Eran pasadas las ocho de la mañana cuando recibí una llamada urgente de Richard Brooks, quien amablemente me quiso informar que el caso se estaba yendo a la mierda porque los sujetos que habían robado los millones de dólares de su cuenta habían desaparecido del sistema. El FBI simplemente lo llamó y le dijo que los nombres de quienes habían usado su nombre para robarle el dinero... habían simplemente desaparecido. Maravilloso.
Así que ahora, a las diez de la mañana, me encontraba camino a su casa porque teníamos una reunión que no podía esperar. Había buscado más información con la policía y el FBI, pero el FBI había dicho que no había modo que me dieran la información por teléfono y que si quería podía ir a hablar con el detective a cargo. Joder.
Toqué el timbre de la casa de los Brooks y fue Abby quien abrió la puerta, su cabello húmedo y su rostro libre de cualquier rastro de maquillaje.
La belleza que había en sus rasgos me golpeó como un tren de carga descarrilado, fue como un jodido golpe en el estómago y no pude evitar sonreír abiertamente cuando ella me hizo entrar.
Mierda, había sido un solo día sin verla y había extrañado tanto su rostro, sus ojos azules tan vibrantes, su sonrisa divertida y su suave olor a flores con un dejo cítrico.
—Hey, ¿qué haces aquí? ¿Sucedió algo? – Su voz se oía un poco ronca, como si se hubiese levantado recién y dado una ducha inmediatamente.
—Tu padre me llamó, se supone que nos encontraremos aquí. Él no quiere que nadie en la oficina se entere de nada, ya sabes... Las paredes pueden escuchar.
—Mi padre tiene serios delirios.
Me reí y no pude evitar llevar mi mano hacia su barbilla y elevar su rostro hasta que nuestras caras estuviesen alineadas.
Sus ojos estaban brillantes, pero había ojeras bajo ellos. Calidez me recorrió cuando mi piel tocó la suya y ella no rehuyó a mi contacto.
— ¿Estás bien? Te ves cansada. – Ella asintió, sin embargo, retrocedió un paso para alejar su mirada de la mía, provocando que mi mano cayera. Era claro que no quería que viera la mentira en sus ojos. – ¿Estás segura?
—Sí.
Fue mi turno de asentir, pero no me dejó satisfecho. Me quité el abrigo mientras ella iba a la cocina y la seguí luego de unos instantes. Había una taza de café negro entre sus manos. Alcé las cejas en su dirección, por lo que sabía... Abby no tomaba mucho café.
Seguí sus movimientos con mi mirada y me di cuenta que ella solo estaba usando un vestido azul grisáceo sin mangas, su piel se veía tan pálida como siempre, tan falta de color como siempre. Entonces vi algo. Una marca violeta en su brazo derecho, algo que parecía ser un feo cardenal.
— ¿Qué es eso? – Pregunté con cuidado, cruzándome de brazos y apuntando hacia su brazo con mi barbilla.
Abby parpadeó y dejó la taza en la isla frente a ella, su ceño fruncido. Me miró y luego siguió la dirección de mi mirada hacia su brazo. Lo puso delante de ella y jadeó.
— ¿Qué sucedió? – Eso realmente parecía un apretón, como si alguien la hubiese tomado con mucha más fuerza de la necesaria. Ella se quedó mirando en silencio, casi ensimismada. – Abby...
—No es nada.
—No me parece que sea nada, cariño. – Me acerqué a ella y tomé su mano con delicadeza, poniendo su brazo marcado entre ambos. – ¿Qué pasó? Dime la verdad, por favor.
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Conociendo lo que es el Amor (Amor en Boston #3)
Romance"Estoy perdiendo mi tiempo cuando siempre fuiste tú, siempre fuiste tú. Buscando la felicidad, pero siempre fuiste tú, siempre fuiste tú. Nunca debí dejarte ir, cariño" - Louis Tomlinson