CAPITULO 1

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Era una mañana soleada, el viento soplaba lentamente refrescando un poco a todos los presentes en la ciudad, las aves surcaban el hermoso cielo azulado, las hojas de los grandes árboles se mecían al compás de cada corriente de aire cuando de pronto toda la tranquilidad y serenidad que daba esa hermosa postal se vió interrumpida por un gran estruendo. Un grave accidente acababa de suceder. Un lujoso automóvil negro se había estrellado contra el muro de contención de un puente vehicular. Los curiosos se acercaron al lugar de los hechos, de inmediato los servicios de emergencia comenzaron a llegar. El equipo de paramédicos descendió de la ambulancia para brindar auxilio a los heridos. Para su sorpresa solo una persona se encontraba dentro del auto totalmente deshecho, curiosamente del lado del copiloto.

Entre los fierros retorcidos se encontraba el cuerpo de una joven mujer que a simple vista parecía no tener vida debido a la magnitud de las heridas que presentaba. Al comenzar a retirar los rastros del percance se escuchó un pequeño quejido y al unísono una voz lo hizo saber —Doctor Chiba, ¡ésta mujer está viva!— una luz de esperanza brilló al saber que la misteriosa joven tenía signos vitales. —¡Vamos pequeña! ¡No te rindas!— palabras de aliento salían de la boca del prestigioso doctor Darien Chiba mientras manipulaba con sumo cuidado el cuerpo inconsciente de la mujer accidentada para ser trasladada al hospital central.

Peritos y personal policiaco llegaron a la catastrófica escena buscando indicios de lo sucedido sin tener mucho éxito —¡Capitán Tomoe! No encontramos ninguna pista, parece que no hay rastro alguno que nos permita saber qué fue lo que pasó— sin duda alguna todo era muy raro.

—¡Esperen! Creo que encontré algo— hizo mención uno del sargentos que se encontraban analizando el lugar —Al parecer es una carta, todo parece indicar que es para la mujer accidentada.

—Leala sargento— ordenó el suspicaz capitán.

—Para Serena:
Aún no dejó de pensar en el día en que me aleje de ti, en el momento en que se quebró ese frágil cristal de mi presencia. Aún no comprendo al cien por ciento lo que realmente sucedió. Las personas a tu alrededor dicen que yo lo tenía todo planeado, los que me conocieron dicen que fue el destino y que debo aceptarlo, que yo no era el hombre indicado para ti y tu tampoco lo eras para mí. Lo único que quiero que sepas es que traté de protegerte siempre, aunque para salir bien librados de ésto solo uno podía hacerlo. Lamento haberte metido en esta situación. Espero que te encuentres bien y que algún día puedas perdonarme mi dulce bombón.

El capitán Tomoe tomó la carta con sus manos y comenzó a analizarla. En ella no había remitente, pero sus años de experiencia sin duda lo llevarían a dar con el origen del escrito.

—¿Qué opina Capitán?— le cuestionó uno de sus subordinados al verlo pensativo.

—Creo que alguien trataba de deshacerse de la chica, pero hubo algo que lo detuvo, de haber querido acabar con ella lo hubiera hecho sin fallar.

—¿Y qué hará ahora? ¿Por dónde empezará Capitán?

—La única esperanza es que la joven se recupere y nos hable de lo sucedido. Por ahora lo mejor será darla por muerta, todo está muy raro, y tal vez su seguridad dependa de la decisión que tomemos.

Sin que nadie se percatara de su presencia, un hombre se había escondido entre la curiosa multitud observando todo lo que sucedía y de inmediato se dispuso a hacer una llamada
—Jefe, la chica está muerta, escuché a los médicos confirmarlo.

Una voz misteriosa del otro lado del teléfono comenzó a entablar comunicación —¿Y qué hay de mi hijo?

—De su hijo no hay rastro señor, al parecer huyó de la escena.

—Bien, de mi hijo me encargaré yo, cuando se le acabe el dinero regresará al nido. Por lo pronto, necesito que compruebes que Serena está muerta, busca algún registro en todos los hospitales, necesito confirmar que ya no tenemos ninguna amenaza— el misterioso hombre colgó el teléfono dejando un pensamiento para sí mismo —no fue nada personal Serena, tu único error fue confiar en mi hijo Seiya— el hombre reía mientras le daba un sorbo a su copa de vino —Lo siento niña, o eras tú o era la familia Black, y por supuesto que mi familia no caerá por tu culpa— era el pensamiento de aquel singular hombre.

Camino al hospital, el médico se comunicó con el área de urgencias —Hospital central, soy el doctor Darien Chiba, llevo en camino una emergencia, tengan todo preparado para realizar una cirugía para una paciente de aproximadamente diesiciete años con múltiples contusiones en la cabeza, dos costillas quebradas y varios huesos rotos— decía la voz del director del hospital desde el radio de una ambulancia con un gran tono de preocupación, pues sabía que la vida de la joven dependía de una rápida y eficaz atención.

—¿Cuál es el nombre de la paciente doctor? Necesito crear su expediente— Darien guardó silencio por un minuto, pues por órden de la policía nadie podía saber que la chica había sobrevivido, y aunque no conocían su identidad, el solo hecho de registrarla como Serena ponía en riesgo su integridad.

De pronto, observó el cuerpo lastimado de la chica, y se percató que sobre su cuello llevaba una cadena de oro de la cual colgaba un dije en forma de conejito sujetando un recuadro con una curiosa palabra —señorita, haga el registro a nombre de Usagi, Usagi Chiba.

Muy lejos del lugar del accidente un hombre mal herido caminaba por las calles de la ciudad rumbo a casa de una amiga de su familia para pedir ayuda. Portando una gabardina larga, sombrero y lentes oscuros, lo único que se podía observar de él era su larga cabellera negra atada a una coleta .

Dando un esfuerzo enorme y utilizando sus últimas energías, el enigmático joven llegó a un ostentoso edificio ubicado en la zona más prestigiosa de la ciudad y se dispuso a ingresar, tomó el elevador hasta llegar al penthouse y tocó el timbre.

—¿Quién eres tú? Llamaré a seguridad— respondió una voz femenina al abrir la puerta y observar la apariencia del chico.

—¡Mina no lo hagas!— suplicó el hombre con la voz entrecortada y agitada mientras se adentraba en el departamento dando un ligero empujón a la chica y cerrando la puerta tras él.

—¿Quién eres y qué quieres?— la chica parecía asustada.

—Mina, ayúdame— la cara de asombro de la joven no se hizo esperar al escuchar su nombre salir de boca de un extraño. De pronto el joven se quitó poco a poco los accesorios que lo disfrazaban para revelar su identidad.

—¡Seiya! ¿Qué te sucedió? ¿Por qué estás así?

—Tuve un accidente.

—Te llevaré al hospital, necesitas atención médica.

—¡No! Por favor. No puedo ir al hospital.

—¿Qué sucede Seiya? ¡Seiya! ¡Seiya!— la joven gritaba desesperada al observar que delante de ella su amigo perdía el conocimiento.

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