Seguramente ninguno de nosotros fue capaz de levantarse más temprano por la hora en la que nos habíamos acostado a dormir. Era la una de la tarde y recién se empezaban a escuchar los primeros pasos y palabras en la casa. Después de alistarnos, nos reunimos en el comedor. Conan y yo fuimos los primeros en sentarnos. Un sentimiento de impaciencia más las dudas no dejaban de rondarnos, era el día que habíamos estado esperando y teníamos un sentimiento que nunca debimos dejar crecer, por primera vez estábamos dudando. Giselle con aquella agradable actitud empezó a poner los platos sobre la mesa y fue acercando los alimentos.
—Buen provecho —dijo, sentándose frente a nosotros.
Jack fue el siguiente en unirse. Su agradable y jovial actitud había quedado de lado. Esa cara de pocos amigos sólo hacía que le salieran letreros por todos lados de que quería encajarle un golpe a alguien. Agarró la silla y la movió con brusquedad hacia atrás para sentarse.
—¿Y Rocío? —preguntó Giselle.
—No tardará —respondió, sin apartar la vista del plato.
Así fue, Rocío no tardó mucho en ser la última en unirse a la mesa con nosotros. La pelirroja se acercó con pasos firmes y seguros a la mesa. Había optado por vestir un traje sastre negro, nunca llegué a imaginar lo bien que se le vería, tanto por el estilo, porte y por cómo se ceñía a ella, era hecho a su medida. Se sentó a la cabeza de la mesa y puso una botella de Gin sobre la misma. Se nos fue inevitable a todos no enfocarnos en ella, solo estaba ahí sentada con sus lentes negros, luciendo como la jefa del lugar.
—Rocío, ¿no vas a almorzar?
—No, pero gracias por cocinar, Giselle.
Desenroscó la tapa de la botella y se sirvió la mitad de un old fashioned. Bebió un poco y volvió a ponerlo sobre la mesa, sin apartar su mano del mismo.
—Giselle, —volvió a dirigirse a su amiga— saldremos en unos minutos. Iremos a ver una casa.
La rubia asintió— ¿Quieres que lleve la cartera?
—Claro.
Jack miró a Conan y después a mí. Antes de hablar miró a su hermana— ¿Son organizados?
—Eso parece.
Jack retomó el silencio, algo pensativo y casi enojado mientras pasaba su almuerzo. Rocío sacó una pequeña caja de metal.
—Que horror, Rocío. —masculló Jack— A veces eres la viva imagen del abuelo.
Ella se puso de pie y sacó un cigarro de la plateada caja— Y esa es mi jodida maldición —dijo para después llevarse el cigarro a los labios y seguido de eso encenderlo.
La vi alejarse hasta el jardín, llevándose una mano al bolsillo y con la otra sosteniendo su cigarro. Por primera vez la estaba viendo tan segura de sí misma sin importarle lo demás. Se estaba convirtiendo en la jodida reina del lugar.
Por suerte no me atraganté mientras pasaba mi almuerzo con rapidez. En cuanto terminé dejé los platos en la cocina y fui hasta el jardín. Rocío estaba en la banca donde nos habíamos reunido el día anterior. Con su vista al frente, aún estaba fumando, en cada calada su mente parecía llenarse más de pensamientos. Me senté a su lado y por la pequeña ranura entre sus lentes y rostro pude ver que me había notado de reojo. Estaba diferente, la percibía extraña.
—Ro...
Exhalo hacia arriba y me interrumpió— Sin querer he escuchado a Conan en una llamada telefónica. Dijo que hoy mismo regresan a sus buenas vidas, supongo que ya descifraste la respuesta.
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La Dornan
Teen FictionCharlie Dornan dio inicio a La Hermandad. La gitana consideró que aquello debía terminar. 1994 fue el año en el que ella nació. Nacida por una maldición, creada sólo para cumplir una profecía, que todo acabe por ella, por la Dornan. Ellos son del 1...