El capitán asintió, comenzando a quitarse los guantes. Tenía intenciones de explicarse por el suceso del estacionamiento fuera del bar. Los días anteriores no había tenido la oportunidad de hablar con la mujer. Había esperado encontrarse con la pelirroja sin tener que buscarla.

―Quiero hablar sobre el incidente de... ―comenzó, pero ella lo detuvo.

―Puedes ahorrarte las disculpas, capitán. Solamente vine hasta aquí para pedir que elijas a otro agente en mi reemplazo.

―¿Estás incapacitada?

―Enfadada y muy indignada por la violación a mi privacidad. Te aseguro que no seré buena compañera en esas condiciones.

―No fue mi intención invadir tu privacidad. Estaba verificando que no hubiese peligro cerca ―dijo avergonzado.

―¿Tengo que creer que solamente nos viste un segundo y no todo el tiempo que estuvimos allí?

―¿Por qué mentiría?

―Para salvar tu reputación.

La expresión del rubio cambió de arrepentimiento a enfado.

―Siempre soy sincero, Romanoff ―aclaró.

Natasha pareció pensarlo mejor. Quizá estaba siendo demasiado dura con él.

―¿Estás verdaderamente arrepentido? ―elevó una ceja.

―Así es.

―Se me ocurre que una forma de demostrarlo es cediendo un poco en esta misión.

―Si hago eso ¿podrás olvidar ese incidente?

―Lo intentaré con ganas ―prometió.

La expresión del hombre dejaba en evidencia que ella no tendría que insistir mucho para conseguir lo que quería. Con el poco tiempo que había pasado a su lado, ya podía manejarlo.

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