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—Así es. Resulta que se nos retrasó la limpieza de la carne con tal de dar contigo — le informo. 

—Exacto, aunque considero que sabe mejor con los huesos. No hay necesidad de limpiarla. 

—Tienes toda la razón — afirmo. 

—Ustedes dos me repugnan — destapa su boca y rechina los dientes—. ¿Cómo puedes seguir en esas andanzas, Caden? ¿Así pretendes que mi hijo viva aquí? ¿Así dices que te importa tu hijo? ¿Qué planeas? ¿Quieres arrastrarlo a lo mismo que tú? 

—¿Andanzas? — cuestiono confundido. 

—Ustedes dos necesitan ayuda urgentemente. ¡Están enfermos! ¿Cómo es posible que nos hayas traído a este lugar, Caden? 

—Corrección; solo planeaba traer a mi hijo, tú viniste por decisión propia. No voy a obligarte a que sigas aquí, puedes irte cuando quieras, la puerta está abierta, pero Max se queda conmigo. 

—Jamás dejaría a Max bajo el mismo techo que dos psicópatas, caníbales y enfermos mentales. En este momento me lo pienso llevar conmigo y, si no estás de acuerdo con eso, seré yo quien no responda de mí. 

—¡Qué mujer tan histérica! — suelta Masie.

—Inmoviliza a esa perra por mí, cielo — le pido a Masie, ya que ella está mucho más cerca de Lucía. 

Masie se va por un lado, mientras yo voy por el otro y la acorralamos entre los dos. Busca no dar la espalda, pero Masie ya está más que familiarizada con este tipo de situaciones; por lo que, no le cuesta nada de trabajo lograr inmovilizarla de inmediato, llevando los dos brazos de Lucía a la espalda. Busco el alicate en la gaveta y, cuando Lucía lo ve, trata de proporcionarme varias patadas con tal de que no me acerque, pero no les doy importancia, ya que son muy débiles. 

—Me ha dicho cielo, ¿lo has escuchado? 

—Sé que abrirás la boca a la buena, a no ser que quieras quedarte sin dientes. Un sutil golpe con este alicate, puede causar un gran daño, tanto a tu dentadura, como a tus labios. ¿Abrirás la boca o debo abrirla por ti? 

—¡Detente, Caden! — ruega aterrada. 

—¿Ahora pides que me detenga? ¿A dónde se ha ido la actitud amenazante de hace un momento? Abre la boca o voy a contar hasta tres, y vas a arrepentirte de no haberlo hecho. 

—¿Qué vas a hacer? ¿Qué es lo que quieres? Si me haces algo, Max no te lo perdonaría nunca — lágrimas brotan de sus ojos sin pausa. 

—Solo quiero que abras la boca — presiona sus labios y no me queda de otra que comenzar el conteo—. Uno… dos… — abre la boca entre lágrimas y adentro el alicate, pinchando su lengua con el, trata de evitarlo, pero logro sacar gran parte de ella fuera—. Así me gusta, que seas obediente — sonrío viendo cómo de su boca brota la saliva, hasta deslizarse hacia su barbilla—. Vuelves a levantarme la voz o amenazarme con llevarte a mi hijo y voy a arrancarte la lengua de raíz. Esta es la última advertencia que te hago, Lucía. No creo que quieras eso, ¿verdad que no? — niega con la cabeza, cerrando los ojos debido a las lágrimas—. Entonces repite conmigo: no volveré a levantar la voz o amenazarte, y haré lo que me digas sin protesta — hago silencio y la miro fijamente, en espera de que repita lo mismo y lo hace, obviamente no fue tan entendible—. Excelente. Te he mostrado un más o menos de cómo vas a "hablar", luego de que te arranque la lengua si no haces caso. Espero para la próxima pienses bien las cosas, antes de hacerme enfadar o provocarme. Cualquiera que te viera pensaría que estás preparada para una felación. Qué patética e inmunda eres — saco el alicate de su lengua y Masie la suelta. 

Limpia su boca y se rasca los ojos.  

—La cocina es toda tuya. Recoge ese desastre y lo quiero en el mismo orden que estaba. Nadie te mandó a tirarlo todo — salgo de la cocina con Masie. 

Entro al cuarto donde está Max y estaba acostado boca abajo en la cama. Es como un ángel. Luce tan sereno y tierno mientras duerme. Acaricio su cabecita y Masie se nos queda viendo. 

—Es hermoso. Luce igual a ti cuando duermes. 

—Por lo que veo, acostumbras verme mientras duermo.

—Sí, me gusta hacerlo. 

—Salgamos de aquí. No quiero que mi hijo vaya a despertarse. 

Salimos del cuarto y vemos a Lucía caminar por el pasillo, con un paquete hacia nosotros.

—¿No vas a decir nada luego del apodo que utilizaste para referirte a mí? 

—Un señor acaba de traer esta caja. Tal parece que es para ti — infiere Lucía. 

—No tiene remitente — examino la caja por fuera y veo que mi nombre está escrito con algún tipo de marcador negro, así que no pueden haberse equivocado, pero ¿quién puede ser? Nadie sabe que estoy quedándome en esta casa. 

Camino a la cocina y busco un cuchillo, voy abriendo la caja con desconfianza, hasta ver cómo dentro de ella hay tierra húmeda y gusanos, con una corta y extraña pregunta escrita en un papel con el mismo marcador: ¿Recuerdos?

—¿Es esto algún tipo de broma de mal gusto?

PARTE CUATRO: Caden III [✓] [PRONTO SERÁ RETIRADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora