2.Ha vuelto, para quedarse

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Había pasado un mes desde que había ingresado a la Academia Kibougamine, todo había sido muy normal, excepto que tenía la sensación de que me observaban, pero de nada servía darle vueltas al asunto o mira para todos lados cuando tenía esas sensaciones, así que la final le reste importancia. Al final había hecho amigos, si es que así podía llamarles, no importaba que tan lejos intentara almorzar al final siempre me encontraban, no entendía porque mi clase insistía tanto en estar conmigo, pero resultaba agradable al fin de cuentas, creo.
Estaba sentada en mi pupitre esperando al Komaeda-sensei. Hablando de mi sensei, este mes había aprendido que cuando se juntaba con su hija generaba suerte por donde fuera que pasaban, una vez nos pasó que se puso a llover y por alguna extraña razón justo donde estábamos haciendo una actividad al aire libre había un círculo de luz en medio de todas la nubes negras, debíamos haber parecido vampiros o algo por el estilo, la suerte de esos dos juntos era demasiado absurda para ser real.
Alguien me saco de mis pensamientos dándome un pequeño golpe en la cabeza.

—Ah—mire hacia arriba, un chico de un extraño color castaño y ojos verdes estaba pegado a una consola—hola chico videojuego—lo salude, si hubiera sido cualquier otro probablemente lo hubiera matado ahí mismo.
—Buenos días Naegi-san—agarro la silla del pupitre de atrás y se sentó al lado mío, lo mire.
—¿No será muy temprano?—pregunte.
—Nunca es temprano—suspire, agarre mi mochila y saque una consola.
Estuvimos un rato jugando con el tiempo llegó la clase y el sensei. Cuando esté llegó guarde la consola y Hinata se fue a su puesto.
—Faltan dos personas—anunció Hinata, mire los puestos, faltaban Togami y Komaeda—aunque no es obligatorio asistir a clases.
Parecía que Komaeda iba a hablar pero grito lo callo.
Angelica se levantó rápidamente.
—Soda-kun ¿estás bien?—preguntó Angelica preocupada por el chico dientes de tiburón. Me levante de mi puesto a ver qué pasaba, el chico pelirrojo tenía sangre en la mano, mire su pupitre, tenía... una especie de cosa de metal en la mesa.
—Demonios Arata, después vamos a buscar a sus compañeros faltantes—Komaeda-sensei se dirigió a la puerta—iré a buscar a la enfermera ya vuelvo—después de eso salió por la puerta.
Después de un rato se abrió la puerta, pero el que entró fue Togami.
—¿Y el sensei?—dijo entrando a la sala.
—Fue a buscar a la enfermera—dijo Yuudai, Estudiante Basquetbolista Definitivo, no era un chico tan alto como se esperaría, era algo más alto que Angelica, que era un poco más alta que yo, era un año mayor que nosotros, el y su hermano menor, el Estudiante Atlético Definitivo, también conocido como Isao, eran chicos morenos. Para nuestra mala suerte eran hijos de el profesor de educación física Nekomaru Nidai, normalmente como ellos terminaban todo los ejercicios antes,
Nidai-sensei acumulaba más trabajo físico, porque según el... UN EQUIPO SIEMPRE VA IGUALADO—eso él lo que siempre decía.
Mientras Aloysius entraba a la sala alguien habría la puerta corriendo.
—Siento lle...—Natsuki no alcanzó a terminara la frase porque chocó con Togami, para su fortuna su bolso voló hasta su puesto, pero para su mala suerte terminó en el piso de alguna forma besando a Aloysius, justo cuando pasó esto nuestro sensei y la enfermera de la academia, Mikan Tsumiki, ósea la madre de Natsuki, entraron por la puerta del salón, ambos estaban más blancos que el pelo de Komaeda-sensei.
—Para el anuario—Arata con su mano buena saco una foto con una cámara que iba en su mochila.
Rápidamente ambos sé levantaron.
—Idiota, fíjate por donde caminas—jamás creí que viviría para ver a Aloysius Togami sonrojado como un tomate.
—Tu no debiste quedarte parado en mitad de la entrada—Natsuki estaba roja hasta las orejas.
La enferma salió del trance, ignoro completamente la situación y se dirigió hasta donde estaba Arata.
—Pásame tu mano—dijo mientras sonreía dulcemente—parece qué hay fragmentos de algo en la herida, no tengo una pinza aquí así que vas a tener que acompañarme a la enfermería—esa mujer era muy amable y dulce,  aunque la pobre siempre se andaba tropezando, pero para su suerte o para la de Komaeda-sensei, él estaba siempre cerca cuando le pasaba y la lograba atrapar, de hecho mi padre estaba muy molesto, porque a veces se ponían muy empalagosos en frente de los estudiantes.
—Naegi-chan—mire a Komaeda-sensei—acompaña a Mikan y a Soda-kun a la enfermería—íbamos saliendo del salón, pero Komaeda-sensei me tocó el hombro—procura que mi esposa no se caiga ¿si?—dijo para que yo fuera la única que escuchara, yo solo saqué una pequeña sonrisa.

Danganronpa: Los pilares de la Esperanza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora