CAPITULO 32

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Gritos desesperados se escuchaban, intentos por salir del oscuro sitio se hacían presentes. —Serena ¡Qué gusto verte! Toma a Rini y sal de aquí.

—Darien, no me iré sin ti.

—¡Escúchame! Estás embarazada, debes salir de aquí, lleva a Rini contigo, Seiya y yo ayudaremos a estos niños a salir. Nos vemos allá afuera. Es una promesa— con fe y esperanza colocó un beso sobre su frente.

—Nosotros también los ayudaremos— las voces de Kenji, Yaten y el capitán Tomoe se escucharon para apoyar.

—Seiya, tu hijo y yo te estaremos esperando— Michiru se hizo presente para dar el mayor de los ánimos a su esposo.

Los explosivos comenzaban a hacer su función uno a uno, comenzando desde la parte final del túnel recorriendo poco a poco hasta el principio. Diamante, en un completo estado psicópata no hacía más que reír a carcajadas, inmóvil, en su mismo sitio, observando lo que sucedía
—¿Qué espera señor? ¡Salgamos de aquí!— Rubeus trataba de hacerlo reaccionar.

—¿Salir? ¡Jamás! Moriremos antes que ir a la cárcel— Diamante se rehusaba a pasar el resto de sus días en prisión.

—¿Morir? Yo no deseo morir, me largo de aquí— Rubeus se disponía a salir del lugar, pero justo en ese momento un golpe en la cabeza lo dejó inconsciente e imposibilitado para lograr su propósito.

—¡He dicho que moriremos aquí! ¿En dónde quedó tú lealtad? ¿Acaso no eres mi hombre más fiel? Estarás conmigo hasta el final— Diamante le dirigía esas palabras al cuerpo desfallecido de su súbdito, mientras el pasaje subterráneo comenzaba a colapsar, roca por roca lo que había sido una especie de prisión pronto se había convertido en una pila de escombros bajo el que yacían los cuerpos de esos dos hombres que habían causado tanto mal.

En el exterior, un grupo de niños acompañados por Yaten, Kenji y el capitán Tomoe hacían su aparición.
—¡Yaten! ¿Estás bien?— Mina se acercaba al hombre que amaba con una inmensa alegría al verlo sano y salvo.

—Si, estoy bien, no te preocupes— pero esa felicidad pronto acabaría.

—Papá ¿En dónde está Darien?— Serena lanzó la interrogante al no ver al padre de Rini.

—Tampoco veo a Seiya— agregaba Michiru con preocupación.

Los tres hombres que habían logrado salir del lugar giraron sus rostros hacia la salida del túnel esperando un milagro, pero todas las esperanzas se perdieron al observar que el lugar había quedado completamente sepultado por tierra y rocas.

—¡No puede ser! ¡Darien!— Serena no podía contener su llanto producto de la tristeza y de la rabia, Diamante había logrado lastimarlos hasta el último momento.

—Serena, no llores, a mi también me duele perder a Seiya, pero a ellos no les gustaría vernos así, tenemos que ser fuertes por estos bebés que vienen en camino, y tú por esa pequeña que tienes en tus brazos— en las palabras de Michiru había tanta razón.

—Tranquila Serena, sé que no nos conocemos y que sólo en contadas ocasiones compartimos un saludo, pero si me lo permites yo estaré contigo, apoyándote, como las hermanas que nunca debieron haber separado— Mina deseaba animar a su hermana, ahora que conocía la verdad tenía la intención de recuperar todo el tiempo perdido.

—Gracias chicas, tengo que ser fuerte, lo sé, aunque sobreponerme a esto va a ser muy difícil.

—¡Oigan! ¡Miren!— Yaten observaba aún las ruinas cubiertas por una densa capa de polvo mientras con su dedo índice señalaba el lugar. A lo lejos se observaban tres sombras.

—¡Es Seiya!— afirmaba Michiru —y viene con Darien.

De inmediato Yaten, y Kenji se acercaron al auxilio de los dos jóvenes quienes tenían algunas heridas leves producto de la explosión y la caída de la estructura.

—¡Darien, hermano, que bueno que están bien! Temíamos lo peor ¿Por qué se quedaron atrás?

—Cuando corrimos para salir del túnel no nos dimos cuenta de que esté pequeño estaba tan asustado que no pudo moverse y decidí regresar por él— respondía Seiya a la interrogante de su hermano.

—Cuando vi que Seiya regresaba decidí acompañarlo, con Rubeus y Diamante ahí quizá podría necesitar ayuda— afirmaba Darien.

—Mientras volvíamos por el niño observamos que poco a poco el subterráneo colapsaba, con lo cual lo único que podíamos hacer era correr. Justo cuando logramos salir, el túnel se vino abajo por completo, pero afortunadamente estamos sanos y salvos.

—¡Darien!— Serena corrió a su lado para abrazarlo —creí que te había perdido— con lágrimas aún en sus ojos serena no podía más que estar agradecida por qué todo hubiera salido bien —Gracias, a ambos, Seiya y Michiru, si no fuera por ustedes no hubiéramos podido acabar con la maldad de Diamante, y muy probablemente la historia sería otra.

—Por cierto capitán ¿Que pasará con mi padre?— Seiya necesitaba saber la respuesta.

—Lo siento mucho hijo, pero no hay nada que hacer, tanto él como Rubeus quedaron sepultados bajo las rocas, sería inútil buscar sus cuerpos, la explosión debió haberlos destrozado por completo.

—¡Ahora todos podremos vivir tranquilos!— agregaba Mina con un toque de felicidad.

—¡Así es señorita! Aunque hay muchas cosas por solucionar. Lo primero es regresar a la ciudad, buscaremos a los padres de estos niños para regresarlos a casa, con sus familias, y en cuanto a ustedes Mina, Yaten y Seiya, tienen una deuda pendiente con la justicia. Fueron cómplices en todo esto, y deben pagar por lo que hicieron, aunque como su confesión fue voluntaria y colaboraron para solucionar las cosas tendrán algún beneficio. Con un buen arreglo con el juez quizá puedan gozar de su libertad mientras les dictan sentencia, la cual también será corta, se los aseguro— las palabras del capitán les daban la esperanza de volver a casa en un corto tiempo.

—No pensamos oponernos capitán ¿No es así?— Yaten se dirigió a Seiya y a su amada Mina.

—Así es capitán, sabemos de antemano que tenemos que saldar una deuda con la sociedad— afirmaba Mina.

—Seiya, tu no, lo hiciste solo para ayudar a Serena y a Darien— Michiru no deseaba ver a su esposo en esa situación.

—No te preocupes, a fin de cuentas lo que hice fue un secuestro y es un delito, las autoridades se encargarán de darme un castigo justo— Seiya abrazó a su esposa para darle los ánimos necesarios.

—No te preocupes Seiya, tu hijo y yo te estaremos esperando.

El equipo de policías que los acompañaba subieron a los niños poco a poco a las patrullas, por fin se había terminado el reinado de Diamante Black y sus oscuros negocios. Era el momento de disfrutar de una vida alegre, de una vida sin miedos ni preocupaciones.

—¡Vayamos a casa!— las palabras del capitán fueron seguidas por todos, quienes alegres de estar vivos solo deseaban comenzar desde cero.

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