TRECE

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Se suponía que ese día viernes irían al bar a reunirse con los demás agentes de SHIELD. El problema estaba en que no podían apartar sus labios de los del otro para más que respirar lo necesario y seguir. A Steve le había encantado el nuevo vestido de la pelirroja. Casi enloqueció cuando le mostró el negligé a juego que venía con la prenda.

Las manos de Steve recorrían los muslos de la rusa, atendiendo a la orden de ella de no romper su ropa interior nueva.

―Te ves muy atractivo con esta camisa. Resalta el color de tus ojos ―dijo al bajar sus labios al cuello del supersoldado.

―Gracias.

―Es una lástima que tenga que desaparecer ―comenzó a desabotonar la prenda azul.

Dejó besos largos a medida que la piel del musculoso pecho iba exponiéndose.

―Deberíamos salir en cinco minutos ―La voz ronca del capitán hizo que Natasha sintiera que se humedecía más.

―Podemos hacer esto rápido ―propuso levantándose y desanudando el moño en su nuca.

El vestido cayó al piso. Ella lo levantó de inmediato y puso encima del respaldo de la silla cercana. Movió las caderas a los lados, tarareando una melodía mientras sus bragas de encaje se deslizaban hacia abajo. Steve no había alcanzado a ponerse los pantalones, así que no tuvo que levantarse para hacerlos a un lado. Subió más a la cama para esperar que ella se uniera.

―¿Qué tan rápido lo quieres? ―inquirió cuando ella se acomodó a horcajadas.

―Lo suficiente para disfrutarlo juntos.

Rogers la tomó de las caderas para elevarla un poco y poder poseerla por completo. La pelirroja llevó la cabeza hacia atrás y él la sostuvo mejor cerca suyo. Estaba tan mojada que no tardó en comenzar a moverse. Natasha guio el encuentro cuando encontró el movimiento adecuado para hacerlos gemir mientras disfrutaban. Steve estaba demasiado excitado, temía correrse demasiado pronto. Con los movimientos de ella, no pudo hacer más que observarla mientras la sostenía.

Romanoff comenzó a sentir que estaba cerca de llegar. El capitán llevó su cabeza hacia uno de los pechos y lamió el pezón humedeciendo la tela que aún lo cubría. Atendió uno y luego el otro.

De repente, un crujido bastante fuerte se escuchó, alertándolos. Steve atinó a tomarla de las caderas y levantar sus brazos para sujetarla hacia arriba. La parrilla de la cama cedió, con los pedazos de maderas rompiendo el colchón. El hombre terminó en el piso mientras que la rusa se sostuvo de sus brazos. Ella bajó los pies con cuidado y bajó del colchón. Le pasó la mano para ayudar al rubio a ponerse en pie. El supersoldado gruñó al sentir que se había lastimado.

―¿Estás bien? ―preguntó Natasha.

Steve asintió, llevó una mano a su trasero sintiendo un líquido tibio. Romanoff fue por el botiquín al ver la sangre. El hombre hizo el colchón a un lado para ver el estado de la estructura de soporte. La parrilla estaba destrozada.

―Vamos al sofá ―pidió la mujer―. ¿Prefieres acostarte o estar parado?

Él eligió la segunda opción. Entonces la pelirroja se sentó en el sofá para estar a la altura de la zona afectada del supersoldado. Algunas astillas se habían incrustados en la piel de su trasero. Usó un algodón para limpiar la zona.

El capitán giró la cabeza al sentir que ella se detenía. La vio con el rostro pegado al hombro, intentando disimular una carcajada.

―No es gracioso.

Natasha movió la cabeza a los lados y se disculpó. Dejó varios besos en la zona donde no había heridas. Minutos después, el trasero del capitán ya estaba cubierto con gasas ajustadas en su lugar con cinta adhesiva quirúrgica.

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