CAPITULO 26

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—¡Papá! ¿Qué haces aquí? Se supone que llegarían a media noche— Seiya quedó totalmente sorprendido ante la presencia de Diamante.

—Y así hubiera sido si mi fiel compañero no me hubiera advertido de tu traición.

—¿Traición? No, yo...— Seiya titubeaba sin poder crear una explicación lógica para la escena que Diamante observaba —yo pensaba...— sin poder concretar su frase Seiya fue interrumpido abruptamente por su padre.

—¿Pensar?¿Acaso piensas? ¡No me hagas reír! Lo que sea que quieras inventar no te servirá, lo sé todo. Al principio creí que de verdad querías entrar en el negocio, incluso lograste engañar a Rubeus, de no haber sido por qué te sorprendió nos hubiéramos tragado toda tu farsa.

—Así es Seiya— habló el sirviente de Diamante —escuché todo, te vi merodear cerca de este túnel y te seguí, sin que notaras mi presencia observé todo, te ví hablando con el médico ese y escuché su conversación, fue ahí donde me di cuenta de que todo era un plan perfectamente ideado por ti. Fue por eso que no quisiste herirlo, fue por eso que te interpusiste entre mi arma y él cuando le apunté ¡Claro! Todo era una mentira, pero tu plan no resultó. Al llegar a la ciudad con Yaten lo primero que hice fue contarle toda la verdad a tu padre. Sabíamos que estarías confiado en que regresaríamos entrada la madrugada, así que después de arreglar unos pendientes tomamos el camino de regreso pues sospechábamos que tratarías de salir de aquí con todos ellos.

Seiya se encontraba atónito ante lo que Rubeus acababa de expresar, la prisa que tenía por hablar con Darien lo hizo descuidarse y la presencia de ese malévolo hombre pasó totalmente desapercibida —Más te vale que nos dejes ir papá. No estamos solos en esto, tenemos aliados allá afuera que saben nuestra ubicación y no dudarán en actuar si no regresamos sanos y salvos.

—¿Aliados? ¿Escuchaste Rubeus? Mi hijo tiene aliados— ambos hombres soltaron una fuerte carcajada cargada de burla —Seiya, hijo mío, quisiera saber a qué aliados te refieres. Si piensas que alguien va a ayudarlos estás muy equivocado, déjame explicarte, Serena no sabe que estás aquí, tengo la certeza ya que si tuviera conocimiento del paradero de ese medicucho que proteges ya habría venido a ayudarlo; Yaten, ay ¡Mi fiel y querido Yaten! A última hora se arrepintió de todo lo que había hecho y cuando escuchó que venía por ti se levantó en mi contra ¿Puedes creerlo? En fin, dime ¿Que aliados?— Diamante quedó pensativo por unos segundos para continuar su diálogo con unas palabras llenas de un total sarcasmo —Ah, quizá te refieras a Michiru, esa pobre chiquilla, la ilusa se atrevió a amenazarme ¡A mí! ¡A Diamante Black, y tú mejor que nadie sabe que el castigo es severo para quien se enfrenta a tu padre. Ahora sí hijo mío. Dime ¿Cuáles aliados?

—¿Qué le hiciste a Yaten?— Mina dió un gritó desesperado y comenzó con un profundo llanto lleno de desesperación y sentimiento.

—¿Qué le hiciste a mi hermano y a mi esposa?— En un acto reflejo Seiya se abalanzó sobre su propio padre pero antes de poder propinarle siquiera un golpe fue tomado por sorpresa por Rubeus quien lo sujetó fuertemente de los brazos y entrelazó sus piernas con las del chico evitando que pudiera moverse.

Aprovechando la presión del momento y la atención que Seiya había capturado Darien entregó su hija a los confiables brazos de Mina para intentar atacar a Diamante por sorpresa, pero sin duda alguna éste era un hombre demasiado suspicaz. Tomando un arma que ocultaba bajo su gabardina y sin siquiera gira su rostro apuntó en dirección a Mina y la pequeña Rini —¡Quieto ahí doctor!— ese tono lleno de tranquilidad y malévolo a la vez logró que Darien detuviera su andar —No des un paso más, si te mueves disparo ¿Acaso no ves que converso con mi hijo?— Darien solo dejó caer su cuerpo de rodillas sobre el suelo húmedo, derrotado y sin poder hacer nada más que rogar que Diamante no accionara su arma.

—Entonces respóndeme ¿Qué hiciste con mi hermano y con Michiru?— interrumpió Seiya aún sujetado por Rubeus.

—Bien, si quieres saber qué pasó con ellos entonces te lo diré, de todas formas no puedes ayudarlos, y dudo mucho que ellos puedan ayudarte a ti— su clásica risa maquiavélica retumbó por todo el lugar acompañada por la de Rubeus, mientras las almas de Seiya y los demás estaban cargadas de incertidumbre ¿Acaso sería este el fin?

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