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—¿Y qué quieres en particular? 

—Por el momento, que te bajes de mi auto. 

—Eres un grosero— baja del auto y, antes de cerrar la puerta, sacude el dinero—. Adiós, viejo— con una sonrisa maliciosa, cierra la puerta. 

—Niña estúpida. 

Regreso a la casa y Emily está esperándome en la sala. 

—¿Dónde estabas, papá? 

—Necesitaba dar una vuelta. Este encierro es asfixiante. 

—Ten cuidado a donde vas, llegaste sin la capucha puesta. Si te reconocen podemos tener problemas. 

—Despreocúpate, pequeña. Sé cuidarme solo— me quito el abrigo dispuesto a ir hacia la habitación, pero ella habla. 

—No te olvides de mañana, papá. 

—Tengo buena memoria para recordar eso, princesa. Ve a descansar o se te van a formar ojeras. Te amo— subo a la habitación y voy quitándome la camisa para sentirme cómodo. 

Últimamente ha estado tratándome de esa manera, como si pudiera olvidar algo que hago, prácticamente a diario. Ni Suzy era así. 

Al día siguiente, estuve atendiendo el restaurante hasta cerrar en la noche. Luego de ir a la casa y bañarme, me encontré con la niña estúpida frente a la barra que mayormente frecuento. 

—¿Para qué venimos aquí? 

—¿Tienes tu identificación, fea? 

—Sí— la sacude y se la arrebato de las manos—. ¿Qué haces? 

Camino a la entrada y muestro ambas identificaciones antes de que nos dejen pasar. Tengo tanta suerte de tener una genia de hija, que no debo preocuparme por los lugares que visito. Nos sentamos en una mesa aparte y, mientras ella observa el menú, analizo con detenimiento a cada persona que está hoy presente. Los jóvenes de hoy en día, tienden a descuidarse y perder el tiempo en lugares así. Mientras unos están divirtiéndose con amigos, tomando, fumando y bailando, otros vienen a matar las penas con alcohol, como si eso pudiera solucionar sus problemas. 

—¿Buscas a alguien?

—¿Alguna vez te han dicho lo insoportable que eres? Cállate. 

Una mujer capta mi atención; la forma en que se aleja del grupo y se sienta en la barra a solas, tomando dos tragos corridos, sin siquiera respirar o abrir los ojos, es muy sospechosa. Dejándome llevar por su expresión, la manera en que presiona sus labios y recuesta su cabeza sobre la mesa, es muy probable que se trate de algún fracaso amoroso. Mujeres así, solo están susceptibles a cualquier persona que se acerque. Están en busca de atención, de un hombro al que apoyarse, un oído para desahogarse y alguien que la consuele. 

—No te muevas de aquí— poniéndome de pie, agarra mi mano. 

—¿A dónde vas? No vas a dejarme sola, ¿Verdad? 

—Creo haber visto a mi hermana. Quédate aquí.

Cruzo a través de las mesas y de la gente, acercándome así a la barra y me siento justo al lado de ella. Viendo que tiene su cabeza abajo y el camarero no está mirando hacia acá, extiendo mi mano con la pastilla por arriba de su copa, dejándola caer dentro y alcanzo una servilleta. Llamo al camarero para ordenar un trago, mientras lo prepara y me hace entrega del mismo, ella escucha mi voz cerca y levanta la cabeza. 

—Hola — bajo la capucha, pero sin quitarme las gafas. 

—¿Quién eres?

—Me llamo Caden. ¿Cómo te llamas? 

PARTE CUATRO: Caden III [✓] [PRONTO SERÁ RETIRADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora