CAPITULO 22

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Daba la media noche y la mayor actuación de su vida estaba por comenzar. Seiya se encontraba entre la espada y la pared, lo que debía hacer era arriesgado, una parte de él quería correr y contarle sus planes a Serena, pero la otra le dictaba que no lo hiciera, si quería ganarse la confianza de su padre debía actuar lo más real posible. Seiya analizaba pensativo el panorama, los nervios estaban apoderándose de él —¿Listo? Es hora de irnos— Rubeus interrumpió la concentración del joven Black con ese característico tono sarcástico y malévolo que lo caracterizaba, con solo escuchar su ronca voz era capaz de erizarle la piel a cualquiera.

—Si, estoy listo— Seiya respondió en medio de titubeos.

—Te veo nervioso ¿Seguro que quieres hacerlo? Aún estás a tiempo de arrepentirte— el rostro de Rubeus mostraba una sonrisa burlona, pues tenía la certeza de que Seiya no sería capaz de actuar como su padre quería.

—Estoy nervioso, eso es cierto, pero no porque quiera echarme para atrás, es solo que es la primera vez que hago algo así, aún no cruzó esa barrera en la que se pierde el miedo y se disfruta el poder de decidir sobre la vida de la gente.

—No te preocupes, lo difícil es el primer encargo, después se vuelve un deporte y finalmente una adicción, un placer que disfrutas cuando ves los rostros de esas desdichadas personas. Cuando veas los frutos que eso rinde amarás ésta vida— Seiya no podía creer que un ser humano tuviera esa maldad en el alma. El joven Black tenía cierto conocimiento de los negocios de su padre y del monstruo que era, aún así, cada cosa que descubría lo hacía odiar más la sangre que llevaba. Era terrible la manera en que Rubeus se expresaba, y sin duda su maestro había sido el padre de Seiya.

Ambos hombres tomaron el automóvil que Diamante les había designado para la misión, un auto totalmente legalizado, registrado como propiedad de un prestanombres, el vehículo perfecto para no despertar sospechas. Ambos hombres recorrieron el camino hacia su destino, para llevar a cabo la prueba que Diamante necesitaba.

En completo sigilo Seiya y Rubeus descendieron del auto para comenzar con el sorpresivo ataque —¿Alguna vez has usado un arma Seiya?

—No, nunca he tenido la necesidad, aunque mi padre me enseñó cómo hacerlo.

—Menos mal. Toma, ésta será tu herramienta de trabajo— Rubeus colocó sobre las manos de Seiya un arma de fuego —A partir de hoy te servirá para proteger tu vida y para someter a quien tu quieras— Seiya sorprendido solo observaba ese artefacto que le había sido entregado —¡Tranquilo! Ya verás como le tomas el gusto. Anda, vamos, revisemos los alrededores— con arma en mano ambos hombres recorrieron el exterior de la casa a la que habían llegado hasta dar con una entrada que no había sido cerrada. Rubeus comandaba la tarea que realizaban, aunque por órdenes estrictas de Diamante sería Seiya la mano que actuaría en todo momento.

En un silencio total ambos ingresaron a la solitaria casa. Dada la hora todo permanecía oscuro, solo una pequeña luz alcanzaba a observarse desde el segundo piso.

Con sumo sigilo ambos comenzaron a subir las escaleras siguiendo ese pequeño destello. Los pasos de Seiya eran firmes, se notaba en él un nerviosismo total —Shhh, van a escucharnos— llevando su dedo índice a sus labios Rubeus indicó a Seiya que debía tener la mayor de las cautelas posibles o serían descubiertos.

Paso a paso lograron llegar al final de la escalinata, al pisar el descanso observaron un largo pasillo lleno de habitaciones que recorría de derecha a izquierda dejando la escalera justo en el centro. —Vamos hacia allá— Rubeus señaló el camino del lado derecho percatandose de que la tenue luz provenía de una habitación que se encontraba entreabierta, al ser la única habitación iluminada era lógico que su víctima se encontraría ahí.

—Espera Rubeus, es mejor que yo vaya sólo, tú ve a revisar el otro lado del pasillo— Seiya tenía la firme intención de alejar un poco a su compañero.

—¿De qué estás hablando? No querrás ayudar al tipo ese ¿O si?— sin duda Rubeus era muy suspicaz.

—Por supuesto que no, es solo que no quiero llevarme alguna sorpresa. No sabemos si realmente está solo o si algún vecino nos vio entrar. Lo decía por eso, pero si quieres puedes venir conmigo— la idea no sonaba tan descabellada después de todo.

—Tienes razón Seiya, iré a revisar los alrededores, después de todo la mano ejecutora debe ser la tuya. Si necesitas algo gritame, buena suerte— Rubeus bajo la escalera para montar guardia por cualquier cosa que pudiera desconcertarlos en algún momento.

Seiya continuó su camino hasta llegar a la puerta de la habitación iluminada. Silenciosamente abrió la puerta y observó a su objetivo profundamente dormido pero de inmediato se dispuso a despertarlo. Con suaves movimientos sobre uno de sus hombros Seiya logró hacerle abrir los ojos.

—¿Seiya? ¿Qué haces aquí?— era una completa sorpresa tenerlo delante de él y con un arma de fuego en las manos.

—Silencio. No tengo tiempo para explicarte pero debes saber que no quiero hacerte daño. Créeme, me cuesta mucho esto que voy a hacer pero después sabrás por qué lo hice y me lo agradecerás.

Rubeus continuaba su rondín desde la planta baja de la vivienda cuando un sonido llamó su atención. Un disparo retumbó por todas las paredes — Pobre Darien, este es el principio de tu fin— sonrió con ese gesto de maldad en su rostro que lo caracterizaba.

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