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—¡Aleja eso de ella!

—Ya mismo haré magia y va a desaparecer parte de el — le extiendo el bate a Masie y ella lo sujeta—. Toda tuya. Muéstrale cómo se hace. 

—Con mucho gusto — levanta y deja en el aire el bate, para luego dejarlo caer en las piernas de Eliza. 

Esa expresión de gozo y placer, es indescriptiblemente fascinante. Me encanta observarla riendo y haciendo lo que tanto le gusta. Es difícil apartar la mirada de ella cuando está así. Un golpe detrás de otro, sin pausa y procurando que sintiera el mayor dolor posible, pero sin golpearla en la cabeza o rostro. Llega un momento donde se centra en sus piernas, para ser preciso, en sus pies. No era difícil darse cuenta que los golpes los estaba recibiendo en el hueso, no solo por el sonido, sino por desesperantes gritos. Podía mover el resto de su cuerpo, pero las piernas le costaba trabajo. Quería que siguiera entregada como estaba, pero se verían afectados los planes, así que la detuve. Aunque acaba soltando el bate, se ha dejado llevar por la ira y ese deseo incontrolable de causarle dolor. Solo permanezco quieto como un espectador, viendo cómo Masie se ha subido sobre Eliza y le proporciona varios golpes en la cara, donde lo único que veía era como de su nariz brotaba sangre y, aún así, Masie continuaba golpeándola sin piedad alguna. 

—¡Detén esto, Caden! — ruega Caleb, una y otra vez. 

—Es difícil solo ver y no poder hacer nada, ¿verdad? Es lo mismo que me hiciste experimentar a mí. Desde niño también fue así. Veías como tú puta madre me trataba, todas las cosas que me hacía y ustedes solo disfrutaban viendo cómo me lastimaba, me castigaba y me encerraba solo a mí, sin mover ni un solo dedo por ayudarme. Si no tuviste piedad de mí o de mi mujer, ¿por qué debería tenerla yo por ustedes? Tuviste la oportunidad de hacer otra vida y olvidar el pasado, pero no la aprovechaste y quisiste venir a meterte conmigo, cuando a ti jamás te hice nada, entonces no me voy a quedar de brazos cruzados. Te has metido con mi mujer y eso es algo que no perdono. Vas a vivir el mismo infierno que me hicieron vivir a mí por tantos años. Vas a arrepentirte de haber tomado la estúpida de decisión de lastimar lo más preciado que tengo — me agacho detrás de Masie, y rodeo su cuerpo en un abrazo—. Tienes que detenerte o vas a matarla. Te prometo que le haremos pagar por lo que te hicieron, ahora solo confía en mí y no la golpees más. 

—De acuerdo, voy a detenerme. 

—Tus nudillos necesitan atención — sujeto su mano y la miro—. Nos quedaremos aquí por unos días. 

—¿Aquí? 

—Sí, tengo cosas que hacer con ese infeliz y no voy a estar satisfecho si acabo con él tan rápido. 

—Tienes razón. ¿Y qué hay de ella? 

—Ayúdame a levantarla. 

Ambos nos levantamos de encima de ella y le ayudamos a levantar. Casi no podía caminar, sus piernas estaban temblando y flaqueando. La acercamos a Caleb, aunque no puede alcanzarla del todo bien, aún así intenta agarrar su pierna. Le pido a Masie que traiga el bate y lo introduzca en su ano, mientras me encargo de aguantar y mantener presionada la espalda de Eliza. No tiene mucha fuerza como para luchar tanto conmigo, pero si intenta levantarse, al momento de sentir la punta del bate en la apertura de su ano. Masie está entre sus piernas, agachada y tratando de colocarlo, mientras trato de mantener sus piernas abiertas. 

—Solo debes poner parte de la punta, no vayas a meterlo más de la cuenta — le digo, mientras que en sus labios se dibuja una sonrisa. 

—¿Me crees capaz de hacer algo así? — lo empuja de golpe y escucho el quejido de Eliza, más cuando rechina sus dientes con fuerza. 

Trata de levantarse, pero presiono más su espalda. La base del bate la coloca en la tierra, manteniéndolo derecho. Antes de soltarla, le advierto. 

—Procura no perder el equilibrio o el bate quedará incrustrado en tus amígdalas. 

—Mis piernas… — solloza, con sus piernas flaqueando. 

—Le importa más sus piernas que el culo. ¿Quién puede comprenderla? 

—No te levantes o voy a empujarte — le advierte Masie—. Vengo enseguida — sube las escaleras y al cabo de unos minutos, regresa con otras dos sogas. 

—¿Y eso para qué es?

—Ya verás — rodea el cuerpo de Eliza con las sogas y las conecta con las cadenas de Caleb, cuestión de que si él hace cualquier movimiento brusco, estaría empujando el cuerpo de ella y, a su vez, empalandola al instante, sin contar que ella tampoco tiene posibilidad de levantarse, ya que el amarre fue bastante fuerte. 

—Yo que tú, tengo mucho cuidado— le sonrío a Caleb. 

—Veamos cuánto soportas, sin llevar arrastrada a tu mujer contigo. Bueno, no precisamente arrastrado, sino entubada — Masie ríe y su risa me contagia. 

PARTE CUATRO: Caden III [✓] [PRONTO SERÁ RETIRADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora