Capítulo 37: Joshua

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Era increíble cómo pasaba el tiempo sin que siquiera te dieras cuenta. Me impactaba ver cómo un día creías que era el comienzo de la semana cuando ya estabas viviendo el fin de semana. 


Recordaba sentir que el tiempo pasaba tan lento como una tortuga cuando iba en la escuela primaria, deseando que el tiempo pasara más rápido y poder irme a casa a seguir jugando videojuegos. Recordaba esos tiempos en que el verano tardaba siglos en llegar y duraba una eternidad. 


Ahora el tiempo pasaba volando, hacía poco había sido Día de Acción de Gracias y ahora ya estábamos viviendo en la primera semana de diciembre sin siquiera haberlo advertido. Me impactaba lo rápido que pasaban los días y, aun así, sentía que no había pasado el tiempo en absoluto.


Durante este tiempo podía decir fácilmente que era feliz, tenía una familia que me amaba en Florida y una familia enorme que me amaba y volvía loco por partes iguales en Boston. Tenía a Abby, la mujer que alegraba mis días y calentaba mi corazón con los más maravillosos sentimientos conocidos por la humanidad. No podía pedir absolutamente nada más. 


Era sorprendente decir que hacía tan solo un par de meses yo había ido de bar en bar buscando chicas con las cuales acostarme para distraerme un rato y luego volver a la realidad que era mi redundante vida. Seguía impactándome el hecho de que me había enamorado de esa chica que había caminado en mi dirección y había follado en la oficina trasera del bar. Y, sin embargo, no me arrepentía de nada, porque todas aquellas situaciones me habían llevado al lugar donde nos encontrábamos ahora. No cambiaría nada en mi vida si eso me llevaba una vez más al encuentro con Abigail Brooks.


El teléfono de mi oficina sonó, indicándome que una llamada de mi nuevo secretario, Adam, estaba en curso. 


—Señor, hay un hombre que quiere hablar con usted. No tiene cita, pero dice que es de suma importancia. 


Fruncí el ceño hacia el teléfono fijo y la inquietud me recorrió. 


— ¿Quién es? 


—Richard Brooks. – Alcé las cejas, curioso por saber qué estaba haciendo Richard en la oficina sin siquiera llamarme primero. 


—Haz que pase, Adam. Es el padre de mi novia. – Adam soltó una risita breve y colgó antes de decirme que mandaría a Richard a mi oficina.


Me preguntaba qué lo había traído a mi oficina aquel día, usualmente Richard no dudaba en llamarme y pedirme que nos juntáramos. Sabía que no se trataba de Abby, porque había hablado con ella hacía menos de diez minutos y solo quedaba la opción del caso del robo de dinero que había en curso. 


Richard golpeó la puerta dos veces antes de abrirla y cerrar detrás de sí. Me levanté y le hice un gesto con la mano para que tomara asiento. 


Él tenía esa expresión de póker en su rostro que me puso un poco nervioso, no lo había visto desde aquel día en que sucedió todo con Derek y no sabía qué esperar de esta reunión. 


— ¿Cómo está? – Pregunté cuando Richard se sentó cómodamente en la silla frente a mí. 


—Honestamente, podría estar mejor, muchacho. – Hielo recorrió mi columna vertebral cuando sentí la tensión en su voz y no pude evitar pensar que algo iba terriblemente mal. 


— ¿Ha sucedido algo? ¿El caso...? – No alcancé a terminar la pregunta cuando el padre de mi novia empezó a negar con la cabeza, su ceño fruncido. 

Conociendo lo que es el Amor (Amor en Boston #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora