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—Quítale eso, por favor — ruega, en ese único tono trágico que, solo hace que me sienta satisfecho. 

—Todo esto depende de ti ahora. Sus piernas no creo que aguanten más de dos minutos en esa posición. Mira como tiemblan, en cualquier momento tendremos un delicioso pincho para la cena. 

—¿Qué quieres que haga para que le quites eso? Yo hago lo que quieras, pero saca eso de ahí, por favor. Ya te has vengado suficiente, Caden. Yo no le hice mucho a tu mujer, se supone que estemos a mano luego de todo lo que has hecho. 

—¿Y para ti esto ha sido suficiente? — pregunta Masie, acercándose a él—. Nada podría ser suficiente, luego de lo que me hiciste. 

—Entonces ¿por qué no te desquitas conmigo y dejas a mi mujer en paz? 

—Porque ella es igual de culpable que tú, porque patrocinó que me violaras. Me temo que te has metido con las personas equivocadas, cuñado. Ahora solo debes pagar el precio por tu error — le da una patada en sus genitales y, el movimiento que hizo, casi hace que Eliza pierda el equilibrio. 

Su rostro está rojo por el hecho de soportar ese dolor, con tal de no moverse tanto y arriesgar a su mujer. 

—¿Dónde debería darte la otra? — se ve pensativa y no aparto la mirada de ella —. Mejor aún, ¿por qué no le pedimos a tu mujer que haga sentadillas para ti? — se va a la espalda de Eliza, mientras que mi hermano se ve sudoroso. 

—¡Déjala! ¡Aléjate!

—¿Tienes calambre en las piernas? — le pregunta a Eliza y, con secreciones nasales, asiente con la cabeza—. Duele mucho, ¿cierto? — vuelve a asentir con la cabeza, mientras solloza—. A mí también me dolió y a ti no te importó el hecho de que, tu propio esposo estuviera abusando de mí frente a tus narices. Aún viéndome sangrando, gritando, forcejeando, no te salió ayudarme. 

—Lo siento — lágrimas continúan brotando de sus ojos sin cesar.

—¿Realmente puedes liberarte de la culpa, al pronunciar una palabra tan ridícula como esa? ¿Disculparte va a cambiar lo sucedido o hará que el dolor desaparezca? — sujeta su mentón, en espera de su respuesta. 

—No — dice temblorosa.

—Entonces ¿por qué te disculpas?

—Porque yo no quería esto. 

—Oh, ¿de verdad? — hace silencio y Masie sonríe—. Si así es como funciona un «lo siento», entonces yo también lo siento — presiona de golpe a Eliza por ambos hombros, incrustando a su vez el bate con algo de dificultad. 

Viendo que está pasando trabajo, no me queda remedio que pinchar la base del bate con una pierna y, ambos a la vez, abrimos las suyas de golpe con la nuestra, haciendo que más de la mitad del bate atravesara sus tejidos y órganos. El alarido que suelta, se queda haciendo eco en mi cabeza y en todo el lugar. El sonido al momento de ser atravesada, fue sin duda uno magnífico, que jamás podré olvidar. Jamás había observado una obra de arte de esta magnitud. Eliza se queda agachada por unos instantes, hasta que el mismo cansancio, peso de su cuerpo y el mismo desesperante dolor, hace que caiga de rodillas y el bate entre más. Observo la sangre y las heces que gotean de la apertura de su ano y los temblores incontrolables que tiene su cuerpo, sin contar que sus ojos están bien abiertos, como si incluso se hubiera olvidado de cómo cerrarlos. Los dos observamos atónitos y detenidamente la escena, ya que verdaderamente era algo de admirar. Pensé hasta el último momento que eso la mataría al instante, pero me he equivocado. El desesperante dolor que está experimentando es tan fuerte, que ha convulsionado en el suelo. Sus gritos iban cesando, ya que su voz está igual de desgarrada que ella. La expresión de mi hermano es otra que no podré olvidar y que estremece cada parte de mi cuerpo. No sale del impacto al presenciar a su mujer siendo atravesada brutalmente por un bate y, no solo eso, sino agonizando y desangrándose a solo centímetros de él.

—Pobrecita, deberías acabar con su sufrimiento. Debe ser horrible sufrir un desgarre de ese calibre. Si fuiste el culpable de haberla arrastrado contigo y a esa supuesta venganza en mi contra, deberías también enfrentar como un hombre, las consecuencias de haberte metido con las personas equivocadas. Tan buena vida que podías haberte dado, idiota, pero no, viniste a jugar con fuego y a provocarme. No sé si te has dado cuenta, pero no soy el mismo pendejo de antes, ese que era incapaz de hacerle algo a las personas que tanto daño le hicieron. Al contrario, ahora me estremece el solo hecho de observarlos agonizando o clavados por errores ajenos — tapo mi boca para reírme—. Ahora bien, ¿le pondrás fin a su sufrimiento, o nos darás el privilegio de hacerlo nosotros? Estoy siendo considerado contigo, así que acepta mi buena fe, hermanito.

PARTE CUATRO: Caden III [✓] [PRONTO SERÁ RETIRADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora