Capítulo 5: Joshua

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Mantuve mis ojos fijos en los suyos. No había una pizca de maquillaje en su rostro y su piel se veía tan pálida como lo hacía cuando llevaba maquillaje encima, se veía tan suave y tersa que tuve que obligarme a mí mismo a no levantar la mano y pasar mis dedos por su piel. 


Sus labios llenos estaban entreabiertos ligeramente, la sonrisa socarrona que había habido en sus labios había desaparecido y había dado a paso a esta expresión mortificada, su pecho subía y bajaba con fuerza. 


Joder. Incluso así, viéndose tan joven, seguía viéndose tan impresionante como siempre. 


— ¿Por qué no quieres hablar de lo que pasó? No puedes fingir que nada ocurrió. 


—Nada ocurrió. 


—Pura mierda. No seas infantil, Abby. – Eso pareció despertarla del todo, sus ojos brillaron con ira y sus labios se apretaron. Maldita sea, esta chica era preciosa. 


Ella ladeó su cabeza como lo haría un león mirando a su presa. Mierda. 


—No pensaste que era una niña cuando me tenías contra la pared, Josh. – Bueno, mierda, no.
No había pensado en lo absoluto que era una niña mientras estaba en su interior. Ni siquiera sabía qué edad tenía Abby, yo solo había supuesto que era mayor de edad porque nadie entraba al bar con menos de 21 años, ni siquiera con una identificación falsa. Pero era claro que yo no había pensado que era una niña cuando la besé como lo hice y le ofrecí ir a la oficina para hacerla mía. Ella no había dudado, yo no había dudado y había sido una experiencia más allá de satisfactoria. Quería tan malamente repetir esa experiencia que me sacaba de quicio. 


—No, por supuesto que no pensé que eras una niña. Sigo sin pensarlo, solo digo que tu actitud de mierda lo es. Estás actuando de manera infantil y lo sabes. – Abby alejó su rostro, mirando hacia un costado, tratando de contener cualquier cosa que quisiese decirme y no golpearme en el intento. Sabía que quería hacerlo porque podía ver sus manos apretadas en puños. Probablemente sus uñas estaban haciéndole daño, también. Había visto sus uñas perfectamente arregladas de un color rosa tan suave como lo eran las puntas de su cabello. 


—Vamos a olvidar que algo de esto sucedió. – Ella dijo sin moverse, sin mirarme. Quería que me mirara, que me dejara ver lo que sus ojos expresaban. Su espalda estaba apoyada contra la pared y mi cuerpo podía sentir el calor que emanaba de ella.


— ¿Y si no quiero olvidarlo? – La reté. Vi cómo su mandíbula se apretó en un gesto que parecía doloroso, entonces giró su rostro hacia el mío y su mirada iracunda se posó en mí. No podía dejar de pensar en lo bella que era con toda esa ira en ella. Me hacía sentir vivo, como si su enojo renovara mis propias ganas de vivir, incluso si eso sonaba estúpido. En mi vida había tan poca emoción que... cualquier emoción que fuese diferente a lo usual me hacía sentir diferente, vivo. 


—Te obligaré a hacerlo. 


— ¿Cómo harías eso específicamente? – Quise saber, mis manos picaban por tocarla. Mis labios sentían cosquillas por sentir los suyos. Era ridículo. Ella solo había sido un polvo, no tenía por qué estar retándola a hablar de esto cuando sabía que ambos queríamos desesperadamente olvidar lo que había sucedido y seguir adelante. 


Estaba provocándola y sabía que esto terminaría mal. 


—No lo sé. – Confesó ella, dejando salir su aliento, derrotada. – Pero tengo una gran imaginación, te obligaré a olvidarlo de un modo u otro. 


— ¿Me estás amenazando? – No pude contenerme, llevé mi mano a su barbilla y la obligué a mirarme a los ojos, la obligué a no desviar la mirada una vez más mientras le hablaba. Vi y sentí el enojo en su cuerpo. Dios, ella estaba tan enojada conmigo y no había modo de no desearla tanto como lo hacía ahora. – No me gusta que me amenacen, Abby. 

Conociendo lo que es el Amor (Amor en Boston #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora