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-¡Suficiente! Ya no soporto este silencio.- Desde que había terminado de hablar este chico simplemente se había limitado a pensar caminando de un lado a otro hasta donde mi habitación se lo permitía.

-Necesito mostrarte algo.- Dijo y sin esperar una respuesta salió de mi cuarto jalándome por la mano, su mano estaba demasiado helada, como si acabara de soltar una lata fría en vez de estar su bolsillo como yo lo había visto.

-La gente normal desayuna, ¿Sabes? No sé tú pero yo en serio me muero de hambre.- Dije todo esto caminando rápido y tropezando un poco sin caerme.

-Comerás después solo sígueme.- Me llevó al edificio de dormitorios masculinos, se sentía raro estar ahí. Era igual al de nosotros solo un poco más desordenado y sin música pop actual de fondo, había bastante gente ya que el desayuno había terminado y las clases iban a comenzar en cualquier rato. Algunos me vieron correr, otros no. Escuché algunos gritos y bromas por el aire pero por la vergüenza no comprendí nada. Nos detuvimos frente a una puerta común y corriente “125” era el número que se mostraba.

-Espero y esto valga la pena.- Dije malhumorada soltando su mano para cruzar los brazos.

-Lo espero también.- Dijo comenzando a abrir. La brisa que salió del cuarto me hizo sentir problemas y retroceder unos pasos, era frío y no era uno acogedor, era un frío peligroso que me hacía sentir escalofríos.

El entró y dejo la puerta entre abierta para mí pero yo no quería entrar en absoluto. “Soy una estúpida, una estúpida que le cuenta sus secretos más raros a tipos que acaba de conocer.” Corrección: “Soy una estúpida que hace todo eso y además entra habitaciones de chicos raros que no me transmiten confianza.”

Y aún así entré, entré y no pude estar más feliz y maravillada de haberlo hecho. Era como entrar a un palacio de hielo. Como el de la reina de Narnia, esa villana horrible. Todo menos la cama estaban cubiertos por una fina capa de hielo, no pude apartar mis ojos de ella al ser lo único normal en la habitación.

-Me agrada dormir en calor.- Dijo sentándose en ella. Comencé a caminar por la habitación viendo muebles congelados, seguí caminando y resbalé a causa del piso, cuando iba a caer por completo en el piso unos brazos me tomaron.

-Debo proteger mi guarida.- Dijo riendo bajo y sentándome en una silla que estaba a mi lado. La silla estaba helada y helada no me gustaba para nada, helado me hacía sentir frágil. Me removí en la silla incomoda.

-¿Cómo lo haces?- Alcancé a preguntar. Él se levantó, buscó debajo de su cama y sacó una pelota de baseball.

-¿Lo hacemos entretenido o simple?- Me sonrío, lucía algo asustado pero igual confiado.

-Solo hazlo y ya.- Dejé de verlo a los ojos para ver trabajar sus manos. Él las levantó a sus ojos y comenzó a congelar. Como si fuesen tinieblas que se apodaran del suelo y de todo así eran sus manos y el hielo que creaban alrededor de la bola. Lentamente como el controlara la velocidad del hielo al aparecer fue llenando la bola, como si la privara de una vida si la tuviese. Era hipnotizante y bello. A su lado el poder crear fuego era rudo y vil a comparación de as cosas hermosas que podía hacer.

-También puedo crear como tú, por si te lo preguntabas, no es solo alrededor de objetos.- Bajó la cabeza y soltó la bola. La atrapé antes de que cayera al suelo solo para sentir la superficie helada contra mis dedos. Sin pensarlo o poder controlarlo comencé a derretir el hielo así que la solté con miedo de quitar todo lo hermoso que había.

¿Qué era yo ahora a su lado? Algo que sirve para destruir, para dañar permanentemente. Un mostro.

-Oye, calma.- No me había dado cuenta de que estaba temblando hasta que él tomo mis manos entre las suyas y comenzó a salir un poco de vapor de entre ellas. No quería llorar frente a él. Tampoco quería sentirme como un mostro. No deseaba bastantes cosas que ahora mismo me sucedían, eran tantas cosas las que no deseaba.

-Todo va a estar bien, no te preocupes.- Soltó mis manos y en ellas dejo una figura de hielo, era un corazón. Lo miré confundida y el solo se encogió de hombros al darme una sonrisa de lado.
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Danger  -Louis TomlinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora