E P I L I G O

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Los párpados me pesaban, el dolor se instaló en mi cuerpo cuando intenté moverme, mi vista se nublo y mis manos dolían mucho para poder restregarlos, la pesadez en mi cuerpo me impidió moverme un poco más, trate de abrir mis ojos pero la luz me segó por completo, pestañe y las lágrimas llegaron a mi, el ardor era incómodo y el dolor aún más.

Cuando fue posible moverme, y poder abrir mis ojos después de unos dolorosos minutos, me percate del lugar: una habitación blanca, paredes blancas, techo blanco, juraría que estaba en un hospital y lo confirmé al verme, tenía una bata y estaba conectada a un aparato, con cuidado levanté la aguja de mi mano, y fui retirando cada cosa que estaba instalado en mi, el dolor siguió pero yo debía de descubrir el porque en encontraba allí.

Cuando me levanté de la cama y pude ver mi reflejo en el vidrio que separaba la habitación, mi respiración ceso por unos segundos, y un frío recorrió mi cuerpo.

Mi cabeza era cubierta por un enorme yeso blanco, mi rostro pálido y con algunas curitas en el, en mi mejilla derecha podía notar una gran cicatriz. Retrocedi por el asombro.

Lleve mis manos allí sin poder creerlo, lloré negando que la persona que veía en el reflejo era yo, mientras intentaba recordar, un dolor de cabeza llegó, impidiendo cualquier recuerdo. Salí de aquella habitación, la soledad me persiguió mientras corría en los enormes pasillos del hospital, mi cabeza daba vueltas y unas fuertes ganas de vomitar llegaron.  Todo daba vuelta.

Mientras cominaba agarrada de las paredes para no caer, llegué a creer que esto era un sueño, y que me encontraba sola allí. Hasta que quede en frente de una chica, ella me observo detrás de la administración, sus grandes ojos me veían a través de unos grandes lentes, en sus manos estaba una libreta y un plumón.

—Señorita— formuló, con el poco aliento que le quedaba —. ¿Como es posible? Creí que la desconectariamos en la mañana— dijo en su asombro —. Esto es un milagro de Dios.

Yo sin saber que decir, camine hasta ella, mis pasos fueron lentos pero seguros de que llegarían hasta ella.

—¿Cómo llegué hasta aquí?— indague neutra.

—Señorita usted tuvo un accidente.

Y basto de esas palabras para que los recuerdos llegarán en un enorme flash Bash.

—¡¡No!!— grite mientras me recuperaba de los dolorosos recuerdos —¿Cómo?

—Usted estuvo en coma por tres meses— respondió —. Nadie llegó por usted, pero aún así el doctor tenía las esperanzas de que volvieras.

—Yo no se...

—Señorita, tuvo un derrame cerebral que ocasionó su traslado a coma, fue un milagro que haya vívido.

—¿Dónde está?

—¿De quién habla?

No podía creerlo, y menos asimilarlo. Todo aparecía muy rápido, el choque del carro se reproducía como un maldito cd rayado en mi cabeza, el dolor del momento aún me persigue y sentí que me faltaba algo, pero no lo recordaba.

—¡¿Dónde está?!— grite esperando una respuesta, esperando que ella me dijera lo que quería escuchar, pero no sabía que era —. Por favor — caí de rodillas junto con ella —. ¿Dónde está el?

—Señorita— ella se acercó a mi y me ayudó a levantarme —. El joven que iba con usted en el coche...

—¡¿Que ...?!

—Aiden murió.

Y mi mundo o lo que quedaba de aquel mundo, se acabó. Mi cuerpo se desplomó en la fría baldosa, y sentí que una parte de mi vida murió.

—¡¡Aiden!!— un grito desgarrador se escapó de mi garganta —. ¡¡Aiden no!!

Y allí una parte de mi murió con el.

No es hacer el amor, es tener sexoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora